OPINION: El impuesto de haitianos

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EL AUTOR es economista. Reside en Santo Domingo.

“No hay tal cosa como una comida gratis”. Milton Friedman

Empecemos por una ecuación (créanme, no hay que temerle a esto):

G = T

Que se lee: el valor de los gastos (G) debe reducirse al valor del ingreso (T). Veámoslo en el caso de una economía familiar muy simple: Papá y mamá trabajan, y su único hijo no. Papá gana 60 (las cifras se pueden escalar, se usan con propósito ilustrativo), mamá 40 y el hijo 0. Pero cada uno gasta, digamos, 33.33.

La identidad del flujo de fondos la podemos escribir: 33.33 (papá) + 33.33 (mamá) + 33.33 (hijo) (este es el lado del gasto) = 60 (papá) + 40 (mamá) + 0 (hijo) (este es el lado del ingreso).

Es clarísimo que el papá y la mamá subsidian al hijo. Papá es un contribuyente neto en el nivel de: 60 – 33.33 = 26.67. Mamá es contribuyente neto en el nivel de 40 – 33.33 = 6.67. Contribuyente “neto” significa que papá ingresa (60) más de lo que consume (33.33), al igual que mamá, que ingresa 40 y consume solamente 33.33. Obviamente, el excedente en el ingreso de papá y mamá -26.67 + 6.67 = 33.33- es el subsidio que recibe el hijo, que es un subsidiado neto. Al final, contribuciones excedentes y subsidios tienen que coincidir.

¿Qué pasa ahora si a esta familia le llega un pariente lejano desde el exterior? Obviamente, depende. Depende de si el pariente trabaja y produce (trabajar y producir no es lo mismo, pero eso lo dejamos para después). Depende de si papá o mamá (o ambos) logran ganar más. Y de si el hijo finalmente entra a trabajar. Pero pongamos un escenario típico: papá gana ahora 10 más que antes, pero mamá no ha podido aumentar sus ingresos ni el hijo ha encontrado trabajo. Además, el vecino que llegó ciertamente trabaja y produce pero sólo gana 10 mensuales. ¿Cómo se reacomoda el presupuesto familiar?

Fácil: el ingreso es ahora: papá (70) + mamá (40) + hijo (0) + vecino (10) = 120. Ahora tenemos un dilema: antes los tres miembros de la familia consumían 33.33 cada uno, lo que agotaba el ingreso (100). Pero ahora no lo pueden hacer así puesto que 33.33 x 4 = 133.32, superior al ingreso. Otra forma de decir la necesaria identidad del ingreso y el gasto es la necesaria reducción del consumo al ingreso.

Mantener el anterior esquema de consumo es imposible. Pensemos entonces en lo siguiente: papá y mamá, que son los que más producen, mantendrán su consumo como antes, en 33.33. Esto deja un excedente para los dos miembros restantes de 110 – 66.66 = 43.34. Si va a haber “justicia” distributiva, esto significa que el hijo no podrá consumir 33.33 como antes. Si los padres deciden que de ellos hacia abajo hay socialismo en la casa, hijo y pariente lejano consumirán 43.34 / 2 = 21.67. Al hijo ya no le gusta que este pariente se haya aparecido desde Nueva York puesto que ahora parte del subsidio que recibía de sus padres se canaliza hacia el nuevo integrante de la familia.

Por supuesto, hay muchas maneras de acordar el consumo, dado el nivel de ingreso. Por ejemplo, la familia puede decidir un nivel horizontal de consumo de 30 cada uno luego de la llegada del pariente. O pueden decidir no modificar en nada su estructura presupuestaria y que el vecino viva con los 10 que produce. Lo importante, lo verdaderamente importante es que la identidad entre el gasto y el ingreso no se puede romper. No se puede quebrar porque es un axioma: compra y venta son dos caras de la misma transacción.

Pues bien, lo que sucede con esta familia modelo es exactamente lo que pasa con la sociedad en su conjunto. De hecho, la colectividad no es sino la familia grande, extendida, la que comprende a todos los individuos. Por lo que podemos transportar la ecuación anterior al caso del equilibrio financiero del gobierno:

G = T

Que ahora se lee: el gasto público se reduce a los impuestos cobrados. Por supuesto que se trata de una identidad inter temporal: el gasto se puede llevar más allá de los impuestos cobrados en un período, pero no cuando se tiene en cuenta todo el horizonte de planificación. En éste, por ejemplo, los préstamos (y sus intereses) se tienen que pagar.

