OPINION: Don Genaro López, símbolo de honradez

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Fue a mediado de los años 70s, en donde la convulsión política y las fuerzas contrarias al balaguerato de la época escenificaban por estos predios un pugilato en donde quienes ni siquiera teníamos una tv a blanco y negro tomábamos partido, aunque de manera solente.

Para la época “trabajaba de aprendiz” de mecánica de vehículo en la Estación Esso de Don Alfredo Tavar, mejor conocido como “Bobito”, con Chumita Sánchez, quien en la vieja camioneta Dodge, que antes era propiedad de un señor al que solo conocía como “Monchú”, de vez en cuando nos montábamos en “La Ñata”, (así les decíamos a la vieja Dodge), para entonces de vez en cuando trasladarnos al rio Cenovi, en donde nos quitábamos el bajo a grasa producido por el día de trabajo, en donde junto a Salvador el de “Cananao”, Cuta “EL Gomero”, Gilberto Martínez (fallecido), Matorrales, Kennedy, Cebo el de Pedro Almanzar, a quien también llamábamos “Paipo” y otros, nos íbamos a disfrutar de la naturaleza de aquel entonces.

Luego, cuando ya de regreso en horas muy tarde del día, casi llegando la noche, tenía que ir cada tardecita la mercado público a comprar 25 centavos de plátano, “donde Genaro, que él es que lo vende bueno” me decían en mi casa.

Allí, tan pronto este larguirucho señor, con aspecto quijotesco y con unas breves palabras que balbuceaba, me vendía los 25 centavos de plátano, no sin antes preguntarme por su comadre Lucia y el compadre Ramón (eran mis abuelos).

En Don Genaro López, el cual casi nunca supo mi nombre, pues siempre me llamó “muchachito”, vi siempre al “Viejo Lobo” al que mis tíos, Milor, Carloche, Lan, Avilio, Sonia, Martha, en fin todos teníamos que respetar y en ocasiones tratarlo con reverencia, pues, el respeto que este noble hombre tenía y que además inspiraba con regia figura, era algo digno de admirar.

Otra cosa, desde el barrio El Hoyo, hasta El Chucho, donde Don Genaro con su “recua” de muchachos y su esposa Ana Rosa de Jesus vivía, algunos que otros de los de mi casa, teníamos que llevarle cada cierto tiempo, o una botella de manteca de puerco, o una fundita que en ocasiones contenía zurrapa de chicharrón, o algunos pedazos de tripitas, morcilla, buche y otros, pues según mis viejos (también ya fallecidos), “al compadre y a la comadre le gustaban estos entresijos”.

Para ese entonces, en mi casa los nombres de “La Perrera” con sus temibles chillidos que con el llamado “Diablo Negro” y “Antonio La Perra” a bordo, eran muy comunes, sobre todo cuando en tiempos de movilizaciones estudiantiles, andaban tras la búsqueda de Mape, Sócrates, Panchiqui el de Julia, y otros, que ya mi memoria no alcanza a recordar, como recuerdo a Gio y a Felo por ser estos dos muy buenos amigos, de la estirpe directa de Don Genaro.

Si en este momento he decidido poner mi débil intelecto para esbozar una parte de mi pasado romántico, y de paso tomar como ejemplo a Don Genaro López, lo hago por varias razones, primero, por una deuda moral con mi conciencia, pues desde hace mucho quería escribir unas breves líneas a su memoria, segundo, porque al ver tantas debilidades morales y falta de respeto en una sociedad que va por un camino torcido, entiendo que tomar como ejemplo este tipo de persona, es un buen ejercicio para por lo menor recobrar una parte de lo que como sociedad hemos perdido, y tercero, porque “conociendo” en su justo momento a este integro personaje, y además de su estirpe con las cuales guardo muy buenas relaciones, sencillamente, no me ha quedado de otra que al ver las grises nubes de un cielo que a pesar de todo promete un mañana esperanzador, pienso en este hombre para dejar mis huella de hoy para que reflexionemos como pueblo y nos demos cuenta, que no todo está perdido

of-am

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