El periodismo, la fabricación de la servidumbre

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EL AUTOR es historiógrafo, poeta y político. Reside en Santo Domingo.

 

En 1910, en Fráncfort, Max Weber, una de las lumbreras de la sociología, dio una conferencia sobre la responsabilidad de la prensa en la formación de la opinión pública. No podríamos imaginar el mundo moderno, sin este espejo de la vida pública (Véase  “Para una sociología de la prensa”Max Weber and Susana Kehl Wiebel Reis: Revista Española de Investigaciones Sociológicas No. 57). Weber la define como una empresa comercial,  capitalista, dedicada a vender noticias e interpretaciones de la realidad, que servía  a dos grupos de clientes distintos:

  1. Los compradores y la masa de suscriptores;
  2. La publicidad o el grupo de anunciantes, cuyo papel resulta aún más decisivo en la supervivencia del periódico  que la propia masa de suscriptores.

Como ocurre en toda la obra de este autor,  la imagen que  tiene de la prensa se refiere siempre a  una circunstancia ideal: una prensa distanciada de los partidos y que no se halle subordinada a los monopolios empresariales.  Cuando examina el papel que desempeña la prensa en la fabricación del consentimiento de la sociedad, en la formación de la opinión preponderante en un país, descubre, entonces,  su inmenso poder. Puede crear y destruir reputaciones,  eclipsar y revelar acontecimientos,  influir en las interpretaciones de los hechos  o silenciarlos.   Era tal el poder y el influjo representado por la prensa, que algunos, la han llamado el cuarto poder.

Pero lo que resulta verdaderamente importante de esta conferencia de Weber no son las afirmaciones, sino las preguntas. ¿En qué medida el monopolio de los medios de comunicación  implicaría un secuestro de la opinión pública, para moldearla según  el parecer del grupo predominante? ¿Es posible informar con objetividad—con neutralidad valorativa—en los asuntos en los que se haya involucrado los intereses de estos grupos?

He aquí  compendiada en un sucinto diagnóstico el problema que padece una prensa dominicana que ya va de capa caída.

  • Las tertulias periodísticas de la radio y de la televisión han sido copadas por activistas políticos a sueldo del Gobierno o apadrinados mediante ventajas publicitarias;
  • Se ejerce intimidación sobre aquellos que se proclaman como críticos del poder;
  • los temas los ponen los dirigentes políticos, y lo importante no es averiguar la verdad ni servir la información sino apandillarse con tal o cual funcionario;
  • En otros casos, no menos abundantes, asistimos a un teatro de vulgaridades, insultos zafios, y  a veces  ante el espectáculo  de una salva de  elogios ramplones sobre todo  con los poderosos, y llega hasta el escarnio, con los que están abajo.
  • Los problemas se eclipsan; quedan en penumbras; se omiten con palabrería; finalmente,  vuelven como fuerzas devastadoras.
  • Los ciudadanos son tratados como menores de edad. La prensa se revela incapaz de plantearle al país el desafío que se presente  ante sus ojos.
  • No hay en el periodismo clara conciencia de cuáles son los intereses nacionales

En resumidas cuentas:   Se hace un periodismo semejante al que impera en una dictadura, donde la crítica desaparece. Todo lo que se difunde, sobre todo, el periodismo hablado  es propaganda. Caricatura de todo aquel que opine contrariamente a estas trompetas.  Se escurre  el bulto ante  los grandes problemas, que permanecen en penumbras.

¿Está nuestro país condenado a la decadencia y a sepultar los resultados históricos sobre los que se levantó el esfuerzo glorioso

de todas las generaciones pasadas? El altísimo adoctrinamiento con trivialidades que padecemos, ha hecho que, muchos dominicanos, busquen sus informaciones en las  redes sociales –en Facebook, en los twiter, Instagran– y otras.

Algunos creen que los problemas  desaparecen cuando son ocultados por la prensa.  O, son despachados brutalmente con frases vacías. Pero no pueden ocultar plenamente la pregunta esencial.

Con el progresivo proceso de suplantación de nuestra población en la agricultura, en la construcción, en la buhonería por la población extranjera, procedente del Estado vecino;  el desplome de nuestras fronteras geográficas, políticas y jurídicas;  la desnacionalización de las elites  que nos dirigen;  ante el despliegue de un conjunto de fuerzas confabuladas que han planteado nuestra desintegración.

¿Qué va a ser de nosotros?

La simpatía ideológica con la suplantación y destrucción de la unidad nacional  se halla presente en la prensa dominicana, que manifiesta una  falta de lealtad al proyecto  de  nuestra continuidad como país.  No se advierte compromiso alguno  con la defensa de la historia, de la identidad, de la sociedad. La visión de la prensa se deduce de lo que hace y de lo que no hace; de lo que dice y, particularmente, de lo que calla.

¿Cómo se fabrica el consentimiento?

¿ Qué  significa este olvido de la historia? Han predominado en la enseñanza  doctrinas  que nos han alejado del saber histórico, que han deformado nuestro pasado. De este modo, hemos  llegado a la perdida de la conciencia histórica.  El dominicano no sabe dónde está ni adónde va. Se le presentan  sucesos, nombres y hechos  y no saben dónde situarlos.

Hemos llegado a la desfiguración  de nuestra propia conciencia. De  nuestra razón de ser como país. 

Con muy honrosas excepciones, a veces notabilísimas,  a veces coyunturales, el periodismo  dominicano ha dado  incluso  la espalda al compromiso de informar.

