OPINION: “Mareando” el pueblo

 

El presidente Danilo Medina espera que un milagro, en Brasil o Estados Unidos, lo salve en el caso de Odebrecht: Que haga erupción un volcán, caiga un meteorito en el centro de la tierra, se produzca un terremoto, un ciclón o tormenta, de tanta magnitud, que la gente, por un asunto de prioridad, olvide los sobornos, las sobrevaluaciones, la corrupción y la impunidad que le dan fundamento y sostén a su gobierno.

Para su desgracia el Clásico Mundial de Béisbol que entretiene al pueblo dominicano, lo cual no es difícil por su propia idiosincrasia, no durará para siempre. Terminará en unos días y la gente volverá a su realidad.

Mientras “el hacha va y viene”, Danilo trata de ganar tiempo con el deseo de que las manecillas de reloj avancen, los días corran, los meses vuelen y los años que le quedan en el gobierno pasen a la velocidad del relámpago para terminar su último mandato aunque sea en sillas de ruedas o en muletas.

El proceso judicial avanza más lento –como suero de miel de abeja- que en todos los demás países involucrados en el expediente de corrupción por sobornos y sobrevaluaciones  en más de 14 países, principalmente de América Latina. En Perú el ex presidente Toledo  es pedido en extradición; el propio mandatario Kuczynski está siendo investigado.  En ese país se han tomado medidas concretas para terminar con la impunidad. En Colombia un ex viceministro está en la cárcel;  hasta el presidente Santos está siendo cuestionado seriamente. En Brasil el rancho arde amenazando con quemar en su propia hoguera al presidente Temer.

Mientras el escándalo es objeto de serias y profundas investigaciones en los demás países, en el nuestro ocurre lo que las organizaciones populares de la sociedad civil llaman “mareo” (“Sensación desagradable que suele presentarse al girar la cabeza en repetidas ocasiones, al inclinarse o al incorporarse”)

Nos están “mareando” con los interrogatorios insulsos, declaraciones con palabras ensordecedoras (“Hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga”; “en mi gobierno no hay vacas sagradas”, etc.) para dormirnos profundamente con pastillas que crean adicción y mantienen al pueblo caminando como zombis, sin conciencia política ni social.

Un pueblo “mareado” –aturdido por las bocinas y los medios de comunicación que reproducen sus idas y comentarios una y otra vez durante todo el día- se obnubila. Está aturdido. Solo la movilización en las calles haciendo más ruido que las bocinas, los megáfonos y las cornetas oficialistas pueden hacer que el pueblo despierte, se empodere y tome conciencia del daño que le causa la corrupción y la impunidad que la estimula y patrocina.

La marcha verde del 22 de enero que se replica con éxito en Puerto Planta, Pedernales y demás pueblos del interior, no deben cesar junto con otras expresiones de protestas. Los partidos políticos no pueden continuar ocultándose detrás de Participación Ciudadana, Somos Pueblos y otras organizaciones de la sociedad civil. Tienen que dar la cara y jugar su papel de oposición, tomar la delantera, asumir la vanguardia sin desplazar a los demás.

Al presidente Danilo y al PLD no le será fácil salir del caso Odebrecht. En su tablero de ajedrez tendrán que sacrificar algunos peones, algún arfil, una torre, un caballo y hasta la dama.  Pagarán consecuencias muy serias y graves si los partidos de oposición junto con las demás organizaciones impiden el “mareo” y profundizan la lucha tomando las calles. No hay otro modo. ¡Adelante, pues!

 

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