No a los commodities

Una de las constantes en el crecimiento de muchos países, ha sido el cambio de la vida rural a la industrial, a los servicios y a la educación.

Entendieron que sembrando yuca y plátanos no llegarían muy lejos.

Razonaron que la agricultura solo debería utilizarse para garantizar la alimentación básica de sus respectivos pueblos.  Exportar solo los excedentes agrícolas  luego de industrializarlos. Nunca tomarlos como base para el desarrollo.

Lograron detener el ciclo de exportar batatas e importar compotas.  O enviar cacao y recibir bombones.

Para darle más peso a estos argumentos, vamos a poner cuatro países como ejemplo de lo que es una buena gestión gubernamental, encaminando la economía del país por los senderos correctos.

De estos cuatro países, tres son más pequeños que la República Dominicana.  De hecho, Luxemburgo, el país con el ingreso per cápita más alto del mundo, es más pequeño que la provincia de San Juan de la Maguana.

El  cuarto, es uno de los países con mayor territorio del mundo.  Con esto queremos destacar que el tamaño no es lo determinante.

Los porcentajes generales del Producto Interno Bruto de Singapur son: agricultura: 0%, industria: 24.8% y servicio: 75.2%.

De Luxemburgo son los siguientes: agricultura: 0.2%, industria: 11.9% y servicios: 87.9%.

Dinamarca nos muestra estos números: agricultura: 1.1%, industria: 23.7%, servicios: 75.2%.

La enorme China: agricultura: 8.3%, industria: 39.5% Y servicios: 52.2%.

Como podemos ver, en ninguno de esos países que han logrado su desarrollo y cuyas economías están entre las primeras diez  del mundo, el porcentaje de la agricultura en el Producto Interno Bruto  llega a los dos dígitos.

Hace 40 años, La República Popular China era 80% rural y la mayoría de la población vivía en extrema pobreza.  Con un ingreso per cápita menor que la República Dominicana de entonces.

Luego de la muerte de Mao Zedong, las autoridades chinas, con el diminuto Deng Xiaoping a la cabeza, muchos dicen que inspirados por los logros de Lee Kuan Yew en Singapur, le dieron un giro de 180 grados al concepto estatal y cerrado de la economía puramente  socialista y abrazaron la más abierta Economía Social de Mercado.

Este no es un concepto nuevo. Se utilizó por primera vez en Alemania, luego del fin de la segunda guerra mundial, con muy buenos resultados.  No solo en esa nación, sino también en otros países del norte europeo.

La República Popular China, para apuntalar su camino hacia el desarrollo, comprendió que también necesitaba cambiar radicalmente su sistema educativo y le dio prioridad a los estudios de ciencia, ingeniería, matemáticas y tecnología.

Los resultados los tenemos a la vista.  Hoy la ex rural China, con más de 8,000 solicitudes de patentes, ocupa el quinto lugar en el mundo en ese renglón.

No nos vamos a comprar con la República Popular China, con sus más de 9 millones de kilómetros cuadrado y sus casi 1400 millones de habitantes.  Pero sí podemos hacerlo con Singapur que cabe 70 veces en nuestro territorio.

Es muy posible que Steve Jobs de Apple Inc. o Bill Gates de Microsoft, nunca hayan sembrado un ñame en sus vidas y miren los resultados que obtuvieron.

No más exportaciones de materias primas sin ningún valor agregado.

Más y mejor educación, investigación, finanzas, ciencia y tecnología.

Ahí está el verdadero desarrollo.

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