Los cuatro escenarios
Ante los grandes acontecimientos y desafíos que pueden aniquilar nuestra sociedad suelen enfrentarse dos tipos de gobernantes.
- Los mediocres, seducidos por ideas abstractas, confundidos por su incompetencia y encorsetados por la indecisión, la ambigüedad y el desconocimiento de los alcances de la tormenta;
- y los visionarios, que actúan para dejarle un legado a los que vivirán en los próximos treinta años, la patria de sus nietos. Unos saltarán al abismo, sin enterarse de su desgracia. Otros se propondrán salvar a su pueblo, sorteando las trampas del presente y preparando el porvenir.
Lejos del menosprecio por las informaciones que demuestran sobradamente el triste desenvolvimiento de Haití (único PMA del hemisferio) comienzan a barajarse, tras las nieblas del hundimiento progresivo de esa nación, cuatros modelos de convivencia posibles.
- El modelo de tradición soberana e independiente. Una isla, dos naciones. Dos Estados diferenciados y respetuosos de sus demarcaciones geográficas. Conservar el equilibrio de las poblaciones, de las culturas, de las economías y mantener el derecho al gobierno propio de cada uno de los pueblos que comparten la isla Española, ha sido el ideario de los fundadores del Estado dominicano desde los días iniciales de la Independencia. En todas las encuestas de opinión se revela que la abrumadora mayoría de los dominicanos se mantiene apegada a un Estado claramente diferenciado de Haití ¿Podremos mantener la autodeterminación del pueblo dominicano? ¿Podremos contrarrestar el conciliábulo de fuerzas que se han confabulado para culparnos de las desastrosas circunstancias haitianas? Si los Estados Unidos fueron capaces de declararle la guerra a Irak, basándose en un enjambre de mentiras y datos falsos ¿ no hallarían justificación para emprender una represalia masiva contra la nación dominicana donde uno de los barones de la prensa ha declarado que aquí se práctica “ el genocidio civil”, y donde– el propio Ministro de Información de la Presidencia– ha presentado el país como un territorio del continente en el cual se libra una batalla contra “ el fascismo, los neonazis, los racistas, los xenófobos “? Mala cosa. Enfrentar un problema, negándolo; echando al ruedo las obsesiones de individuos fantasiosos, desconectados de la realidad.
- El modelo binacional, que desnacionaliza a República Dominicana. Los haitianos interpretan la existencia del Estado dominicano como un acto de confrontación. Tienen por supremo triunfo logra desvanecer rotundamente su soberanía y desmantelar sus instituciones. De ahí que todos los esfuerzos de los grupos que , a las claras o a escondidas, se han comprometido con esta solución, pueden concretarse en dos objetivos:
1) desacreditar a todos los grupos nacionalistas que defiendan el Estado nación, fundado en 1844, cuya sola existencia le parece inaceptable. Atajar todas sus iniciativas bajo el manto de los derechos humanos.
2) constituir un conciliábulo de fuerzas internacionales y de pequeños grupos locales para llevar a cabo la ruptura de la frontera jurídica, y crear con ello una población electoral haitiana que se vuelva decisiva y mantengan como rehén a todo el mando político, y reclame cada vez mayores porciones del territorio nacional. Ese es el modelo que han asumido las élites haitianas, las ONG pro haitianas que viven de la miseria de ese país y todo los grupos que se han sumado a la industria del odio a la nación dominicana.
- Un modelo binacional protagonizado por la República Dominicana. Entre algunos prominentes empresarios de la élite dominicana ha cuajado la idea de que la integración económica con Haití, podría ser la clave de la solución de la inviabilidad de esa nación. Hay en ese enfoque una ceguera espantosa. La Republica Dominicana puede incorporar a extranjeros. Lo ha hecho en muchas ocasiones. Ha demostrado ser una de las naciones más hospitalarias del mundo. Pero no puede incorporar a otro pueblo para suplantar al suyo, sin al mismo tiempo destruir su cohesión nacional, su lengua, su historia, sus tradiciones e incluso perder su alma.
El derecho a tener un gobierno propio y único, de resultas de una Independencia que ha de ser irreversible no puede ser canjeada por negocios. Cualquier proceso, solapado o a las claras, que conlleva una fusión económico o territorial con las circunstancias haitianas, terminaría destruyendo completamente a la República Dominicana, Porque las proporciones del crecimiento demográfico, le darían a Haití un población de unos 20 millones en los próximos veinte años, es decir, un rotundo predominio demográfico. Con semejante solución, no se estaría “dominicanizando” a Haití sino destruyendo a la República Dominicana. . Se desintegrarían todas las conquistas sociales que hemos logrado en el último medio siglo; quedarían completamente devastadas las infraestructuras; se irían a pique, definitivamente, el turismo, la educación, el empleo, el medio ambiente, y sobre todo, perderíamos, indefinidamente, la paz social.
