OPINION: Mesura, distanciamiento y protección
«Estar vivo” y “estar viviendo» son dos conceptos del lenguaje humano que parecen significar lo mismo, pero no es así.
«Estar vivo» fundamenta la existencia de un ser humano o de cualquier especie, aunque mantenga un estado pasivo y no haga literalmente nada o casi nada.
Mientras que “estar viviendo” involucra la realización de alguna tarea o actividad que puede ser productiva, placentera o simplemente creativa. Cuántas veces hemos escuchado personas responder al saludo tradicional, ¿cómo está?, diciendo “estamos vivo”. En mi caso, en forma de chanza he reaccionado señalando a quien me ha contestado así: “pero de por Dios, vivo está ese perro y hasta ese pollo.”. Y le he reclamado: “No descienda la condición humana a nivel de ese animal”.
Desde el inicio del mes de marzo hasta la fecha, yo no estoy «viviendo», solo estoy «vivo». Motivo, la pandemia que nos azota. Ahora fue que me motivé a escribir algunas cosas, y esta decisión es producto de los efectos que produce el ocio.
El cuerpo manifiesta pesadez y dolencia muscular. El cerebro exige ocupación, ejercicio mental que disipe y descargue energía. Todo esto es necesario para mantener el cuerpo en forma.
Para mi ha sido durísimo estar sometido a este encierro. Mi situación está siendo angustiosa, porque disfruto la calle a plenitud; me gusta; pero el momento manda sacrificio, hay que ajustarse al mandato de los que manejan la presente situación. El mundo se encuentra en gran medida paralizado, los efectos económicos se manifestarán más adelante, cada día crece la preocupación.
En cambio, he observado con estupor a través de la televisión y periódicos digitales, que en las diferentes latitudes del planeta, grupos, multitudes de personas que merecen llevar en su pecho un sello que los identifique como «miembro del club de la buena vida»; solamente piensan en diversión, no aceptan pausas. Se divierten como si nada estuviera pasando, pudiendo con su actitud irresponsable y temeraria, contagiar a alguien que no ha disfrutado quizás ni una décima parte de quien se lo transmitió.
Es más, pude observar en los noticieros a una ciudadana estadounidense: «Prefiero que me mate el coronavirus y no el encerramiento».
Al utilizar la palabra «temeraria», llegó un hecho guardado en mi memoria romántica, que narraré con brevedad: durante mi bachillerato en la ciudad de San Cristóbal, R.D., mi pueblo, en una exposición que hice en la clase de gramática impartida por la querida profesora Lusitania Martínez, recuerdo abordé el tema titulado: «En qué consiste el miedo, la temeridad y el valor».
Cada viernes le tocaba a un grupo diferente. Dije en esa ocasión que la expresión «temeridad» estaba ligada íntimamente con la palabra «suicida». Que es por definición aquel o aquella persona que se lanza contra un adversario o cualquier circunstancia aventurera, sin importar las condiciones más adversa respecto a la posibilidad de salir victorioso. No le teme el resultado.
Conocí siendo muy joven en mi pueblo un buen ejemplo de quien ejerció a todo lo amplio la «temeridad». Se llamó Julio Parra Pagán. Por ejemplo, para éste no tenía importancia enfrentarse a una patrulla de guardias. Su rostro no le cabía una cicatriz más por las heridas recibidas. Murió de una pedrada propinada por un jovencito de catorce años, mientras disfrutaba de una de las tantas borracheras.
Cosas de la vida. Ese era un desquiciado social. Pues, así se está comportando ese grupo que desafía los controles establecidos por los que manejan la terrible pandemia que nos afecta. Dan la impresión de estar siendo víctima de un síndrome de fiesta sin límites. Es que son incansables. Parece no existir forma de controlarlos.
Las autoridades se han visto precisadas en muchos casos, de acudir a la fuerza para someter a esa multitud desconsideradas. Señores: hay tiempo para fiestas, para playas, para hoteles. Mesura es lo que se impone en estos momentos. Distanciamiento y protección.
Renuncien a esa actitud que no aprueba la sociedad pensante. Con esta conducta crecerá la crisis; esto, nos puede enrumbar por dirección equivocada y dolorosa de mayor magnitud. Practiquemos el buen juicio, enfrentemos esta pandemia con una actitud responsable.
JPM/of-am