No es lo mismo llamar la reelección que verla llegar

 
 
La reelección es odiosa, pero la veneramos.
 
Algo así como cuando hablamos de la muerte alegremente.
 
Sin embargo cuando la realidad se asoma reaccionamos.
 
Cuando toca nuestras puertas no queremos abrirle.
 
Sabemos que es una caja de pandora.
 
En su interior hay mentiras, corrupción, compra de voluntades, déficits. En fin, una secuencia de males.
 
Por experiencia sabemos que la reelección tiene un preámbulo.
 
Una figura impoluta que la rechaza insistentemente y un sequito que le reclama aún cuando el beneficiario mantiene su oposición.
 
Es tal el clamor popular que no le queda más remedio que a regañadientes aceptar.
 
Es entonces cuando se caen las máscaras y todo queda al desnudo.
 
Nos damos cuenta que quien fingía estar al margen de todo es realmente el titiritero.
 
Se desnuda el doctor Merengue de aquel ser desprendido cuyas acciones distan mucho de sus palabras.
 
Los aplausos se tornan en rechazo, las sonrisas se apagan.
 
Los recuerdos afloran a caudales.
 
No ha habido reelección en el país libre de dolo.
 
Esos procesos siempre han terminado mal y este no sería la excepción.
 
El rechazo se torna generalizado.
 
No hay grupo social que no repudie esta pretensión de seguir en el poder cueste lo que cueste.
 
A tiempo nos hemos dado cuenta que sus cantos nos arrastran al despeñadero y  ya es firme la decisión de cerras los oídos ante las pretensiones continuistas.
 
Los que compraron la idea de  que estábamos ante un líder diferente, que en materia electoral haría lo que nunca se ha hecho, ven con pesar como se ha inclinado a imitar lo de siempre: negar, disimular  y fabricar todo un escenario para surgir como el mesías que todos esperan.
 
Otra falsa más.
 
Esperar cuatro años para entonces tratar de volver luce una eternidad. Debe ser ahora o nunca.
 
Sobre todo porque a es ahora cuando tiene en sus manos el presupuesto para manejarlo a su antojo. Para entonces será otro y el Estado puede volver a vencer sus aspiraciones.
 
Debe pensar: si falto yo el país puede ir al abismo. Es ahora. En este momento.
 
Solo que esta vez podrá con recursos y chantaje sortear algunos obstáculos pero hay un muro que será imposible burlar: la voluntad férrea de un pueblo que grita ¡basta ya!
 
La reelección es odiosa, pero la veneramos.
 
Solo que no es lo mismo llamar al diablo que verlo llegar.
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