El porvenir estará en nuestras manos

 ¿No sería más simple

En ese caso para el gobierno

Disolver al pueblo

Y elegir  a otro pueblo?»

Bertold Brecht

 

  1. El desprecio por la minoría

          En un tweets escrito por una columnista política se dice lo siguiente: “ usted no puede pretender que habla en nombre de un pueblo cuando va a las elecciones y saca un 1% ( Rosario Espinal, Noticia Libre, 21/5/16). Igual argumento ha sido repetido ad nauseam por la prensa prostituida que, en lugar de pedir  que se esclarezca la verdad, se proponen arrasar con la oposición y negarles a los “ perdedores” el pan y la sal, sepultarlos con una salva de insultos y vulgaridades  . No siempre las mayorías tienen la razón. En Judea, la masa, borracha por las mentiras de los manipuladores romanos  y  poseída de fanatismo prefirió absolver a Barrabás y condenar a Jesús. Si el tener pocos votos en las elecciones debería privarnos del derecho a expresarnos, entonces la única persona, capaz  de representarnos sería el senador por San Juan, su señoría Félix Bautista, que rebasó el 70% de los sufragios, superando incluso al Presidente Medina, que es, además, el más votado de toda la etapa democrática dominicana  con un 61%.

Estas consideraciones, con las cuales se han apandillado las tertulias de la radio y de la televisión, en lugar educar al pueblo, contribuyen a rebajar su comprensión de la realidad.

No se trata de una rechifla contra las elecciones ni del grotesco pataleo, sino de examinar qué ha ocurrido  el 15 de mayo. ¿Cuál es el diagnóstico que puede hacerse de estas elecciones? Veamos el compendio de horrores.

  1. El procedimiento para el recuento de las votaciones emprendidas mediante los escáneres colapsó brutalmente. Se han presentado grandes cantidades de actas, cuyos escrutinios no coinciden con las verificaciones manuales.  Mas del 30% de  las máquinas no funcionaron, conjuntamente con estos despropósitos renunciaron 3000 técnicos que habrían de operar en la captación de huellas digitales,  en el recuento y en la transmisión informática de las actas.  A estas realidades rocambolescas se añade las circunstancias de que los colegios tampoco  se habían preparado  para el conteo manual.
  2. Las incongruencias fueron expuestas incluso en los propios boletines de la Junta Central Electoral. He aquí un ejemplo palmario: En el boletín 5, de Santo Domingo Este , el Partido Alianza País aparece con 1500 votos menos de los que ya poseía en el boletín 3. Inconcebible.
  3. En JCE de la Capital, 674 colegios no tenían acta C! que corresponde a los diputados y cuyos montos no se le han sido sumados a los candidatos al Senado. Proclamar ganadores en esas circunstancias constituye un atropello de la voluntad expresada en las urnas. (véase Listín  Diario, 22/5/16). Es natural que, en semejantes circunstancias, los candidatos de la oposición exijan que se cuenten los votos uno a uno.  Porque  ¿De qué serviría  votar si los votos no se cuentan ni se respetan?
  4. Los informes de la Unión Interamericana de Organismos Electorales (UNIORE) y de la Organización de Estados Americanos (OEA) recogen  el compendio de  las irregularidades que, en muchas demarcaciones, bastarían para solicitar nuevos comicios. A saber: Desorden e incertidumbre por la introducción del  escrutinio electrónico; deficiencia en la recogida y en la transmisión de todos los datos; desaparición de urnas; intimidación de los delegados; deficiente transmisión de los datos de los colegios electorales; proselitismo en los propios centros de votación y compra de cédulas en los mismos colegios electorales.

Las elecciones han dado como resultado la reelección del Presidente y de la mayoría de los legisladores y alcaldes (28 de los 32 senadores). Pero esa proeza la ha logrado al costo de 923 millones de pesos en tan solo  dos meses;  de la prostitución de la prensa,  de la destrucción del PRD que cayó del 47%  del 2012 a un 5%. Si las cosas no cambian y no se produce una organización en los próximos cuatro años,  el 2020, Danilo Medina que ha alcanzado la mayor votación en la etapa democrática, podría sucumbir a la tentación de volver a presentarse, incitado por la desintegración de todo el sistema político.

