No matarás ¿biológica o  espiritualmente?

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EL AUTOR es investigador y empresario agroindustrial. Reside en Santo Domingo.

El quinto mandamiento de la Ley de Dios reza: no matarás. Se sobreentiende que se refiere al ser humano, es decir que un ser humano no debe matar a otro ser humano. Este mandamiento tiene su justificación, no solo en un asunto sentimental, sino, incluso, de orden jurídico.

¿En qué sentido “no matarás” es de orden jurídico? En el sentido de que ningún ser humano es dueño de la vida de otro ser humano, porque no es el autor ni el creador de la vida. La vida la da y la quita solo quien tiene ese derecho en virtud de la propiedad de la misma.

¿Por qué se puede afirmar teológicamente que el “no matarás” está dirigido específicamente a la especie humana? Porque está escrito en el libro del Génesis, capítulo uno, versos del veintiocho al treinta:

«Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya, a imagen de Dios le creó, macho y hembra los creó. Y bendíjolos Dios, y díjoles Dios: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla; mandad en los peces del mar y en las aves de los cielos y en todo animal que serpea sobre la tierra”.

«Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento. Y a todo animal terrestre, y a toda ave de los cielos y a toda sierpe de sobre la tierra, animada de vida, toda la hierba verde les doy de alimento».”

El ser humano es una especie creada a imagen y semejanza de Dios, quien insufló en él un mismo espíritu de vida (Génesis 2:7). Por tanto, el ser humano tiene vida biológica, como cualquier animal, y vida espiritual, la cual le fue dada por Dios de manera exclusiva.

Si el ser humano tiene dos tipos de vida: vida biológica y vida espiritual, entonces, por lógica, tiene también dos tipos de muerte: muerte biológica y muerte espiritual. De ahí que el quinto mandamiento no se refiere solamente a la muerte biológica, sino también a la espiritual, que según Jesucristo, tiene mayor importancia que la biológica (Mateo 10:28).

Muchas personas piensan que no han matado a nadie, sin embargo tienen en su haber sabe Dios cuantas muertes provocadas por ellos a personas que biológicamente siguen vivas. Y he ahí la triste realidad: La sociedad moderna siendo asesina en el ámbito espiritual,  produce ciudadanos asesinos espiritualmente.

Pues las ciudades del mundo moderno están llenas de “muertos espirituales” que viven para esperar su segunda muerte. Es eso lo que se llama un mundo sin esperanza. Nunca antes como hoy se ha hecho tan importante meditar y enseñar correctamente el quinto mandamiento: “no matarás”.

Y es que mientras se tenga vida biológica, se puede recuperar la vida espiritual, que es la que dura para siempre. Es decir que la resurrección de los muertos existe y se produce cada vez que una persona pasa de una vida basada totalmente en lo material, a una vida espiritual que asume lo material como herramienta para poder caminar y existir en este mundo.

Vemos pues que el sentido del mandamiento que prohíbe matar va más allá de eliminar el cuerpo físico. Entonces, cabe preguntar: ¿Cuándo se mata espiritualmente a una persona? Esa pregunta es muy importante porque hace despertar cuando se encuentra la respuesta correcta, y ese despertar permite dos cosas: que uno sepa identificar a los asesinos espirituales y que uno no se convierta involuntariamente en un asesino espiritual.

Porque los asesinos espirituales son como los vampiros, que convierten a sus víctimas en muertos vivientes que a su vez se convierten en asesinos espirituales. Y el alimento de esos asesinos espirituales es la vida de las víctimas, igual que los vampiros, cuyo alimento es la sangre, símbolo de la vida.

Se mata espiritualmente cuando de manera deliberada se hace creer a la víctima que una mentira existencial es verdad y que la verdad es mentira. Al hablar de mentira y/o verdad existencial, hablamos en términos absolutos, no relativos.

En término relativo, una verdad siempre es verdad en relación a algo, lo mismo que una mentira. Sin embargo, la verdad o la mentira absoluta, son independientes de todo, para ellas ser no necesitan marco de referencia. A la verdad absoluta le llamamos Dios, a la mentira absoluta, negación de Dios

Por eso la verdad absoluta es trascendente, trasciende el mundo que conocemos y sus dimensiones. La mentira absoluta es aquella que pretende negar la verdad absoluta. Así cuando los incautos asumen lo relativo y finito (no trascendente) como verdad y viven según ella, han muerto espiritualmente, ya que pierden su conexión con la verdad, que es la dueña de la vida.

En ese sentido, todo aquello que es pasajero, relativo y finito y se asume como real, verdadero y eterno, es decir como dios, siendo esos dioses falsos,  promueve y provoca la muerte: Tanto la espiritual, como la biológica.

En tanto que todo aquello que es para siempre, permanente y eterno, es la verdadera realidad y es Dios, el Dios de la vida que como tal, no solo la promueve, sino que la da, tanto la espiritual como la biológica. Y ese Dios verdadero se ha autodefinido como amor, un amor que es entrega total.

Visto de manera más palpable, promover y proteger la vida en su conjunto, tanto espiritual como biológica, es poner a trabajar los dones y talentos que se han recibido por gracia, a favor de la vida y la felicidad del ser humano en esta tierra y en esta dimensión, asumiendo los bienes materiales como un medio para ese fin, reconociendo la verdad trascendente como Dios y dándole a Él por tanto todo el honor y la gloria que merece.

Este mandamiento invita a ver a todo ser humano como un hermano que merece ser tratado con dignidad, amor, comprensión y misericordia, no importa su procedencia ni su condición social. En este caso, la solidaridad debe alcanzar un peldaño superior en la escalera de la vida: el peldaño de la caridad, que es la expresión palpable del amor de Dios.

Por eso  dijo Jesús: «Habéis oído que se dijo a los antepasados: No matarás; y aquel que mate será reo ante el tribunal. Pues yo os digo: Todo aquel que se encolerice contra su hermano, será reo ante el tribunal; pero el que llame a su hermano «imbécil», será reo ante el Sanedrín; y el que le llame «renegado», será reo de la gehenna de fuego» (Mateo 5: 21-22).

c.aybar@nikaybp.com

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