OPINION: Elecciones EEUU, España y la intromisión

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santiago.

Estados Unidos y España, dos grandes potencias, una más que otra, todavía mantienen sistemas electorales que en tiempos modernos se puede decir que son inadecuados.

En Estados Unidos, el candidato o la candidata más popular a nivel nacional no tiene asegurada la victoria, debido al complejo sistema de votación. Es un país con 51 Estados, incluyendo al Distrito de Columbia, que es donde está Washington.

Entre los 51 Estados sólo hay 538 votos. Para ganar la Presidencia y la Vicepresidencia, hay que obtener 270 mínimos. ¿Por qué son 538 votos?

Porque en ese país los votos no son contados por mayoría. ¡Si así fuese, Hillary Clinton tendría ganadas las elecciones 60 a 40 contra Donald Trump!

Los comicios estadounidenses  son personalizados. Un candidato a la Presidencia de la República puede tener mayoría de seguidores, pero eso no le asegura la victoria. ¡Observe lo complicado de ese sistema electoral!

En cada Estado, primero se escoge a los llamados “electores”, que pueden ser demócratas, republicanos o de otras denominaciones. Ya escogidas esas personas, son las que entran a los Colegios Electorales para votar por los candidatos a la Presidencia y Vicepresidencia. No estamos incluyendo a los senadores u otros delegados. Puede darse el caso que Hillary tuviera mayoría en un determinado  Estado, pero los compromisarios votaron en su contra. ¡Ella tenía mayoría de simpatizantes, pero perdió las elecciones en ese Estado!

¡En Estados Unidos no hay segunda vuelta ni se puede convocar a nuevas elecciones, sino que la Cámara de Representantes (que es casi similar a la Cámara de Diputados de nuestra nación),  es la responsable de escoger al próximo Presidente de la República, si no hubo elección. El número de votos, del reparto de  los 538, es igual para todos los Estados. No importa que uno sea tres veces más grandes que otro.

Es por esa razón que Hillary Clinton, la más popular de los aspirantes presidenciales de Estados Unidos, tiene que saber maniobrar al final de la campaña. Pensamos que fue un error de Hillary defender, con mucha firmeza, la continuación del aborto y los matrimonios homosexuales en ese país, donde la mayoría de latinos está en contra de esa Ley.

En Estados Unidos, el vicepresidente tiene que obtener los mismos 270 votos mínimos, porque corre con el mismo riesgo de no ser elegido. Eso podría provocar que haya un Presidente de un partido y el vicepresidente de otro, en el caso hipotético que no   obtenga esos sufragios, en virtud de que en esa nación  no hay arrastre.

En Estados Unidos hubo tres períodos que los candidatos presidenciales más populares perdieron las elecciones. Eso ocurrió en los 1876, 1888 y el 2000. Recuerden que el último fue All Gore, que fue vicepresidente de  la Presidencia de Bill Clinton. Más popular que George W. Bush, pero los electores favorecieron al último.

Para que nuestros lectores no se compliquen pensando en esa fórmula, debemos decirles que es similar a lo que sucedía en el país con el Partidos Revolucionario Dominicano (PRD), cuando realizaba convenciones, que se reunían los comités de bases, con 25 miembros, para poner un ejemplo, para de esa cantidad sacar dos delegados, que era los que votaban en la convención nacional para elegir al candidato presidencial.

Recuerdan las acusaciones que se hacían de que un líder compró los dos delegados de un determinado comité de base, para favorecer al candidato opositor. ¡Trump,  tiene miles de millones de  dólares y sabe usarlos!

En España se origina una situación muy parecida. El Presidente  en funciones, Mariano Rajoy, ganó elecciones, pero  no puede juramentarse, porque  allí primero hay que obtener mayoría de votos en comicios generales, pero luego de esa victoria, debe ganar nuevamente en la Cámara de Diputados. ¡Mariano tiene ese inconveniente!

¡Ganó, pero no hay forma de que pueda constituir su gobierno, porque no está juramentado! Si ya no logra hacerlo, el rey deberá convocar a nuevas elecciones. El que resulte ganador de esos nuevos comicios, deberá correr el mismo camino.

Podemos decir  que tanto  la Constitución de Estados Unidos, como la de España, son obsoletas, que, aunque se quiera mantener el orgullo de que son naciones civilizadas, la realidad dice que deben ser modificadas para adaptarlas a los nuevos conceptos de la globalización.

En el caso de la República Dominicana, hay que ponerle fin a la intromisión de diplomáticos extranjeros, los cuales se pasan el tiempo opinando de la política nacional. A los embajadores y cónsules extranjeros les está prohibido emitir opiniones relacionadas con los asuntos internos del país donde desempeñan sus funciones.

Y si lo hacen, normalmente los Presidentes piden, discretamente a sus homólogos, que cambien a esos diplomáticos, porque violaron la Constitución de la República. ¡Eso sólo ocurre en este país!

Sólo hay que recordar que hace menos de un año, el gobierno de Estados Unidos le dio un plazo de 24 horas para salir del país al embajador de Venezuela, por que éste hizo comentarios dañinos a la política norteamericana en su propio territorio. ¡Y fue correcta la decisión!

A final de la campaña electoral pasada, escuchamos a por lo menos tres embajadores hablar de la política interna como si se trata de sus países.

Por decencia, el Presidente Danilo Medina se “tragó” esas “píldoras”, pero por suerte, comenzó a “vomitarlas”. En lo adelante, el gobierno debe llamarle la atención a cualquier diplomático que emita opiniones de nuestros asuntos internos y, si no se hace caso, pedirle a su Estado que lo quite, porque ya no es grato en el territorio dominicano.

Tenemos que admitir que el embajador de Estados Unidos, James (Wally) Brewster, es uno de los que mayores aportes hace a la República Dominicana, en materia económica, por sus gestiones para  facilitar millares de visados a ciudadanos dominicanos para que puedan viajar a su país, a  trabajar o no, así como otras gestiones que fortalecen nuestro sistema económico.

 

Su problema está en que vino de un país, como Estados Unidos, donde están legalizados el aborto y los matrimonios homosexuales, a una nación predominada por sentimientos religiosos, donde más del 98 por ciento de sus ciudadanos es católico o evangélico, que rechazan la cultura norteamericana en ese sentido. Si el diplomático hubiese usado su tendencia sexual para sí, sin querer imponerla en el país,  se podría decir que James (Wally) Brewster estaría en los mayores niveles de popularidad.

 

Fruto de ese error,  de su mal manejo de las relaciones con el público y la máxima autoridad de la nación, gane o pierda Hillary Clinton, pensamos que el tiempo de ese embajador está terminando, quizás antes de lo previsto. ¡Sólo lo salva pedir perdón y cambiar totalmente su estilo diplomático! 

jpm

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