Nombrar gente para que haga poco
Un jefe de Estado tiene la prerrogativa de escoger a los ciudadanos que desempeñarán las más altas funciones en el aparato burocrático de la nación. En cada país esta privilegiada función va pareja con algunas marcas que en unos casos significan controles, sin que ello menoscabe las atribuciones del mandatario.
En República Dominicana esa delicada responsabilidad compete al Presidente. Pocos cuestionan al jefe del Estado por las designaciones de los altos cargos, aunque sutilmente circula la apreciación de que han de elegirse las personas indicadas para cada cargo y no buscar cargos para determinadas personas.
Aquí nadie se hace la ilusión de que un gobernante llame a los hombres y mujeres más capaces para integrar la estructura burocrática. La gente, con asombrosa conformidad, espera que el Presidente forme su gabinete ministerial con los más capaces, escogidos entre sus partidarios y con quienes haya establecido negocios políticos.
Rafael L. Trujillo, quien como todo dictador, a falta de inteligencia desarrolló la astucia, aun creyéndose dueño de esta isla, se ocupó de que cada ministerio fuera ocupado por un hombre –no era tiempo de las mujeres- de incuestionable formación profesional en el área en que iba a trabajar. Si alguno no era trujillista, bastaba con parecerlo.
En el complejo ministerio de Relaciones Exteriores, que algunos lo ven solo como una vía para viajar y levantar copas de vino, el tirano colocaba intelectuales tan recios como Enrique de Marchena Dujarric, Virgilio Díaz Ordóñez, Porfirio Herrera Báez, Julio Ortega Frier o Joaquín Balaguer. Todos experimentados en el uso de la palabra y el pensamiento.
En Educación, el tirano se permitió el lujo de designar a Pedro Henríquez Ureña, y luego a su hermano Max, pero también pasaron por allí lumbreras como Armando Oscar Pacheco, Ramón Emilio Jiménez, Joaquín Balaguer, Guido Despradel y Julio Ortega Frier, quien también fue rector de la vetusta Universidad de Santo Domingo.
El presidente Danilo Medina integra su gabinete sin tomar en cuenta el perfil de las personas que ha escogido para cada puesto. Tal parece que señala primero al individuo y luego saca de una bolsa el nombre de la posición a desempeñar. Pero no es así, pues el Presidente ha desarrollado la astucia de nombrar gente para que haga poco o no haga.
El adjetivo idóneo significa adecuado y apropiado para algo. Un hombre puede ser apto para no hacer lo que se requiere en determinada área estatal. Y hay nombramientos así porque así los ha querido el presidente Medina. La idoneidad es condición fundamental para escoger funcionarios, allí donde prevalece el respeto para los ciudadanos.