OPINION: Populismo, demócratas y republicanos

 

Al senador por el Estado de Vernond, Bernie Sanders, le costará mucho trabajo detener el aluvión de resentimientos anti partido y anti sistema, que atizó con fuerza, durante todo el largo proceso convencional del Partido Demócrata, contribuyendo a exacerbar el odio a Hilary Clinton que de por si cultivan sus seguidores desde siempre.

 

Cuando el precandidato perdedor, llamó a sus seguidores a votar por su rival en las elecciones de noviembre, recibió una rechifla generalizada de parte de una multitud delirante y decepcionada.

 

Algunos de sus fanáticos hasta lloraron, mientras las consignas anti Hillary resonaban estridentes, en el ambiente caldeado de la convención del Partido Demócrata donde esta fue proclamada candidata presidencial.

 

Los enardecidos simpatizantes del senador se niegan rotundamente a aceptar que perdieron las primarias y algunos proclamaban que jamás votarían por la primera candidata presidencial proclamada por uno de los dos partidos predominantes en la política norteamericana; mientras que otros juraban que para votar por Clinton, preferían hacerlo por Donald Trump, llegando incluso, algunos delegados a retirarse de la convención en señal de protesta.

 

Sanders probó de los efectos de su propia intransigencia “revolucionaria”, cuando tras elogiar la plataforma del partido que sus aliados habían negociado , fue abucheado por sus propios seguidores, en un discurso en el que dijo, que se debe votar la fórmula Hillary Clinton-Tim Kaine; lo que cayó como un balde de agua fría en las masas cautivadas por su ardiente discurso insurgente.

 

El resentimiento acumulado durante los meses de proselitismo camino a la convención, fue exacerbado cuando fueron publicados miles de emails hackeados a los computadores del CND (Comité Nacional Demócrata), supuestamente por el gobierno ruso, donde se alega que se hicieron comentarios que iban en contra de Sanders y favorecían a Hillary.

 

Aunque se debería comprender que fue el mismo senador el que se buscó la antipatía de muchos jerarcas y gran parte de los simpatizantes del PD, por sus críticas demoledoras contra el establishment demócrata, el sistema de partidos y su ataque a los emblemas del sistema norteamericano, como es el caso, para mencionar uno, de Wall Street (bolsa de valores).

 

Como dice un dicho popular: aquellos vientos trajeron estos lodos. Por lo que ahora será difícil solucionar la dispersión provocada en las bases mas a la izquierda del partido, al instigarlas irresponsablemente, a la radicalización y a la rebelión, contra el orden establecido sin prever las consecuencias que ahora se observan en la reacción radical mostrada en la convención partidaria.

 

El viejo Sanders debe gestionar esas reivindicaciones que él enarbola y que pide la juventud y también el grueso de la sociedad, de una forma moderada, lógica, sin demagogia, y sin lesionar el sistema democrático vigente, que es el que nos garantiza la estabilidad y el modo de vida civilizado que hoy disfrutamos.

 

El mismo Sanders (social demócrata confeso), no es tan radical, como son muchos de los que lo siguen; los que se muestran mas papistas que el papa, con el comportamiento radical mostrado en la reunión convencional. Muchos de sus seguidores se comportan como ultraizquierdistas y agitadores profesionales.

 

Las revoluciones de izquierda, todas han fracasado y han ocasionado a la humanidad millones de muertos, desestabilización y grandes y profundas crisis económicas y sociales; los ejemplos sobran y son palpables en la actual hecatombe que sufre un país rico como Venezuela.

 

Lo ocurrido en las convenciones de los dos partidos que dominan el escenario político estadounidense, nos muestra que el populismo tuvo la capacidad de erosionar la unidad partidaria de ambas organizaciones.

 

En el republicano, se impuso encabezado por el controversial Donald Trump, y en el demócrata fue derrotado; pero en ambos dejó sus secuelas divisorias, como sucede en las sociedades de los países donde logra instalarse ese dañino estilo de gobernar.

jpm

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