Pero no sólo el periodismo ha puesto los pies en polvorosa. Antes de las elecciones un grupo numerosísimo de intelectuales dio su apoyo  a la reelección del Presidente Medina, lo que equivalía  a darle un espaldarazo  a  todas sus políticas. Por añadidura, a la reelección del poder legislativo, municipal y, si damos por buena las promesas del Secretario General del PLD, a la reelección del Poder Electoral. Ante las documentadas  demostraciones de fraude, no hemos visto ningún comunicado de los intelectuales exigiendo elecciones limpias. De  manera que la prensa no está sola

El ejercicio del periodismo se enfrenta a dos peligros:

  1. vivir al margen de la verdad, es decir, apandillarse previamente con una posición política, apasionamiento, fanatismo partidario la verdad se convierte en el gran enemigo. Si alguien intenta decir la verdad es rechazado de manera rotunda. El partidismo deforma al periodismo. Existe el miedo a la verdad, la consideran como un Porque la verdad destruye su propia realidad.
  2. Vivir contra la verdad: revela la inautenticidad de las tertulias periodísticas. No es investigar, escuchar las dos campanas, establecer quién tiene la razón, lo que les interesa al que sirve el medio periodístico sino defender a capa y espada una posición política. Todo esto constituye una negación de la realidad, una traición al oficio. Porque se oculta lo que pasa realmente. Porque se sacan conclusiones erróneas, falseadas, cuando el periodismo miente, es decir cuando se oculta o se deforma deliberadamente la versión de los hechos para favorecer a un proyecto de poder o justificar unos intereses económicos, olvidándose de la norma deontológica que consiste en servir primariamente a los lectores y a los intereses de la sociedad.
  3. Las relaciones del periodismo con el poder. Mucha gente ha definido al periodismo como un contrapoder para de cosas controvertidas se vierta la verdad, como parte de un ejercicio de la libertad, si decirla se considera un delito de opinión. En las  dictaduras existe la censura, las prohibiciones de tocar ciertos temas y realidades, la mordaza a los reporteros , a los articulistas, a los comentaristas. Allí donde no existe esa libertad indispensable para comunicarle a la población la naturaleza de lo que pasa, no puede haber periodismo. Porque éste queda encorsetado, metidos en camisas de fuerza. En estos casos,  lo único que pervive el periodismo trivial, insignificante que a veces degenera en propaganda. Afortunadamente, cuando eso ha ocurrido, cuando se le ha negado la información a la población, el país no se queda adormecido. Al final, la población se entera en las dictaduras escuchando las emisoras del extranjero, donde hay pluralismo político, donde las opiniones campan por sus respetos. Así ocurría con el periodismo ejercido durante la dictadura de Trujillo. Al final nadie creía en los periódicos ni en los periodistas. Todas las maniobras para envilecer a la sociedad, no lograron sepultar el espíritu crítico y deseo de establecer la verdad periodística. Y desde luego el ejercicio de esa libertad acarrea riesgos: , sometimiento a procesos de persecución judicial, amenazas, represalias económicas, hostilidad de los grupos de poder etc., Si el periodista se deja extorsionar por esas  gigantescas amenazas termina envileciéndose, queda reducido a la servidumbre.

Examinemos algunos desafíos recientes.

  Hemos olvidado el carácter ejemplar que han tenido algunos hechos: cuando la compañía estadounidense  AES depositó con la autorización  del Ministerio de Medio Ambiente las cenizas de carbón o rocash en Arroyo Barril, nadie les informó a los pobladores de los riesgos a que se exponían, y luego muy pocos periodistas han publicado las muertes, los cánceres y los desastres sanitarios de esta población, a pesar de que un Tribunal de Delaware ha dado sentencia favorable a las familias dominicanas, olvidadas por la prensa local, y defendida ardorosamente por un abogado estadounidense  y por el periodista puertorriqueño Omar Alfonso. La libertad es la condición del ejercicio periodístico. En vista de ello, con la construcción de la planta a carbón en Punta Catalina  las cenizas del rocash  serán desparramadas por el viento en las poblaciones de Paya, Sombrero, Cañafistol y sobre la ciudad de Baní. Los cultivos, el mar y la población serán arropadas por ese ámbito de arsénico, selenio, cadmio, y que habrá periodistas, dominicanos o extranjeros como puertorriqueño  Omar Alfonso, que, pese a los intereses económicos empeñados en sepultar la verdad, dirán la verdad y defenderán a los pobladores de Baní, cuando se enfrenten en un porvenir cercano a la catástrofe que ya vivió Arroyo Barril.

¿ Por qué  leemos en la prensa  extranjera  las menudencias  de una planta eléctrica comprada a sobreprecio como el de la Planta de Punta Catalina, publicado en el Instituto de Roger Noriega, en la revista Época de Brasil, la prensa dominicana ha callado?

El periodista sólo lo es cuando proclama, descubre o ilumina una verdad, cuando la oculta, cuando mira para otro lado, se convierte en cómplice de las peores traiciones a la sociedad. Cuando las mujeres morían en silencio en Arroyo Barril de resultas de la contaminación  , cuando nacían niños microcéfalicos y se dañaban los peces y los cultivos, y se caía en enfermedades catastróficas, ninguno de esos horrores eran ciertos,  hasta el momento en que fuesen descubiertos, llevados al teatro del mundo, por la prensa. Cuando esa realidad quedan eclipsadas por conveniencias económicas o por cálculos políticos. O peor aún: cuando la prensa se convierte en enemiga de la verdad, y niega esa realidad, y oculta los resultados de las investigaciones que han establecido clamorosamente que los seres humanos sometidos a una atmósfera plagada de cadmio, arsénico, selenio tendrán daños irreversible a la salud, entonces nos encontramos con un periodismo canalla.

La descalificación de su pasado, desvalorización de la hazaña de nuestra propia existencia  como nación.

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