Es muy probable que Leonel Fernández sea el candidato presidencial del PLD en las elecciones de 2016, y es muy probable que gane esas elecciones dado el estado patético de la oposición. Pero ninguna de estas dos probabilidades elimina el problema fundamental que enfrenta Fernández actualmente, hacia el 2016 y después.
Su legado está ahí, con luces y sombras, y las sombras bloquean los rayos de luz. La corrupción es el tema negativo dominante al que se le vincula, pero en mi opinión, en el sustrato de la valoración que hace la ciudadanía de su presidencia, hay otros factores importantes.
Hace muchos años, Leonel Fernández enunció el slogan de que sólo la educación salva; sin embargo, durante sus 12 años de Presidencia, la inversión en educación se mantuvo baja, no se cumplió con el 4% del PIB que establece la ley, y tampoco se impulsó un plan de renovación cualitativa del sistema educativo dominicano. La ejecutoria fue deficiente.
El gobierno de Danilo Medina no ha impulsado una reforma importante del sistema curricular, pero sí el plan de alfabetización, asignó el 4% del PIB a la educación, mejoró los salarios de los maestros, y estableció la tanda extendida de la que se benefician miles de familias de bajos recursos por el subsidio en alimentos y atención a los hijos.
Leonel Fernández pudo haber hecho todo eso y no lo hizo. Por el contrario, se desgastó justificando por qué no se podía ni debía invertir el 4% del PIB en la educación.
En sus esfuerzos discursivos, Fernández pensó que lograría convencer a la población de sus planes por la simple argumentación, pero no lo logró; y ahora mucha gente lo percibe indiferente o macabro. Danilo Medina se posicionó como la antítesis y las encuestas revelan los resultados positivos en la valoración de la población a su gestión.
Igual ha sucedido con el servicio exterior. Las relaciones internacionales han sido tema de interés y conocimiento de Leonel Fernández. Sin embargo, en su gobierno proliferaron las botellas en consulados y embajadas. La Cancillería se convirtió en un mercado reformista de ineficiencia y marrullas. La diplomacia magnificó el mal clientelar de dominicanos con deseos de vivir en el exterior subsidiados por el Gobierno, o de ganar en dólares residiendo en República Dominicana. Muchos de los nombrados no tenían la capacidad para cumplir las funciones supuestamente asignadas, y según declaraciones del actual canciller, el 40% de los empleados en el servicio exterior no trabaja. En ese estado decadente dejó Leonel Fernández el servicio exterior dominicano al marcharse.
Danilo Medina, que no es experto en relaciones internacionales ni tiene ése como tema de gran interés, convocó un foro hace varios días para reencauzar la empleomanía diplomática por mejor sendero para el país. Podemos dudar de que se logren los objetivos anunciados en el foro, pero se abre una esperanza que quizás valga la pena albergar.
En dos años y medio en la Presidencia, el gran aval de Danilo Medina es haber despertado en la población la esperanza de que el país pueda transitar por un mejor sendero a pesar de todos los problemas. De ahí deriva su alta aprobación.
El gran déficit político de Leonel Fernández actualmente radica en que un amplio segmento de la población no lo ve como fuente de esperanzas. Este es su mayor desafío político, no si gana o pierde la contienda interna del PLD o las elecciones de 2016. Porque gobernar sin generar esperanzas en la ciudadanía es como un matrimonio sin encanto; se vuelve una cruz muy pesada.