OPINION: El Dios peledeísta de Lidio Cadet

 
 
 
Si ahora ejerciéramos el periodismo en República Dominicana y por casualidad nos tocase entrevistar a Lidio Cadet, le formularíamos una pregunta que consideramos precisa y oportuna. Más o menos le habríamos inquirido sobre si cree que en estos momentos, en el país existe Dios.
 
Si acaso vacilara y nos cuestionara por esa interrogante, le refrescaríamos la memoria en cuanto a declaraciones sobre aciagas décadas pasadas cuando nos dijo que en República Dominicana “no existe Dios”. A la sazón, la respuesta concitó cierto revuelo; trabajábamos como reporteros del noticiario de la televisora Rahintel, (hoy Antena Latina).
 
El director de Etica del actual gobierno, y en el pasado secretario general del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en ese entonces formulaba serias críticas a la corrupción que permeaba al gobierno que encabezaba Joaquín Balaguer.
 
Recientemente hemos oído declaraciones de Cadet,  a 15 años de la desaparición física de su mentor Juan Bosch; no sabemos si cree lo mismo o si por el contrario entiende que ahora estamos protegidos por el Señor.
 
Porque si la corrupción de ese entonces tenía que ver con la inexistencia del Altísimo y todavía persiste ese flagelo, y esa divinidad está presente; ha sido injusta con respecto al sufrimiento del pueblo dominicano como consecuencia de los avatares políticos. Si ahora Cadet no niega su existencia, entonces para el también ex sacerdote, hasta ese mismísimo Dios es peledeísta.
 
Lo cierto es, que al margen de este análisis un tanto irónico, los partidos políticos instrumentalizan a ciertas figuras políticas aparentemente impolutas o no manchadas por las políticas públicas, como distracción y/o placebos políticos que pretenden calmar al pueblo dominicano.
 
Y este manejo no sólo compete al PLD sino a todos los partidos tradicionales, sólo que en la actualidad es el del gobierno actual, a pesar de las corruptelas, el que más se ha ocupado en montar estamentos éticos que generan serias suspicacias.
 
No discutimos si Cadet, per se, es un hombre íntegro o no. Pero resulta cuesta arriba el que una figura pública de su prestigio encabece hoy una instancia ética y no presente mayores quejas. Tal parece que, contrario a otros tiempos, para Cadet ahora hay un Ser Supremo que bendice al pueblo dominicano. Tal vez considere a sus connacionales “merecedores” de ser gobernados por los corruptos de turno; es decir, los de la casi una veintena de gobiernos, “auxiliados y protegidos” por un Dios peledeísta.
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