Nuestra Educación

El sistema educativo dominicano tiene que dar un salto adelante.  Está empantanado entre las nuevas aulas, los aumentos de salarios de los profesores, la tanda extendida, el desayuno y la comida de los estudiantes.

 

Todo apunta que si no hay un terremoto en el sector educativo, se solidificará una burocracia desde el gremio de profesores y los empleados administrativos.  El cuatro por ciento todavía no es el gran impulso para el desarrollo del sistema de enseñanza en la República Dominicana.

Las nuevas aulas son un impulso a mejorar las tareas prácticas de la educación. En muchas comunidades todavía se imparte docencia con los alumnos sentados en latas o de pie, pero una escuela es un objeto inanimado, de cemento y varillas, que sólo puede ser funcionar con la adición del sacerdocio del maestro.

Por desgracia la nueva generación de maestros perdió el rumbo del sacerdocio de su profesión, y ahora no pasa de ser un oficio lucrativo, donde se gana por impartir docencia y ya.

Lo más importante para el sistema educativo, es la modernización de los programas de enseñanza, y adecuar los libros de textos a la realidad nacional. Hay materias que al parecer fueron sacadas de un sombrero de magos, y otras ya están obsoletas.

Muchos libros de textos vienen impresos de España y Sudamérica, y desde luego lo primero que se debe preguntar un padre de alumno es en que le favorece esa material que se paga a un alto precio. Yo diría que en nada, hay que pensar en libros de textos adecuados a los valores nacionales.

Desde luego, hay materias que son de corte internacional, por lo que periodicamente se deben someter a revisión para que estén actualizadas. Ello no signífica que se retorne a la sinrazón de cambiar los libros de texto todos los años.

Una verdadera barbaridad.  Un libro de texto debe durar tres o cuatro años, antes de ser sometido a revisión. Si hay alguna modificación muy particular, toca al profesor hacer las salvedades al momento de impartir docencia.

Hay que mejorar los niveles del profesor de hoy, que no pasa de ser una mujer o un hombre que con una tiza en una mano y el borrador en la otra, está pediente del horario que le toca trabajar, del cheque que cobra a fines de mes, de la cooperativa de maestros y hasta del hotel donde obtiene descuentos especiales para pasar vacaciones.

El cuatro por ciento se desperdicia, porque no se está haciendo una verdadera revolución del sector educación. Allí hay que modificarlo todo. Nada se gana con aulas nuevas, cuando van a cobijar ideas retrógadas. Pupitres a estrenar, para sustentar cabezas del pasado. !No!.

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