No hay que ser un coronel para casarse con la gloria

 

 

 

Como todos recordarán, el Doctor Peña Gómez, durante muchos años, invocó en vano la figura que titula este artículo. De aquella época, con la Guerra de Abril a sus espaldas y el destacado papel de varios coroneles, Peña Gómez, inspirado e inspirador alentaba y promovía la esperanza de que, de nuevo, un coronel, como los de Abril estuviera dispuesto a casarse con la gloria.

 

Ese reclamo e invocación de Peña Gómez contenía otra afirmación no explicitada: él no era ese hombre dispuesto a casarse con la gloria y por eso, una y otra vez, abogó por esa figura mítica y creo, si mal no recuerdo, que nadie le hizo ver al Dr. Peña Gómez que en realidad y como consigna el título  de este trabajo, no había que ser coronel para casarse con la gloria.  La frase y el planteamiento resultan ahora, una vez mas, pertinentes.

 

Fray Antón de Montesinos no fue nunca ni siquiera militar y menos aun coronel. Con  su discurso de adviento  del 21 y 28 de diciembre de 1511              increpando a lo encomenderos y saliendo en defensa de los indios esclavizados se casó con la gloria, transformó instituciones, prohijó un régimen nuevo y avanzó una verdadera revolución que pensada y consensuada por un grupo de dominicos trastornó el mundo de entonces y sembró valores que todavía hoy, cinco siglos después perduran en la palabra y en los hechos.

 

Los que en el Haití de finales del siglo XVIII se rebelaron contra los colonos franceses terminaron fundando la primera república negra del mundo, destruyeron la esclavitud, derrotaron a las tropas de Napoleón y construyeron un país que ellos mismos terminarían dilapidando después pero, no sin que antes hubieran estremecido de arriba a abajo el mundo de su época.  Ninguno de ellos había sido coronel.

 

En el año 1955  una mujer de aspecto apacible, hastiada de humillaciones inmerecidas, decidió ocupar un asiento en la sección reservada a los blancos y explícitamente rehusó cederlo a un blanco dentro de un autobús que había abordado en la ciudad de Montgomery, estado de Alabama. Rosa Park tampoco era coronel y ese día se casó con la gloria al rehusarse a cambiar de asiento con lo cual encendió la llama que recorrió todo el país y buena parte del mundo como la lucha por los derechos civiles.

 

Podría, sin mayor esfuerzo, citar numerosos casos que elocuentemente demuestran que  no había que ser coronel para casarse con la gloria. El día que el juez José Alejandro Vargas rehusó homologar el acuerdo entre el gobierno dominicano y la ODEBRECHT, pudo haberse casado con la gloria y todavía tiene la posibilidad de hacerlo dependiendo de los factores de conducta, carácter y profesionales que determinaron su decisión primera y las que de ahora en adelante pudiera asumir.

 

En estos mismos días un pelotero dominicano Moisés Alou, afirmó que no solamente ellos, como deportistas, debían poner en alto el prestigio del país sino también los políticos con lo cual increpaba a aquellos y ponía las bases de un discurso de ruptura que perfectamente hubiera sido capaz de seducir a medio país en caso de que hubiera querido llevarlo a la acción.

 

Voy más lejos, hace apenas unos meses un teniente del ejército, un perfecto desconocido, produjo una denuncia de las condiciones prevalecientes al interior de las Fuerzas Armadas pero no hizo acompañar su denuncia de ninguna acción reivindicativa y lo mismo sucedió con el policía que acuñó el término de los sueldos cebollas y, de nuevo, hay miles de casos.

 

Una señora hace un par de años emprendió frente a Funglode una defensa enardecida de sus derechos, un campesino hizo lo mismo en San José de Ocoa y otros subvirtieron un Te Deum con una denuncia ingeniosa y oportuna.

 

No existe una regla que precise cuando una denuncia, un gesto, un accionar coyuntural matrimonia al protagonista con la gloria, pero sí debe quedar claro que la denuncia sin el compromiso de la acción no lo desata y que, en modo alguno es necesario ser coronel para casarse con la gloria.

 

Peña Gómez, aunque bien intencionado, estaba equivocado. En la República Dominicana de hoy cuya realidad evito describir por ser harto conocida, un gobierno ilegítimo, desprestigiado, corrupto e inepto se mantiene a pesar del repudio creciente del cuerpo social porque no tiene oposición de verdad ni en el interior ni en la cabeza de los partidos políticos que se definen –frecuentemente sin serlo- como opositores.

 

Convencida de que no tiene nada que esperar de esos partidos ni de sus dirigentes, la sociedad ha empezado a manifestar su descontento, su hastío y su desesperación. De ahí surgió en todas sus modalidades y variantes el movimiento verde del cual los partidos tratan de apropiarse incluso si en el proceso dañan la misma causa que dicen defender.

 

El movimiento verde nació al margen de los partidos y a causa de la ineptitud e incompetencia de estos. Por lo tanto, en lugar de tratar de apropiarse del movimiento, deberían aprender a articularse con este, cada cual ocupando su espacio.

 

Los males que aquejan a la República Dominicana generan una dinámica propia que está gestando en las entrañas del movimiento un liderazgo nuevo y puede también estar creando las condiciones para el surgimiento de otro Montesinos, Toussaint  o Rosa Park. Es impredecible lo que puede pasar en este país pero si la Ley de Murphy tiene alguna validez, pasará.  Esta gente será gobierno hasta que esta sociedad produzca, dentro o fuera del movimiento verde, los dirigentes que lo sustituyan sin importar cuan desacreditado, envilecido y degradado esté el gobierno.

 

Lo que si puede asegurarse desde ahora, más allá de cualquier duda posible, es de que, no hay que ser coronel para casarse con la gloria.

 

Nota: La Ley de Murphy o Murphy´s Law establece que si algo puede salir mal, sin dudas saldrá mal o dicho en inglés: If anything can go wrong it will go wrong.

JPM

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