OPINION: Los hijos de Dessalines y RD

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El autor es abogado y profesor universitario. Reside en Santo Domingo.

 

¡Solo siendo dominicano, se siente lo que yo siento!

Para conocer a nuestros vecinos haitianos y saber, tentativamente, porque con ellos nada es previsible y mucho menos seguro, cómo reaccionan frente a nosotros y como realmente piensan o razonan, y sobre todo en su historia lo que han hecho y que permanece en sus mentes, me he permitido brevemente recopilar una historia de que hizo en nuestro país, este denominado Emperador Jacques I, en realidad el bárbaro y/o hombre primitivo  Jean-Jacques Dessalines, cuyos hijos putativos, son los que hoy invaden nuestro amado país.

El nació en Grande Reviere du Nord, en el antiguo Santo Domingo francés el día 20 de septiembre de 1758, adoptando   el nombre de su maestro Jean Jacques   y fue asesinado en Puerto Republicano, Haití el día   17 de octubre de 1806, por sus colaboradores, Alexandre Pétion y Henri Christophe, quienes tras su muerte, se repartieron el poder de la nueva nación.

Dessalines fue un líder de la Revolución haitiana que proclamó la independencia de Haití, el 1 de enero de 1804 y se convirtió en su primer gobernante. En septiembre de 1804 se proclamó Emperador con el nombre de Jacques I.

Antiguo esclavo participó en las revueltas de los esclavos de la colonia francesa de Saint Domingue, y estando al servicio de Toussaint L’Ouverture alcanzó el grado de General y cuando éste fue depuesto por las tropas francesas enviadas por Napoleón para reconquistar la isla, fue nombrado al frente de las tropas del Sur.

Sin embargo, luego que Toussaint fuera detenido y enviado a Francia y con el arribo de noticias del restablecimiento de la esclavitud en otras colonias francesas, Dessalines organizó en octubre de 1802 un amotinamiento contra las fuerzas francesas a las que enfrentó en una sangrienta lucha.

Finalmente venció a los franceses en la batalla de Vertieres en 1803 y los expulsó de la isla.

Fíjense en esta perla: En 1804 ordenó el exterminio de la minoría blanca que aún permanecía en su país, lo que ocasionó la muerte de entre 3,000 y 5,000 personas durante los meses de febrero, marzo y abril de 1804.

En septiembre de 1804 se autoproclamó Emperador, siendo oficialmente coronado el 8 de octubre en la ciudad de Le Cap.

Previamente, entre 1801 y 1805 el ejército haitiano con enardecidas tropas bajo su comando, hizo sangrientas incursiones a la parte oriental de la isla, y fueron las que   más daño produjeron a la parte oriental de la isla en toda su historia.

Saquearon y quemaron las poblaciones de Monte Plata, La Vega, Cotuí, San Francisco de Macorís, San José de las Matas y Montecristi.

El 1 de enero de 1804 Dessalines, declaró la independencia de la isla, a la que devolvió su nombre en lengua arahuaca, Haití.

Para asegurar la supervivencia del nuevo Estado, Dessalines, reprimió durante su breve reinado de dos años, a la población blanca: prohibió a los blancos el acceso a la propiedad de las tierras, y, temiendo que su presencia justificase una invasión de Francia, propició una masacre que supuso prácticamente su exterminio.

En muchas de estas poblaciones las tropas haitianas se las ingeniaron para engañar, ordenándole acudir a las iglesias, con el falso pretexto de que esta era la manera de poder para garantizarles a todos la vida.

Pero cuando parte de la población ya se encontraba en dichos templos, lo que hicieron fue decapitar a más de quinientas personas en aquellos lugares sagrados, entre ellos niños y mujeres indefensos, incluyendo  al sacerdote católico Fray Pedro Geraldino, quien fue ensartado por las bayonetas haitianas cuando intentó oponerse a la matanza.

Miles de habitantes murieron en estos hechos criminales perpetrados durante las dos primeras invasiones haitianas a la parte Este de La Española.

Durante su regreso, Dessalines saqueó e incendió las poblaciones de Monte Plata, Cotuí, La Vega, Moca y Santiago, pasando a cuchillo a todos sus vecinos.

Cuando Napoleón anunció en 1803 su intención de restaurar la esclavitud, Dessalines junto a otros dirigentes negros se sublevaron. Ayudados por Gran Bretaña expulsaron a los franceses de Santo Domingo y en enero de 1804 rebautizó la colonia con el nombre de Haití declarándola república independiente.

El 8 de agosto de 1804 llegó a Haití la noticia del coronamiento de Napoleón Bonaparte como emperador, y los secretarios de Dessalines le hicieron ver que el cargo de General en jefe y Gobernador no le convenía como cabeza de una nación independiente y redactaron una solicitud para que también en Haití fuese establecido un imperio.

Dicha solicitud circulaba entre los generales y altos oficiales para que la firmasen, cuando Dessalines, adelantándose a los acontecimientos, se autoproclamó Emperador con el título de Jacques I.