En una  sociedad masas y minorías se complementan.  En nombre de la masa que la apoya nos gobierna una minoría que ha traicionado al propio pueblo que dice representar. No defiende sus empleos ni sus hospitales ni sus escuelas ni su territorio ni los resultados históricos de su Independencia. El pueblo  desconoce los incalculables movimientos de sus gobernantes. Peor aún: ignora cuáles serán las consecuencias  por ejemplo, de la suplantación de su población en la agricultura y en la construcción, del abandono de sus conquistas sociales, de la espantosa importación de enfermedades del lugar más insalubre del continente,  de la trituración de sus derechos nacionales y del olvido de sí mismo, de su historia y de su identidad. Le ha entregado por cuatro años  su libertad a una minoría, sin voluntad para defender la soberanía, cuyo endeudamiento irresponsable,  la lleva a someterse a los dictámenes  organismos internacionales que, desconcertadas con la falta de solución al problema haitiano, creen hallarla en el desmantelamiento del Estado dominicano.

Retroceso histórico

. Pocos dominicanos recuerdan  la terquedad que manifestó el Presidente de JCE en 1990, don Froilán Tavares,   ante la reclamación de Juan Bosch, candidato del PLD, para que se contaran los votos y se cotejarán las actas. En las iglesias, de rodillas, se le pedía a don Froilán  que abandonara su intolerancia y que obedeciera a la ley, a la Constitución que se halla por encima de los jueces.   Don Froilán permaneció en sus trece, parecía un faraón , impregnado de una soberbia inconmovible.

No  hay peor injusticia que la resistencia numantina de un juez cuando se niega a cumplir el mandato de la ley. En 1994,  García Lizardo,  se negó a entregar las actas; se volvió un soldado acorazado de una de las partes. De nada valieron los llamados de los obispos; se volvió sordo a las exigencias de la población. Expulsó a los observadores de la Junta. Cerró las puertas al diálogo. Y, el 10 de agosto de 1994,  fuera del ámbito de la Junta Central Electoral, las fuerzas políticas se pusieron de acuerdo para eliminar la reelección y reducir el mandato del Presidente Balaguer a dos años.  Todos estos recuerdos volvieron actualizarse en estos días.

En 1844,  el liderazgo de toda la nación era monopolio de dos hombres. El general Pedro Santana y el político Buenaventura Báez. . Ninguno de los dos creía en la Independencia. Ambos habían luchado por la Anexión a una gran potencia. De haber terciado en unas de las elecciones de la primera Republica  (1844-1861), Juan Pablo Duarte  hubiera representado a una minoría. No hubiera podido suplantar el liderazgo dominante de estos caudillos. Los románticos creían que la historia la hacían las masas. Las masas la hacen manipuladas por las minorías, grupos que poseen el poder político y económico; pero el pueblo puede despertar, y combatir a esas minorías, y libertarse de su influjo.

La patria ha sido preservada por  una minoría que, en algún momento, han logrado convencer a las mayorías. Minorías fueron los hombres que combatieron  en La Trinitaria para  fundar el Estado nacional. Minorías los que encabezaron el Grito de Capotillo para restaurar la Independencia. Minorías fueron los hombres que cayeron en El Cercado junto al prócer Francisco del Rosario Sánchez. Juan Pablo Duarte, tras haber vendido el único bien de su familia la casa de Caracas, vino en una expedición por Guayubín  y acompañó a Ramón Matías Mella en los tristes momentos de su  muerte, durante la guerra de la Restauración. A los cincuenta y dos años, el Padre de la Patria, buscaba una muerte heroica.  Y, sin embargo, los restauradores en lugar de asignarle a un batallón,  tal como acaeció con todos los acompañantes llegados en esa expedición , lo  devolvieron  a una misión política a Venezuela,  donde murió—completamente olvidado por los políticos de su época– en la absoluta pobreza, un 15 de julio de 1876.

