Se cae el gobierno
El gobierno de Danilo Medina y el Partido de la Liberación Dominicana se van cayendo lenta, pero sostenidamente, fruto de la corrupción, cada vez mayor, de la impunidad que impide que sean castigados ejemplarmente los responsables y de la incapacidad para enfrentar y resolver los problemas nacionales que se agravan cada día más.
La imagen del presidente Medina se deteriora a la velocidad del relámpago a pesar de las visitas “sorpresas” –que de sorpresivas no tienen nada- y de la enorme inversión en los medios de comunicación en propaganda y publicidad.
Las palabras y promesas del mandatario no tienen valor ni en las galleras. ¡Nadie le cree ya!
Se derrumba el gobierno. ¡Lo está tumbando la corrupción y la impunidad sin que la oposición le haya dado algunos empujones para que termine en el abismo! Ha sido la sociedad civil, la pequeña y mediana burguesía, generalmente sin militancia partidaria, la empoderada, la que ha hecho conciencia del deterioro ético y moral de las autoridades.
De existir una oposición fuerte, decidida a la lucha por las vías que la Constitución le asigna, el cáncer que ha hecho metástasis en el cuerpo social y político, ya habría producido sus fatales consecuencias en el paciente que yace moribundo.
Los presidentes de los países involucrados en el expediente de corrupción de la empresa brasileña Odebrecht, se han referido al tema en diferentes oportunidades de manera muy drástica y contundente, citando nombres de quienes recibieron sobornos y enviándolos a la cárcel. El único mandatario que no ha dado la cara, que no ha dicho “esta boca es mía”, que se ha tornado “ciego, sordo y mudo”, como si las cosas no fueran con él, es Danilo Medina. Se mantiene impertérrito, confiado en el control de las estructuras del Estado y de los medios de comunicación, con más de tres mil bocinas a su disposición en todo el país, y la debilidad de los partidos de oposición cuyos dirigentes no se han colocado a la altura de las circunstancias.
El pueblo quiere saber quiénes recibieron los 92 millones de dólares en soborno; el pueblo quiere que sean sometidos a la justicia, enviados a la cárcel y que sus bienes les sean confiscados y devueltos a la arcas del Estado; el pueblo no quiere impunidad para los corruptos no importa cómo se llamen ni qué posición ocupen en el tren administrativo, ni en el PLD o cualquier otro partido, si son del Comité Político o del Central. ¡No más vacas sagradas!
La corrupción no parecía importarles a los dominicanos que cada cuatro años acudían a las urnas a votar por “el menos malo” o por el que disponía de más dinero para el clientelismo y la compra de conciencia, que generalmente son los candidatos del gobierno que tienen más del 24 por ciento del registro electoral en los programas de ayudas para combatir la pobreza que ellos mismos generan con el robo y el desfalco de los fondos públicos.
Pero ya no es así. El pueblo sabe que la corrupción es uno de los principales males del país. Y la está enfrentando hasta ahora pacífica y ordenadamente, como dice la ley. Pero la lucha puede pasar a otros planos si las autoridades no responden adecuadamente, como también manda la ley. La desobediencia civil es un recurso al que todos los pueblos del mundo han recurrido en algún momento de su historia, incluyendo el pueblo dominicano. ¡Que se asuste el PLD, no el pueblo!
Se derrumbando el gobierno. ¡No haré nada para impedirlo!