¡Poquito me lo jallo!

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EL AUTOR es escritor, poeta y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

¡Este país es una conga encojonada!

Danilo Medina alcanza un 63% en la encuesta Gallup y muchos lo dudan. Yo, en cambio, ¡poquito me lo jallo! Porque, tomando en cuenta que desde el fondo de la realidad social dominicana actual vivimos en una “cuasi-dictadura”, su porcentaje debería ser muy próximo al 100%. Y pongo un ejemplo concreto: Teodoro Obiang, el presidente reeleccionista y “casi-dictador” de Guinea Ecuatorial, quien acaba de ganar las elecciones con el 98% de los votos. Obiang tiene treinta y seis años en el gobierno, y bajo su control todos los mecanismos de manipulación social que se puedan manejar desde el poder. ¡Es un tolete de hombre! ¡Un tíguere bimbín! ¡Un perdonavidas que aplasta con la suela del zapato el cabo del cigarrillo! En esta conga encojonada de país lo que necesitamos es un tipo franco como él.

Y no importa que Danilo Medina únicamente tenga cuatro años en el poder, ni que se haya comido con yuca a la clase media; lo cierto es que un 63% es un nivel mediocre para un “líder” que lo domina todo, que asfixia a la nación con su imagen, que se sobreimpone con una propaganda atronadora y un control absoluto de los órganos de legitimación social; y lo demuestra con creces Teodoro Obiang.

No hay suma de dinero que Danilo no alcance, y lo ha usado con prodigalidad, hacia dentro y hacia afuera de su propio partido. Descuartizó a Leonel Fernández y compró a sus seguidores en el parlamento. Cercenó la democracia partidaria trocando reelección por reelección, dejando en sus puestos al cien por ciento de los senadores y a más del noventa por ciento de los diputados.

El 23% del voto es un voto de temor porque es cautivo de los programas asistenciales del Estado, y la maquinaria partidaria del PLD en más de veintiocho mil militantes medios se financia con fondos públicos. Prostituyó la “oposición” comprando a la franca las estructuras de las partidocracias tradicionales, y su cara aparece en 14 de las veintiséis casillas de la boleta electoral. Gasta desde el Estado 18 millones de pesos diarios en promoción personal, y el PLD rompió los límites de la razón al invertir, según un estudio publicado, $772 millones de pesos, de enero a marzo del presente año. Todo el Estado dominicano está en campaña, y nadie puede decir con certeza cuánto le costará a este pobre país la reelección de un hombre “providencial y mesiánico”.

Por todo ello, ése 63% de la Gallup, “poquito me lo jallo”. Y me decanto por Teodoro Obiang. Si usted está dispuesto a desguañangarlo todo, ¡desguañánguelo! La hipocresía del juego democrático no es compatible con la más desproporcionada inequidad. Danilo Medina no es un candidato, es un abusador. Su hegemonía depende del ventajismo de no saber competir en igualdad de condiciones, y lo que mejor lo demuestra es ése 63% de la Gallup. Porque Teodoro Obiang reproduce casi las mismas condiciones de supremacía de Danilo Medina, y gana con un 98%. Teodoro Obiang es más franco, más proclive a la brutalidad del hecho: 98%, y ¡sanseacabó! Nuestro presidente reeleccionista lo ha prostituido todo para permanecer en el poder, y aún sonríe y nos quiere hacer creer que vivimos en una democracia. Como Obiang, Danilo Medina se aprovecha de la ignorancia. Como Obiang, Danilo Medina incentiva la corrupción como cemento invisible de su liderazgo. Como Obiang, Danilo Medina se cree imprescindible, y responde a un grupo económico que depreda el Estado. Como Obiang, Danilo Medina hace vivir a Guinea Ecuatorial la caricatura de una democracia, ¿Por qué, entonces, 63% y no casi el 100%?

¡Este país es una conga encojonada!

Nos hemos pasado más de dos tercios de nuestra seudo república luchando contra el autoritarismo, y siempre nos sorprende el advenimiento de lo insólito. El 63% de la Gallup hace que muchos lo duden, pero a mí lo que me arroja dudas es que no sea casi el 100%. Teodoro Obiang es franco y cabalga en una historia lineal, Danilo Medina es la reticencia de nuestro silencio, la maldita desgracia del nombre que siempre olvidamos en nuestra historia por una extraña fatalidad, y que siempre regresa: Dictadura. Es lo que Obiang no oculta, y Danilo sí. ¡Poquito me lo jallo!

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