OPINION: Propuestas para una defensa de la cultura en el exterior
Por Tomás Modesto Galán
Faltó una bola de cristal para ubicar al misterioso Comisionado Vitalicio de Ultramar, al igual que gran parte de la alta empleomanía del país, y proponerle trabajo social de verdad. Otra promesa de servicio al cliente frustratoria. Lo que sobra en El archivo general de la nación, falta en cualquier ventorrillo oficial.
Al diligente funcionario en desgracia con el ministro de cultura le faltó un avión privado y una estadía más larga para que se concentrara en la gestión de encontrar una solución al impasse creado por la falta de crédito económico y moral para solucionar el déficit que afectó a los ganadores de los Premios Letras de Ultramar 2018.
Pasaron cuatro largos meses y no llegó el dinero del ministro de Cultura, ingeniero Eduardo Selman, ni siquiera arribó una yola blanca con una remesa vacía para los poetas ganadores de esta derrota espectacular, Roselina Benjamín y Leonardo Nin. La espera del poema de la patria fue infinita, desconcertante y humillante. Por fortuna, tampoco hubo lágrimas sangrantes. El ministro de cultura del imperio nacional de nuestra media isla no tiene misericordia. No le importa el destino de una de las tantas instituciones simbólicas del feudo del exterior. De esta no se sabe si es una célula del partido o un antro reeleccionista de Gana con Danilo. Pero tranquilos, señores. Llegó la hora de las propuestas engavetables. Los hombres invisibles gozan de más salud amoral que los visibles. Solo aparecen a la hora de alimentar la cartera de ilusiones tormentosas para atacar cualquier súper mercado o usurpar su puesto preferido con una risotada.
Aquí hay algunas propuestas para una locura más sana que se interrogue sobre los abusos del poder ciudadano en el exterior de nuestros aposentos internacionales, sin temor a una cancelación o a la interrupción de un periodismo interesado en sabotear la mentira de su agónica existencia. La verdad ya hastía a los poetas oficiosos que todavía creen que somos buenos para alimentar la pasarela reeleccionista del negocio oficial.
El cáncer amoral ya no es físico. Por vanidad de la soledad besamos a los santos para estar seguros de que Dios aún finge existir. El cadáver de su hijo pródigo, acostado sobre un banco de la catedral de Saint John the Divine es la primera advertencia del triunfo rotundo de una sensualidad mercenaria, hoy en el poder mundial. Le negaron el Daca a Jesús en esta vida y lo deportamos en la otra.
Examinen el glamour del monolinguismo de la razón. Ayuda a entender el monopolio de la inseguridad. Es urgente una demanda pública contra quienes roban espacio en el interior de cualquier fosa común. Ahora no podemos echarle la culpa a los colonizadores españoles del siglo XVI-XVII ni a los gringos de hoy. Un tema actual pudo haber sido cambiar el nombre de la calle Nicolás de Ovando por la avenida Lemba o Jacques Viau Renaud con una Plaza descolonizada en el barrio de Cristo Rey.
En el 2019 no nos asociamos para conquistar la antigua madre patria. La de Federico García Lorca y Miguel Hernández era una mas secreta. Los españoles de hoy nos vencieron. Nos confabulamos con la politiquería para hundir la cabeza bajo el lodo de la cultura de la mentira. El falso merengue trasladado a la parte hispánica de la península ibérica hizo su trabajo. Una parte de la literatura de la diáspora es una burla oficial, un addendum decidido en secreto. Llámese poesía incompleta, acrósticos, antologías que segregan la añoranza, premios nacionales aunque digan que el bochorno es solamente nacional, indiscreto, ilegítimo, absurdo, muchas veces obtenido sin ninguna justificación.
Como hace falta una utopia de la mentira, hay que investigar legitimidad de los jurados literarios misteriosos, armados con prisa para una matanza espiritual perfecta. El ministerio de la cultura de la desverguenza ha quedado endeudado por algunas violaciones sin respuestas. La interrogación es un arcaismo del poder. Los ganadores aún aguardan por el último premio de Las letras de Ultramar en bancarrota y que por favor, incluyan los viáticos de un viaje sorprendido por la ambición de pagar lo que se debe en un pretérito hipotético menos ficticio. No es este un robo a mansalva a la razón de la cultura migratoria? A quién le duele este robo callejero?
Los poetas Roselina Benjamin y Leonardo Nin ya se cansaron de esperar la rueda de la fortuna. Durante 4 meses aguardaron en el remanso de la indignación y la paciencia de cualquier Job. No hizo falta ponerle suero a su arte. La gestión mediadora del Comisionado de cultura de USA terminó en un estado fallido. Al otro lado del aquí o del allá, la rueda monótona y vacía arroja otros premios sin importancia. Un premio desprecia al otro. Ese es el estado de la cultura que pagan los contribuyentes desterrados.
El reparto es una ley de la selva. Un oficialismo acrítico protege las cuotas partidarias de las victorias sospechosas. La politiquería le quita glamur y valor a unos premios basados en la segregación y en la falta de independencia crítica e intelectual. Ese estado de corrupción afecta a los dominicanos desnacionalizados por la política imperialista de un estado que criminaliza a los que ponen en alto la verguenza del país para no solucionar una guerra política fálica en el interior del partido (casi único) que exporta la misma ausencia de democracia a los parajes de la confusión.
