Nostalgia navideña

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

 

En estos días de Navidad con aguaceros, indicio irrefutable de los cambios climáticos que la devastadora voracidad humana provoca, la nostalgia puede apoderarse fácilmente de los seres sensibles echando de menos los villancicos y hasta los encendidos merengues que se apoderaban de las ondas radiofónicas para esta temporada del año. Nos han quitado hasta “El martiniqueño” y “Navidad que vuelve”.

Pareciera que hasta la televisión se ha negado a la tradición, con el agravante de que este año no se puede arrancar para Puerto Rico, el país más navideño del universo, en aportes musicales, luces, festividades, y hasta en la prolongación porque después de los Reyes se celebran las octavitas, con las cuales se llega casi hasta la mitad del primer mes del año nuevo.

Pero esta vez las Navidades son fallidas en la tierra del edén destrozada por un huracán que llevó el nombre de la madre de Jesús, tanto que tres meses después el 40 por ciento todavía no dispone de electricidad ni suministro seguro de agua potable.

Nostalgia se siente también de aquellas serenatas o parrandas nocturnas y de los aguinaldos madrugadores, del jengibre y el ponche que revitalizaba la solidaridad del vecindario. Ni hablar de la Misa del Gallo a la medianoche, porque la inseguridad generada por la extrema desigualdad clausuró esas manifestaciones de aquellos tiempos que, como todos los pasados, siempre fueron mejores. Para los que entramos en la decadencia, porque el horizonte se va estrechando irremisiblemente. Porque “ahora el tiempo vuela y los años pasan muy rápido”. Aunque lo que vuela y pasa son nuestros hálitos de vida.

La siembra hacia arriba de la varilla y el cemento, la migración campesina y pueblerina que masifica las ciudades donde se concentra el progreso material, han fragmentado el tejido social solidario pero aún así todavía muchos dominicanos procuran volver a sus orígenes para las celebraciones de la Nochebuena y la Navidad.

Los migrantes más notables en estos días son los provenientes de decenas de países donde se dispersaron los dominicanos en las últimas seis décadas. Se les encuentra en el Medio y Lejano oriente, en la Europa hasta oriental, y en los últimos años cuando han descubierto que “el sur también existe”, en Ushuaia, la ciudad más sureña del mundo, donde ni los incentivos de apartamentos provocan la población argentina. Allí ya hay una colonia dominicana que se busca la vida hasta a quince bajo cero la mitad del año. En Alaska, al extremo norte, los dominicanos se cuentan por miles.

La diáspora dominicana, expulsada por nuestra falta de oportunidades de vida, se ha convertido en sostén fundamental de la relativa estabilidad económica, al ritmo de más de 5 mil millones de dólares anuales, 240 mil millones de pesos, sin nada incluido, sin los cuales ni los seis mil millones de dólares del turismo nos hubiesen salvado de la ruina. Ese aporte equivale a la mitad de los ingresos fiscales nacionales.

Llegan alborozados a los aeropuertos, y se hacen sentir en los lugares de esparcimiento, en los barrios y hasta en las iglesias, exhibiendo su mejoría, pero también reafirmando su dominicanidad y exigiendo el reconocimiento que muchos quieren negarles, considerándolos narcotraficantes y trabajadoras sexuales, cuando en realidad el 95 por ciento se faja de campana a campana para ganarse el pan y la esperanza, mejorar sus viviendas y asegurar su vida y la de los suyos, soñando eternamente con el regreso.

Ellos son parte de nuestra Navidad, del reencuentro de estos días, de la solidaridad y de la humanidad de los migrantes, por quienes el papa Francisco ha vuelto a pedir respeto en su mensaje navideño “Urbis et Orbe”, en que de nuevo clama por la paz entre los seres humanos y los pueblos, rechazando este mundo “en que soplan vientos de guerra y un modelo ya caduco sigue provocando degradación humana, social y ambiental”. Mundo donde los dominantes volvieron este año a espantar las celebraciones en Belén, donde nació el humilde rabit de Galilea, que nos legó el amor y la solidaridad humana.

JPM

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alfred
alfred
6 Años hace

Feliz 2018. Juan Bolivar. Salud y mucha vida a usted y familia , y hasta su **** y gato.

alfred
alfred
6 Años hace

Excelente

juan perez
juan perez
6 Años hace

bolivita: pero mejor vete para Haití a celebrar la navidad brujiando, que esa es tu verdadera patria, de paso aprovecha y date unos cuantos tragos de ese clerén haitiano que a ti siempre te ha gustado tanto, que ahora está más nutritivo que nunca

Dinamismo Visionario.
Dinamismo Visionario.
Responder a  juan perez
6 Años hace

Así de destructivo tiene que ser, pues se le añadió tres pasitos a esas bebidas, para hacer más »fuerte» y mortal la bebida. Te diste cuenta, hermano, de las 53 células terroristas que están formando los haitianos para penetrar el país el primer día de enero? Ademàs, el DNI ha denunciado que estos haitianos pretenden envenenar los principales acueducto de los pueblos fronterizos.

El mismo Travieso
El mismo Travieso
6 Años hace

Siento nostalgia al recordar que nuestras calles no estaban llenas de haitianos
Como están ahora, y apoyados por bandidos como este quien cobra en dólares
A travez de unas de las ONG propiedad de otro tipo perverso llamado George Soros!!

Dinamismo Visionario.
Dinamismo Visionario.
Responder a  El mismo Travieso
6 Años hace

De hecho, el comentario de este prohaitiano es un comentario avieso, con un metamensaje para que aceptemos como buenos y válidos los indeseables haitianos.