OPINION: El caso del PRSC

 
 
 
El Partido Reformista Social Cristiano nunca fue una fuerza política  de columnas democráticas. Fue la imagen de masas del doctor Joaquín Balaguer. Más que un partido, fue el designio de un líder que era dueño del poder absoluto.
Los hombres que se creen por encima de la Constitución, del país y del pueblo siempre conforman un grupo social que pueden llamar partido, donde obligan a la mayor parte de la población a formar filas. Trujillo lo hizo con el Partido Dominicano.
De la palmita al gallo, el doctor Balaguer hizo del partido Reformista una extensión política del poder. Una institución sin piernas y sin cabeza, donde todo era el ideal balaguerista de estar siempre en el poder.
Balaguer fue un líder indiscutible de la masa silente, de los más conservadores del país, de una fuerza mayoritaria pero temerosa, que gusta de ley y orden, sin democracia. Es una masa amorfa que siempre va desde la suplementación de la democracia por el puño de un dictador, o el verbo incendiario de un sátrapa ilustrado.
Al borde de una nueva división, el reformista ya no sintetiza el sector que aglutina a los más conservadores de la población. Hoy carece de un líder, y si muchos dirigentes de ocasión, sin el gran peso de ser conductores de masas.
El doctor Balaguer levantó la mano de Leonel Fernández para conformar un binomio electoral, y ganar unas elecciones al doctor José Francisco Peña Gómez. Balaguer, ya camino de la tumba, le endosó a Leonel Fernández el liderazgo de las fuerzas conservadoras nacionales.
Esta nueva lucha en el Partido Reformista son los estertores de un moribundo político que sigue luchando. Todos son conservadores y muchos llegan al oportunismo. Sin estar en sus filas y sin en forma pública alentar  cambios, las ideas conservadoras reformistas van de la mano con el doctor Fernández.
Una división que constituye un paso adelantado hacia las venideras elecciones presidenciales. Podría ser que mentes predestinadas  desean  cerrar la brecha a que segmentos reformistas quieran ofrecer de nuevo las banderas del gallo colorao para una postulación de Leonel.
Una maniobra de fino tacto político, donde el continuismo va conformando nueva formas, para nacer de nuevo. ¡Ay!, se me acabó la tinta.
jpm
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