- La cuarta visión es la que se impone ante un mando político sin rumbo nacional, es dejar que todo esto sea dirigido por el caos. ¿Cuáles podrían ser las consecuencias del caos? La falta de compromiso en la defensa de las conquistas sociales del pueblo dominicano producirá una deslegitimación de la dirigencia, que, salvo muy honrosas excepciones, no defiende a la nación dominicana; la destrucción de la prosperidad, nos llevará a una quiebra de la autoridad gubernamental. La intensificación del conflicto llevará al pueblo dominicano a una circunstancia extrema de supervivencia. Para sobrevivir las Juntas de Vecinos dirigidas por dominicanos tendrán que arrebatarle provincia por provincia los empleos que el país produce al haitiano ilegal, sino serán completamente excluidos de la economía; tendrán que montar guardias en los hospitales para asegurarse que sus hijos sean atendidos y exigir cuotas en las escuelas, para tener derecho a la educación. Son ya esas las circunstancias que viven las Juntas de Vecinos de la Cruz de Marilopez, en Santiago.
Desde luego, en esos cálculos sólo han entrado dos variables. Primero la capitaneada por los grupos que promueven una solución haitianizante, y que cuentan para ese propósito con la complicidad de los grupos económicos poderosos y del mando político nacional. Segundo, la solución que se ha ido barajando en muchas cancillerías del mundo, en vista del abandono de nuestra soberanía por parte del mando político, para que República Dominicana actúe como Estado pivote. Y, bajo la mascarilla de una solución humanitaria, destruya el bienestar y los derechos humanos de su propio pueblo, para incorporar a su territorio al pueblo haitiano.
Pero hay un tercer actor. La nación dominicana.
¿Se quedará de brazos cruzados el pueblo dominicano, al ver destruidas sus escuelas; arrasados los empleos y desmantelados sus hospitales? ¿Qué hará cuando hasta las raciones de los comedores económicos, las ayudas de barrio seguro, el socorro de orfanatos sea devorado por esas marejadas humanas? ¿Por qué tenemos estos dirigentes políticos incapaces de defender su país, que se avergüencen de ejercer la soberanía, que naufragan en abstracciones y en explicaciones embrolladas? ¿Tendrá sentido la vida en este país, cuando haya perdido la cohesión nacional, cuando por estar permanentemente ocupados por extranjeros y tutelados por el intervencionismo internacional, la actividad política deje de ser nacional, para convertirse en campo de batalla de comunidades rivales?
Nada ganaremos con sacarnos los ojos para no ver el peligro. Para llevar a cabo este objetivo los haitianos quieren provocar un conflicto internacional entre los dos países.
Sus cálculos se basan en dos razones.
- Que los dominicanos le tienen miedo a las condenas internacionales, y han sido incapaces de anticipar los acontecimientos. De este modo, ante una gran crisis humanitaria que eche sobre nuestro país una marejada de niños, mujeres y hombres sin papeles, convertidos en parias humanos o en refugiados de la mayor catástrofe medioambiental del hemisferio, el país se hallaría completamente indefenso.
- Que los dominicanos no están dispuestos a derramar su sangre por la Independencia de su país. Que, por lo tanto, tendrán que negociar su propia soberanía o su territorio para evitar una confrontación, y ponerle punto final al conflicto planteado.
Las cartas están sobre la mesa.
No podemos escapar al destino trágico de la historia
La maniobra haitiana consiste en involucrar a la República Dominicana en el laberinto de su desastre. Si, en esa tormenta, queda anulada la soberanía dominicana, también desaparecerá la libertad del pueblo dominicano.
Los que promueven esta implantación extranjera, condenan lo que existe (República Dominicana) en nombre de lo que no existe (el sueño de un Estado binacional). Muchos dominicanos creen que a los haitianos le interesa mantener unas relaciones respetuosas y unas paces constructivas. No ven que los haitianos están llamando al intervencionismo internacional, que están clamando al liderazgo estadounidense, a sus socios del CARICOM, a las Cancillerías que intervengan en nuestro país.
¿Contamos con un liderazgo patriótico, competente, responsable que pueda enfrentar este gran desafío? Sería esa la misión de un sabio o de un visionario, y la tarea de un verdadero prócer.