Justamente para evitar (con éxito nulo) incurrir en déficits presupuestarios existen leyes que establecen que los ministerios y otras unidades de gasto público no pueden comprometer gasto (no pueden cursar órdenes de compra) sin contar con la apropiación previa de los fondos correspondientes. A la inversa, muchas entidades “autónomas” (el Indotel, p. ej.), para garantizar que les lleguen los fondos presupuestarios, tienen que especializar impuestos (un selectivo particular a las telecomunicaciones).

Desde el ejemplo de nuestra familia modelo no es difícil darnos cuenta de que en sociedad hay los contribuyentes netos: aquellos ciudadanos que pagan un valor en impuestos superior al valor que reciben por el uso de los bienes públicos, subsidios directos y servicios sociales. Y los subsidiados netos, que son su contraparte.

Como antes, lo más importante de esta confrontación es que el subsidio neto tiene que restringirse al excedente neto, como en el caso de la familia modelo. Es decir, el subsidio distribuido entre los segmentos de menor ingreso de la sociedad no está dado en función de la riqueza de los propietarios ni de la buena voluntad del gobernante. Para nada, el subsidio se restringe al aporte neto –su pago de impuestos deducidos su consumo social- de los contribuyentes netos. El aporte neto de los contribuyentes netos no se modifica porque los subsidiados sean muchos o muy pobres. O por cómo se distribuya el aporte entre ellos. Exactamente igual que en nuestra familia modelo. Por ejemplo, si el número de pobres se duplica, esto no quiere decir que el aporte neto de los propietarios se va a multiplicar por dos. De ninguna manera. Se queda igual. Lo que sucede es que el subsidio promedio entre los pobres se reduce a la mitad.

Ahora hagamos una pequeña reclasificación (conceptual) del gasto público. Generalmente se lo clasifica como: gasto corriente y gasto de inversión (clasificación económica), gasto por ministerios (institucional), etc. Podemos verlo como sigue:

T = Gn + Gi + C + S

Que se lee: los impuestos (T) se gastan en el gasto público necesario e indispensable (Gn) más el gasto público innecesario (redundante, superfluo, supernumerario) (Gi), más el valor de la Corrupción (C), más los subsidios (S).

No perdamos de vista que el valor de los impuestos cobrados (T) está fijo. Sobre todo porque no faltará un izquierdo liberal (y fusionista, por demás) que nos diga que gastando más podremos cobrar más impuestos (porque el ingreso nacional aumenta) (Esto lo veremos en otro artículo más adelante) No hay por qué sorprenderse, ¡si tratan de convencernos de que importando miseria en masa nos haremos más ricos!

Entonces los impuestos cobrados están fijos y no aumentarán por la forma en cómo los distribuyamos entre sus aplicaciones. En otras palabras, en el lado derecho de la ecuación, lo que se aumente a una aplicación particular deberá quitársele a una, varias o todas las demás. Si aumenta el gasto público necesario (Gn) es porque disminuye el gasto público inútil (Gi), etc. Siguiendo el mismo razonamiento, para aumentar el nivel de subsidio (S) debemos disminuir uno o más de los tres términos restantes.

Ahora proponemos lo siguiente: el subsidio S tiene un componente de subsidio para los pobres dominicanos y otro para los haitianos (todos son pobres):

(Sn + Sh)

De donde:

T = Gn + Gi + C + Sn + Sh

Si resultado del proceso político los tres primeros términos de la derecha son fijos e inflexibles, es clara la oposición entre los subsidios entregados a los nacionales y los entregados a los haitianos. Peso en que aumenta este último, peso que se les quita a los dominicanos más pobres.

¿Pero a cuánto asciende el impuesto de haitianos? Difícil establecerlo porque son subsidios entregados de distintas maneras: a) mediante el uso (sin pago) de la infraestructura económica (calles, parques, metro, etc.), b) mediante la recepción de subsidios directos (bono gas, bono luz, etc.), mediante el uso (sin pago) de los servicios públicos (hospitales, escuelas). Lo que sí podemos avanzar es que no es menos del 20% del valor total de los subsidios puesto que esa es la proporción de haitianos en la población general. De hecho, la proporción puede ser muy superior por cuanto los haitianos se agrupan en el decil inferior de la distribución del ingreso, donde se concentra la entrega de subsidios.