Entre las medidas tomadas por Dessalines figuraron la confiscación de todas las propiedades que en 1802 habían sido vendidas a distintas personas, procediendo a arrendarlas por subasta, y la creación de un impuesto territorial a los cultivos, poniendo a trabajar en ellos forzosamente a todos los haitianos que no tuvieran un oficio mecánico.

Estas medidas provocaron un descontento general que originó una conspiración de sus lugartenientes con fines de derrocarlo, la cual prosperó rápidamente por todas partes hasta que una descarga de fusilería acabó con su vida.

En presencia de Dessalines, las tropas haitianas quemaron vivo al también sacerdote  católico José Vásquez, porque el religioso consideró como satánico lo que hacía el ejército haitiano.

En enero de 1805 los remanentes del ejército francés que quedaban en la parte este de la isla comandados por el General francés Louis Marie Ferrand entran nuevamente en acción. Ferrand decretó a sus tropas capturar  niños de ambos sexos de raza negra hasta los 14 años de edad para ser vendidos como esclavos.

Este hecho provoca la ira de Dessalines quien invade la parte Este de la isla, toma la ciudad de Santiago, y luego se dirige decididamente a ocupar la ciudad de Santo Domingo.

El ejército haitiano intentó acabar la resistencia francesa protegida por la muralla de la ciudad. Dessalines no desarrolló un plan para su invasión pues no trajo artillería.

Semanas más tarde, llega a las costas de la ciudad de Santo Domingo, una escuadra de barcos franceses comandada por el almirante Missiesy. La flota francesa cañonea las posiciones haitianas y parte rumbo al Oeste. Dessalines interpreta que puede ser un ataque a su país y se retira rápidamente.

En su gobierno, Dessalines   intentó restablecer la economía de las plantaciones mediante un sistema de trabajo forzado. Este golpe de Estado fue promovido por sectores acomodados, que aunque previamente le habían apoyado, se vieron afectados por la promulgación de una ley de reforma agraria con características revolucionarias. Dessalines fue bisabuelo de Cincinnatus Leconte, que sirvió también como Presidente de Haití, de 1911 a 1912.

Como ven, el gobierno de este denominado Emperador no fue fácil, y aunque eliminó la esclavitud, pareciera que en cierta forma siempre la mantuvo y su impronta de hombre malo y despiadado quedó plasmada en el sentir de su pueblo ya que en su honor le fue dedicado su Himno Nacional llamado “La Dessalinienne”, el cual   en su primera estrofa expresa: “Por el país, por nuestros ancestros, caminemos unidos  en fila; traidores, ninguno de la tierra,  seamos dueños únicos caminemos unidos  por el país, por nuestros ancestros”.

Quizás es por esta razón que los haitianos interpretan y así lo redactaron en su primera Constitución y además así lo enseñan a sus hijos en las escuelas, que la Isla es única e indivisible. Solo con este concepto que permanece en sus mentes, los dominicanos debemos sentirnos, más que preocupados.

Si bien es cierto que no se le puede pasar un serrucho a la frontera para dividirla,  es  evidente que tenemos que compartirla, pero con un Muro que separe ambos territorios. Sin cerca no hay finca. Ellos allá y nosotros acá.

Tenemos una cultura y un idioma diferente de cada lado. Y sus políticos  de manera callada y abierta continúan diciendo que la isla es única e indivisible, porque desean  volver sobre nosotros,  en razón de que  en su occidental territorio  hay hambre, falta de trabajo, enfermedades, niños sin familia, analfabetos por montones y por eso cruzan la frontera, con la indiferencia de las actuales autoridades dominicanas que por ser graciosos a los poderosos de la Tierra no tienen desarrollado el sentimiento patriota y les permiten cruzar la frontera a su libre albedrio.

Nosotros no podemos hacer cambiar a Haití. No hay solución dominicana a los problemas de Haití. Eso corresponde a sus políticos los cuales deben cambiar, ocupándose de su gente, no haciéndose las víctimas con el poder del pequeño, y empujando con apoyo internacional a sus compatriotas para ocupar pacíficamente por el útero nuestro amado país, así como depredando nuestros bosques para hacer carbón.   La cocina haitiana arde con el bosque dominicano.

Tenemos leyes migratorias que ellos, mas   todos los extranjeros que están o quieren vivir en nuestra tierra, tienen que obedecer, sin retroactividad ni señalando que al nacer aquí ya son dominicanos, como los poderosos de la tierra les animan a decir.

Las autoridades nacionales violan el Código de Trabajo que fija el 80% de los trabajos en manos dominicanas y el 20% para extranjeros, lo cual genera que no pueda existir un contrato de trabajo con un sueldo justo, con salud, ni seguridad social, ni aquí ni allá, y como los empleos cuando aparecen están en RD, se motivan y se les motiva a abandonen su país.

