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El debate también es el género
La extraordinaria cultura del debate que existe en los Estados Unidos debe ser emulada en toda la región de América Latina y El Caribe, por ser un ejercicio que fortalece el sistema democrático; a la vez que genera una dinámica de transparencia y rendición de cuentas, vital para la participación de los ciudadanos.
En ese sentido, el formato de “Town Hall”, ampliamente utilizado en todas las campañas políticas desde inicios del siglo XX en los Estados Unidos, ofrece una oportunidad para ver a los candidatos presidenciales en una óptica distinta, interactuando con mayor naturalidad y demostrando sus destrezas en las intervenciones.
El pasado domingo, en el debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, hemos visto justamente la naturaleza de cada candidato, en sus respuestas a las inquietudes de los ciudadanos que se han declarado como indecisos, en este caso en el Estado de Missouri.
Pero en este debate, al igual que en el anterior, hemos visto con más claridad cómo está gravitando el tema género en estas elecciones presidenciales, de una forma tal que llega a ser altamente preocupante e inaceptable para quienes observamos el tema.
Los comentarios misóginos de Donald Trump, su constante actitud de superioridad hacia Hillary Clinton, y en el caso del ‘Town hall’ del pasado domingo, también hacia la moderadora Martha Raddatz, nos lleva a cuestionarnos sobre el género como un condicionamiento a la decisión electoral.
Como ha publicado la revista Time, desde su inicio, en ambos debates se han visto los estereotipos que, en gran medida, son causas de la discriminación de género que aún persiste a nivel mundial.
Una muestra es que mientras el electorado coincide en que “Clinton se preparó para el debate”, se asume que “Trump apenas estudió y prefirió arriesgarse”. Ambas afirmaciones coinciden con estudios permeados del espíritu machista, que afirman que “las mujeres tienden a prepararse más para tener confianza en sí mismas”, mientras que los hombres “simplemente confían más en ellos mismos”.
Lo mismo sucede con el cuestionamiento a la salud y la capacidad de Clinton de soportar el fuerte trajín de la posición presidencial.
Otro síntoma de esta realidad son las constantes interrupciones de Trump a Clinton, que en el primer debate fueron 51 y en el segundo 19, situación que coincide con las investigaciones que demuestran que las mujeres son constantemente interrumpidas por los hombres al momento de plantear sus ideas, y que muchas veces no reciben el crédito por las soluciones que aportan.
Son evidencias de que los estereotipos de género están jugando un papel esencial en estas elecciones.
Siempre se ha observado en Estados Unidos una división en términos ideológicos, lo que en gran medida sustenta su sistema democrático, que se refleja en la división existente entre una mayoría republicana y otra mayoría demócrata.
Sin embargo, el actual proceso electoral amenaza con profundizar otra división, que es la de género. De acuerdo a Pew Research, en las últimas 9 elecciones se puede apreciar un aumento constante del voto femenino hacia los demócratas, que en promedio se sitúa en un 8% a favor de los demócratas. Para estas elecciones, este número podría duplicarse, según las encuestas, por lo cual las mujeres tendrían en sus manos el resultado final del ejercicio electoral del 2016.
Una de las razones más relevantes para distanciar el voto femenino de Trump, es también su radical oposición a los inmigrantes y su trato hacia las minorías etnicas, especialmente los musulmanes. Las encuestas que ha realizado Pew Research indican que este tema es relevante para el 69% de las mujeres. En el caso de los hombres, lo es para un 56%.
En un futuro no muy lejano, la aspiración debe ser que el hecho de ser mujer no pese sobre la capacidad de ocupar un puesto de poder, si no, que el peso de la decisión esté sobre la calidad de las ideas, el conocimiento de la realidad socioeconómica y el compromiso con una sociedad más justa y equitativa. Eso no sucederá en estas elecciones de Estados Unidos, pero ojalá que el resultado aporte a un cambio que inspire al mundo, especialmente a América Latina.