El largo camino hacia la paz

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LA AUTORA es abogada y vicepresidenta de la República Dominicana

Toda la comunidad internacional sintió gran regocijo al ver renacer la esperanza de la Paz, al recibirse la noticia del acuerdo al que arribaron el Gobierno de la República de Colombia y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Este acuerdo prometía poner fin a un conflicto que por 52 años había causado un dolor de patria inconmensurable, una  tristeza difícil de borrar y mucho desconcierto para todos, no solamente para los colombianos y las colombianas.

 

Juan Manuel Santos, presidente de esa nación, y su equipo de trabajo, han dedicado ingentes esfuerzos a la consecución de un acuerdo de paz, que es a la vez tanto un asunto de justicia social, como de bienestar económico, para un país que lleva un proceso de desarrollo integral admirado por todo el mundo.

 

La historia del conflicto y sus consecuencias fatales en la población colombiana, así como la confusión del narcotráfico como apoyo ideológico, demuestran que la guerra se hace insostenible, en términos físicos, emocionales y económicos.

 

De acuerdo con estudios realizados, poner un fin a esta guerra permitiría que el PIB de Colombia se duplique cada 8,5 años, en lugar de cada 18,5 años como sucede en la actualidad, lo que redundaría en un mayor avance para la región de América Latina y el Caribe.

 

Es por ello que el Presidente Santos, actuando como estadista, no sólo como Presidente, ha hecho una gran inversión de su capital político, en una apuesta que considera justa y conveniente para un futuro de estabilidad y  cohesión social de su país. Respetando la admirable institucionalidad colombiana, el  domingo pasado, el acuerdo de marras, se  sometió a un plebiscito , y por muy escaso margen, el pueblo colombiano,  ha exigido renegociar sus términos, pero sin poner fin a la vía del diálogo, como algunos han querido interpretar.

 

En buen derecho constitucional, lo que se ha sometido a la consulta popular son los términos de un acuerdo, y no la posibilidad del acuerdo en sí.

 

Afortunadamente, el fallo de la Corte Constitucional que abrió las puertas del plebiscito para aprobar o desaprobar el acuerdo negociado con las FARC, también definió un camino viable en caso de que el NO se impusiera, como ha sucedido el pasado domingo. La sentencia deja abierta la posibilidad de una renegociación del acuerdo, otorgando incluso poderes al Presidente para mantener los acuerdos mínimos que viabilizan una nueva negociación, como el cese al fuego.

 

Lo que demuestra la consulta popular que llevó a las urnas a los colombianos, es que el acuerdo político ha polarizado al país, entre los que apoyan el acuerdo y los que lo reniegan. En circunstancias como esa, toman sentido las palabras de Jorge Restrepo, director del Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos (CERAC), en el sentido de que “ese acuerdo nunca habría sido sostenible si no hubiera tenido el respaldo político necesario ”.

 

Cualquier análisis político de la situación debe tener en cuenta que Colombia se apresta a la celebración del certamen electoral, el próximo 2018, lo que obliga a que el acuerdo sea blindado por todas partes, de manera que las próximas autoridades no puedan desconocerlo, parcial o totalmente.

 

Por lo tanto, es preciso unirse al llamado de los principales medios de Colombia, que exigen a sus actores políticos “que identifiquen puntos de encuentro con el fin de que el anhelo de la paz, no se convierta en una inmensa frustración, con su consecuente saldo de muertes, violencia y desplazamiento.”

 

Debe mantenerse viva la ilusión de la paz, porque aunque con ella no se come, lo cierto es que alimenta, como ha escrito Gabriel García Márquez en su extraordinaria obra “El coronel no tiene quien le escriba”.

 

Hay un punto de encuentro bien claro entre quienes votaron al No y quienes votaron al Sí: ambos quieren el fin del conflicto, ambos quieren la paz. Los términos se pueden cambiar y someterse nueva vez a la voluntad popular, como parte de un ejercicio pleno del derecho democrático a elegir.

 

El fin del conflicto en Colombia es un asunto latinoamericano, que interesa a todos los países de la región, puesto que sus causas y consecuencias tocan las fibras más sensibles de quienes creemos en la paz como camino hacia el progreso individual y colectivo. Formulamos votos por el éxito de un nuevo esfuerzo por el fin definitivo  del conflicto en Colombia.

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