Recogiendo limosnas no lo tumban
El PLD comienza su doceavo año consecutivo en el poder y su decimosexto año en total. Si contamos desde la transición de 1978, ningún partido ha gobernado por tanto tiempo. Joaquín Balaguer lo hizo por 10 y el PRD por 12.
Durante todo este período, el PLD ha acumulado mucho poder y la oposición política tradicional (PRSC y PRD) ha colapsado. Ambos proceso se retroalimentan. Si existiera una oposición sólida, el PLD no hubiese gobernado por tanto tiempo.
Con frecuencia se plantea que el colapso de la oposición es producto de la acción macabra del PLD, pero aunque el PLD ha contribuido al desplome, el mal de origen proviene de los partidos colapsados.
Primero aclaro, hablo del colapso de la oposición por dos razones: los partidos grandes tradicionales, con excepción del PLD, se han dividido en años recientes y proyectan hacia el 2016 bajo apoyo electoral.
El PRSC y el PRD fueron partidos con capacidad de ganar elecciones, o por lo menos de captar el apoyo de un amplio segmento del electorado. Hace 20 años el PRSC no lo logra y el PRD parece trillar el mismo camino.
Desde el Gobierno, el PLD ha solidificado el sistema clientelar y asistencial, apoyado en un crecimiento significativo del Presupuesto Nacional y el endeudamiento. En República Dominicana, los empleados públicos y sus allegados tienden a votar por quien les dio el empleo, o quienes ellos creen asegura su empleo. Por otro lado, República Dominicana registra en la región de América Latina y el Caribe el mayor porcentaje de personas que dicen tener una Tarjeta de Solidaridad, medido en las encuestas comparativas del Barómetro de las Américas.
Con un amplio sistema de empleomanía pública y nominillas, y con un crecimiento sin precedentes del Estado asistencial, el PLD tiene asegurada una votación básica que lo aventaja con relación al resto. Eso no quiere decir que la oposición nunca ganará elecciones, sino que para ganar necesita concitar amplio apoyo; y para concitar ese apoyo necesita encantar la población, ser creíble y tener una formidable organización.
La oposición, por el contrario, ha asumido erróneamente que el PLD se deteriorará de manera natural por la insatisfacción ciudadana, y así se abrirá un espacio para ganar. Nada más lejos de lo cierto porque la insatisfacción no se traduce necesariamente en un voto oposicionista. Para que la mayoría decida sacar un partido del poder, tendría que producirse una crisis económica devastadora, o la oposición tendría que ofrecer de manera creíble una alternativa a lo existente. En la actualidad no existe una cosa ni la otra.
La economía dominicana, aunque precaria, aún se sostiene con relativa estabilidad; y los partidos que fueron tradicionalmente grandes no constituyen una opción de poder (por eso se han plegado al PLD), mientras los demás siempre han sido minoritarios o están en proceso de estructuración.
Sólo la sinergia que produce la unificación de propósitos podría despertar en un segmento importante de la población el interés por una opción electoral diferente a la oficialista. Pero en su afán por mantener las apetencias de unos pocos dirigentes, los partidos con potencial de constituirse en oposición fuerte, permanecen disminuidos electoralmente. Ese chiquitismo ha servido de soporte a un PLD que enfrenta desgaste político, ahora encubierto con la alta aprobación del Presidente Danilo Medina.
Como decía la canción en la Era de Trujillo, recogiendo limosnas no lo tumban. Para enfrentar el PLD con éxitos, la oposición necesita desarrollar vocación de unidad, inteligencia política, liderazgo efectivo y credibilidad; y en todo eso andan cortos aún al día de hoy.