Mantenemos un  comercio con Haití, que tiene casi 18 décadas de años de manera informal, y viene ocurriendo bajo la premisa de que yo entrego y Ud. me paga y Ud. me paga y yo le entrego.

No hay crédito, ni referencias,  ni modalidades de pago a menos que entre grandes corporaciones se paguen al través de cartas de crédito, con acreditados Bancos principalmente extranjeros, si la operación es en dólares norteamericanos.

El comercio así concebido ejecutado y practicado entre dominicanos y haitianos luce satisfacer  los requerimientos de las partes,  sin mayores preocupaciones.

El mini-comercio del mercado fronterizo también ocurre en esos términos. Generalmente,   en ningún caso,  nadie paga impuestos ni en Haití ni en República Dominicana.

Tampoco es usual ver la constitución de compañías entre socios dominicanos y haitianos, ni en Haití ni en la República Dominicana.

¿A qué se debe este fenómeno o particularidad entre dos pueblos vecinos que se compran  y hacen  negocios diversos?

¿Por qué no existe un entendimiento comercial formal entre ambas naciones o entre los sectores privados de los mismos?

Para conocer las respuestas hay que conocer al Haitiano, como lo definen los propios haitianos, no como lo percibe un dominicano que puede estar prejuiciado o envalentonado por la necesaria, oportuna vieja y mantenida idea de liberación independentista.

Un acreditado periodista haitiano, David Ades, en su obra Connaissez-Vous Cet Haitien (Conoce Ud. al Haitiano) señala: “el fondo de la mentalidad haitiana estaba fundada en ser paisano, a su sentido de habitante sedentario, su tradicional apego a la tierra, para producir su sustento y a ese creciente sentido práctico que le  proporciona su carácter de pueblo.  Por un fenómeno de reversibilidad, las influencias económicas y de la política de los últimos 30 años han afectado ese ser paisano tanto en su mentalidad como en sus actitudes. Ahora el haitiano es extrovertido, viaja al exterior y el éxodo de su población rural hace que un cuarto de la población se haya mudado a la zona metropolitana de Puerto Príncipe. Tiene poca confianza a sus vecinos, a sus servidores, a sus empleados. El Estado Haitiano es un enemigo que ejerce un poder abusivo. El funcionario, un desocupado, encargado de las transacciones estatales es un marrullero, siguiendo la expresión popular. En esas condiciones timar al Estado no es timar, es un acto de venganza.

Respecto de la autoridad, el haitiano no respeta la ley. Su comportamiento es ejemplar frente a los gendarmes. No tendrá con ellos asuntos que discutir. No cree en los jueces, ni en los tribunales ni en los abogados. Cuando ve en la calle la señal de UNA VIA, es una invitación a entrar en vía contraria. Es un gran patriota frente al extranjero, pero un pequeño patriota en el terreno donde critica con humor todos los aspectos de la vida nacional. Es un ser liberado de la esclavitud, así, todo se refleja en la libertad, por lo que ama más no trabajar, que trabajar por una miseria, pues eso, significa volver a la esclavitud. El haitiano cambia de personalidad según hable en creole, en francés o en inglés. El lenguaje condiciona su comportamiento. Con esos conceptos y muchos otros David Ades, nos explica lo que es el haitiano”.

El comercio pues con los Dominicanos, siempre será informal nunca formal, pues no hemos definido entre ambas naciones un instrumento de solución de las controversias, como lo sería el Arbitraje.

Imaginemos una compraventa cuyo incumplimiento es alegado en Haití. No existe Juez haitiano que condene al comerciante haitiano a pagar o cumplir,  y viceversa,  si el reclamo es hecho en territorio dominicano.  No hay confianza en nuestras respectivas justicias.

Es por esto que esas actuaciones del pasado del bárbaro espécimen Jacques I, con su Himno Nacional dedicado a su nombre y sus ejecutorias, “La Dessalinienne”, que debemos pensar y estar preparados para todo, como nos señala la historiadora Luz Brito, quien ha expuesto el denominado “Teclado de Guerra” pensado en el 2013, con el concurso del ya ideado Partido Dominico-Haitiano, que aunque muchos no lo crean o lo duden, los hijos de Dessalines tienen  planeado hacer un envenenamiento masivo del agua en RD y probablemente en un Diciembre hacer la noche de los cuchillos y machetes.

Estos hijos de Dessalines, aquí en RD, ¿traicionaran sus ideales y los numerosos ejemplos de barbarie cometidos y se comportaran como ciudadanos civilizados, cumpliendo nuestras leyes? ¿Harán o no, honor a la Dessalinienne?

Los poderosos de la Tierra, que vean o se enteren de quienes son ellos, a los que ellos protegen o amparan y adviertan definitivamente, que no hay solución dominicana a la crisis haitiana.

¡Dominicanos, hoy, se necesita sangre tipo Duarte!

manuel.berges@claro.net.do

jpm

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