El 15 de mayo del 2016 se cumplían exactamente cien años de la intervención de las tropas estadounidenses que echarían por tierra la soberanía de la República Dominicana en 1916. Las semejanzas entre ambos períodos históricos son copiosas:

  • Al igual que en 1916, el acontecimiento fue precedido por la ocupación de Haití. Las tropas que llegaron para desmantelar el Ejército fueron sustituidas por los soldados de la MINUSTAH desde el 2004  y no han hallado una salida honrosa a semejante embrollo .
  • Como hace cien años, la deuda exterior resultaba demasiado onerosa para los gastos del Estado. En la actualidad, representa más del  51% del PIB y más de 40% del presupuesto del Estado es devorado por  los intereses de la deuda. En aquel punto y hora, la deuda externa fue la coartada empleada por el poder estadounidense dirigido por el Presidente Wilson para ocupar la República Dominicana y anular su Independencia.
  • Y como en aquel tiempo, EE UU se plantea la ocupación militar de la República Dominicana.  De haberse producido la aprobación , del acuerdo firmado en la Cancillería entre el Gobierno dominicano y el Gobierno de Estados Unidos ,  el 20 de enero de 2015, para la implantación de tropas estadounidenses con inmunidad diplomática ya hubiese estado ocupado.

Pero volvamos a ese 1916.  Las tropas llegaron  el 1 junio  por Montecristi y Puerto Plata,  avanzaban hacia Santiago. Los políticos y los caudillos se plegaron ante el poder extranjero. Desiderio Arias puso los pies en polvorosa. En el muelle  de San Pedro , durante el desembarco, un joven de 17 años disparó contra las tropas yanquis, hirió a varios oficiales de marina y mató al capitán Bulldong. Era Gregorio Urbano Gilbert llevaba una nota suicida en los  bolsillos porque intuía que le había llegado la hora. No fue así. Poco después se hallaba en Nicaragua peleando junto Augusto Cesar Sandino contra  la invasión yanqui en la patria de Rubén Darío . Y al producirse la invasión de 1965 estuvo junto a las tropas constitucionalistas cumpliendo con su deber.  . El 3 de junio un grupo de patriotas se enfrentó a 837 soldados estadounidenses que habían entrado por Montecristi,   comandados por Pendleton,  fueron enfrentados por unos  80 dominicanos, mal armados,  en el cerro de La Barranquita. El comandante era Carlos Daniel , le acompañaba  el capitán Máximo Cabral. En todos los pabellones la bandera dominicana fue arreada y sustituida por la  bandera de las barras  y las estrellas. Esos hombres sabían que iban hacia la muerte, y sin embargo,  cayeron en las soledades de la Barranquita.

Tras los resultados de las elecciones, algunos comunicadores han dicho barbaridades de los perdedores. Al parecer, el ser parte de una minoría los despoja de sus derechos a reclamar. Ni siquiera tienen derecho al aire que respiran.

En estos meses de campaña, hemos luchado para dar a conocer las ideas que eran el santo y seña de nuestro movimiento  y de nuestra candidatura a diputado.  No teníamos miedo a perder, porque estábamos luchando por los empleos, los hospitales y las escuelas de los dominicanos. Estábamos luchando por la defensa de la familia, de la soberanía.

El modelo económico negaba nuestros derechos, nuestros valores, nuestros modos de vida, nuestra Constitución. Creíamos que votando por los mismos, no tendríamos resultados diferentes. Creíamos que aquellos que habían participado, y acaso ahondado, la crisis de autoridad del Estado, de un país que había naufragado en la inseguridad, serían relevados por una bancada de legisladores que resistiría, desde los poderes del Estado, tal como lo hizo Máximo Cabral, a una clase política sin proyecto, desconectada del porvenir dominicano. Creíamos  que para preservar la existencia del país había que construir un muro fronterizo, que proteja el territorio de la destrucción, generada por el deseo de supervivencia del vecino;  una muralla sanitaria que resguardara a nuestro país de una amenaza que podría sepultar nuestra reputación de destino turístico y que le diera al mundo la convicción de que nos dominicanos no iban a renunciar a la Independencia de 1844.  Todos esos sueños se volvieron agua de borrajas.  Como en la primera república, los dominicanos votaron en contra de las opciones que representaban el ideal de Juan Pablo Duarte. .

 

 

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