Una vez más faltaron los hoteles prometidos por las bases falsificadas que fueron violadas una vez más. Faltó el diploma del desconocimiento. Sobró el caprichoso desdén. La moral institucional descendió a cero. A otros héroes del pasado les entregaron calles oscuras y llaves ganadas con el sudor de la brutalidad de los dedos de la inconciencia. Alguien diría en su sano delirio: Hay aceras donde falta mi nombre. Hay bustos suficientes donde aún no veo mis ojos asombrados. Es el fascismo de un Real State cultural que no cuestiona la ausencia.
Hay suficientes ruinas para mansturbar la esperanza. Ya es hora de que se entreguen nichos gratis para los consagrados a la soledad. Un paseo de lujo con la máscara de un payaso perverso y la cabeza del emisario del César sensual, el Señor Pompeo, patinando por la calle El Conde y demandando respeto a la democracia criolla y que vengan los oficiales de inmigracion por el Bronx para saludar a los suicidas sin ciudadanía, y a los demorados en algún país sin fines de lucro. Que se haga una traducción al creole de cualquier libro sobre el lado oscuro de la luna. Ahí está la sombra de la diáspora.
Que los ministros sin cartera sigan multiplicándose como el arroz con leche y que los poetas traigan sus poemas sobre la reforma de la constitución, con algunas copias de los próximos nombramientos, y que muestren sus alcancías vacías con un elefante hermoso. Fichar a aquel genio que pinta perfiles para la opresión. Que se dejen tocar para ver si son reales.
Declarar vitalicio a quien haya hecho de su gestión una dictadura horizontal perfecta. Ocultar poéticamente cualquier robo de salarios a plena luz del día. La noche sólo es buena para cerrar la Casa Verde por una hora infinita, y tocar las alarmas de un fuego sano y aterrador que nunca llega hasta que un curso sobre ecología de la razón demuestre que es injusto ese reality Show de la mentira abundante. Demoler la casita para levantar un nicho autónomo, robusto que demuestre estar descontaminado de ese oficialismo inútil y politiquero donde solo la mentira es vitalicia.
Que los cónsules comprometidos con otra imaginación menos depredadora paguen por los platos rotos, incluyendo los embajadores alternos, agregados culturales internos, donde nadie usurpe las servilletas de los baby s Showers, las velas de una cultura muerta de risa, borracha de estupefacientes a la española. Adecentar el velorio para dejar de violar al muerto de turno con un poema que ya no da más placer que risa. El sarcasmo es más ineficaz que la ironía del feudo de lugar. Que la comunidad deje de ser banal, y no una sociedad de escritores invertebrados, vendidos por un boleto de avión o una temporada en el vacío nacional que cuida más los viáticos que la cultura popular.
Que se haga una investigación sobre las antologías que faltan. Que se elimine un reconocimiento por mes. Que se declare una moratoria para imprimir diplomas que nadie se ha ganado o el tráfico ilegal de pergaminos absurdos. Que se haga una auditoría minuciosa para saber si hubo otras auditorías posibles y secretas en la Casa Verde. Que se le otorgue un avión de papel privado a quien investiga si los últimos premios fueron fallidos o fueron ficticios y si volveremos a participar en otra velada mortuoria que dependa de fondos públicos inexistentes, de origen y destino sospechoso. Cuestionar con arrogancia el principio de hacienda y los cementerio pagados en otra sociedad de poetas muertos. Qué tribunal de la imaginación se atreverá a juzgar esta inteligencia sicaria?
Hace falta una auditoría de las auditorías que los ministros olvidaron. Que un miembro del partido del partido, del otro partido de la otredad de las últimas entelequias, renuncie como un ejemplo de que la miseria cuenta con la complicidad de la locura, aunque dé más resultados descontaminar el manicomio cerrado del kilómetro 28, hasta nuevo aviso. Divorciar la falta de apariencia entre ser un instrumento de perdición para otro país al servicio de la miseria del otro.
Hay que investigar el negocio delicioso y delicado de las ruinas culturales y el matrimonio colonial de tener la casita de ultramar como Casa de contratación de semillas furiosas para hacer turismo cultural en la luna. Aplaudan la falta de una solución práctica del almacén de libros que nunca llegan a las bibliotecas del país que nunca existieron antes de salir del país, o que se exporten a la madre patria hispánica para alfabetizar la generación perdida para el censo o se escondan en hogares cultos, a ver si lloramos con gritos a un descuento de un 10%. Una nube de especiales diseminados para la frontera de la locura.
Hay que actuar rápido antes de que el fuego queme el altar del paraíso terrenal de la cultura en calzoncillo y hacerle caso aunque sea durante el sueño a la gran propuesta imposible de discutir de verdad. Cuestionar el origen de la locura oficial. Vestidos de luto, amenazado por un gagá internacional con iniciativas para un Dembó, una guira auténtica en la cartera y un juicio sumario a quienes queman las agendas de una discusión pública y abierta con la diáspora sobre la necesidad de quemar la constitución pragmática y sacar por una hora la del profesor Juan Bosch para divertir a los caídos al revés.
La actual tampoco existe porque es carne de cañón para que los notarios públicos encuentren algo que sea verdaderamente institucional en el exilio exterior o en el interior. Solo otro humor poético servirá para tentar a los sordos y a los ciegos a compartir con los que combaten la impagable deuda eterna, trabajando tres tandas al día para que no falten las remesas del día de la independencia insostenible y la restauración que le salva el moro a los historiadores del paraíso.