Pero el asunto no se queda aquí. El subsidio de que hablamos hasta este punto es un subsidio explícito, monetario. Entregado como depreciación luego de un gasto de capital, como un bien particular gratuito (luz, gas) o como un servicio público (salud, educación). Subsidios explícitos registrados en la contabilidad nacional. Pero no es todo lo que cuestan los haitianos a la República Dominicana. Están los que he llamado costos de remediación, los costos de recuperar los daños hechos a la propiedad pública por uso inadecuado o por simple destrucción. Ejemplo: el desmonte del bosque dominicano. Este es el costo mayor –monumental- de la presencia de haitianos en el país. No es ni el uso del metro, ni el bono gas. Ni siquiera la inundación de los hospitales. El mayor daño que hacen los haitianos a la República Dominicana es la destrucción de la propiedad pública.

¿Se le puede poner un número al Impuesto de haitianos como lo tiene el selectivo al consumo de telecomunicaciones? Sí, ciertamente. Sólo que si nos metemos en la maraña de clasificaciones presupuestarias y estimaciones poblacionales resultará un ejercicio engorroso que arrojará una cifra poco fiable. Afortunadamente siempre tenemos aproximaciones más cómodas (y no menos confiables).

La mediana de ingreso en la República Dominicana es de unos 16 mil pesos mensuales. La de Haití (tomándola como su PIB per cápita) de 3,500. La media de ingreso reproduce la economía con todas sus virtudes y con todos sus defectos (incluyendo la tasa de destrucción de recursos naturales). ¿Con cuánto habría que subsidiar a un haitiano promedio para que alcanzare el nivel de vida de un dominicano promedio? ¿Y que con ello se ajustara a la reproducción económica corriente, con lo que no depredara más –ni menos- que el dominicano promedio? Fácil: 16,000 – 3,500 = 12,500, unos doscientos cincuenta dólares mensuales.

¿Luce demasiado? Pues vamos a ponerlo más cómodo: vamos a darle un subsidio de 100 dólares mensuales a cada haitiano en el país, 1,200 dólares al año. Ahora tenemos que preguntarnos ¿cuántos son? ¿500 mil, como dice la ENI? Tomemos esta cifra absurdamente baja como buena… Mis doscientos dólares (al año) x 500 mil haitianos nos arroja la friolera de 600 millones de dólares año.

Teniendo en cuenta que durante 2017 los ingresos tributarios del país fueron de 11 mil millones de dólares, podemos estimar el Impuesto de Haitianos en 5.45% de los ingresos tributarios. Es decir, de cada RD$100 que usted paga en impuestos (en distintas formas), 5.45 pesos van a mantener haitianos en el país. Le guste o no le guste, nadie le está preguntando.

Llegados a este punto, jugar con las cifras es obviar lo que como quiera resulta absolutamente excesivo e inmanejable. Suicida. ¿Puede un pobre hacerse cargo de un indigente? ¿No? ¿Puede un país pobre y subdesarrollado hacerse cargo de un Estado fallido? No, de ninguna manera. Pues es exactamente lo que quieren los países ricos de occidente: que la República Dominicana cargue con la miseria haitiana para no tener que hacerlo ellos.

No perdamos de vista que no todo el subsidio que reciben los haitianos se monetiza. Es decir, no es asignado en forma de bienes o de dinero. Parte importante son costos de remediación. En otras palabras, parte importante del subsidio toma la forma de la destrucción de la propiedad social.

Hablamos de 3.33 dólares diarios, 170 pesos que no dan para nada (una cerveza mediana cuesta 120) que, para una población de 500 mil personas, se traducen en 600 millones de dólares al año. Pero eso es aquí, que se puede vivir en cualquier parte y de cualquier cosa. Al haitiano que llega a Estados Unidos no se le puede salir con esa bicoca. Pongámonos cómodos con los EUA, digamos que al ilegal haitiano que llega a sus costas tengan que subsidiarlo con 600 de los verdes mensuales (para que viva en un apartamento de esos de beneficio federal). 600 dólares mensuales son 7,200 al año, multiplicados por 500 mil haitianos (los que dice el ENI, o como se llame)… Cinco por siete punto dos dan 3.6 con nueve ceros seguidos… Tres mil seiscientos millones de dólares anuales. Va de nuevo: 3,600,000,000 dólares. Esto es lo que ven los gringos, no los derechos humanos. Si de derechos humanos se tratara, EUA no tendría comercio con Arabia Saudita. Todo lo que quieren es contener la miseria haitiana en los confines de la Isla para que no les llegue a ellos (ni a Canadá ni a Francia). Aunque ello signifique la destrucción de la República Dominicana. Total, ¿a ellos qué les importa?

sp-am

 

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