Ñico bailó carabiné con la rubia Meicé

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

 

 

A manera de performance

 

Balaguer no bailó merengue pero conoció y oía tocar al anochecer el acordeón maravilloso de Ñico Lora en un rancho de tabaco durante lidias de gallos y bebida de clerén de contrabando en Navarrete. En algunos de esos combates estaría la imaginación más tarde de  los pintores Yoryi  Morel y Guillo Pérez a quienes de alba en alba les acompañaban gallos que luego aparecían en sus magníficas pinturas.

 

En las campiñas del Cibao el amanecer se manifiesta revestido de un humo blanco con brisas frescas. En esa ficción el aroma del café brota oloroso desde el conuco con los bramidos de bueyes, sudores de arado y cantos de espinelas en voces fatigadas.

 

Pero a esa tierra roturada llegaba el ruido de la guagua de «Cope corre a diez« y a su regreso de Santiago a Mao aquel ruido lento interrumpía las decimas.

 

Balaguer no roturó tierras labrantías ni cantó décimas en Navarrete, empero Ñico bailó carabiné con la rubia Meicé. Bailó merengue con pies descalzos a ritmo de tambora, acordeón y aliento de cigarro llamado pachuché.

 

Nunca vieron pelear, ni Ñico ni Tatico Henríquez, el gallo de raza fina del español y poeta don Celedonio Flores ni el de Antonio Ochoa, que según se dice era hijo de una gallina venida de Filipinas criada por Fernando de Magallanes, fuerte de pico y espuelas bravías. Sin embargo, Ñico tocó mangulina con su  acordeón prodigioso a golpes de tambora y güira en Guayacanes durante un combate de gallos de Pedrito Chávez.

 

El merengue cobró vigor y sabor con el acordeón de Ñico, sin embargo Bartolo Alvarado, el Ciego de Nagua, que es bueno tocando el aparato, oyó tocar a Juan Prieto, el acordeonista de Altamira, en una fiesta en Montecristi. Se cuenta que las aguas del mar llegaron a las orillas bailando merengue típico y Ñico, ni corto ni perezoso, viajó de Navarrete a Guayubín con la rubia Meicé a tocar en el desafío al general Demetrio Rodríguez y a Pedrito Chávez.

 

Por otro lado, a Fello Francisco y Rafaelito Román, dos gloriosos acordeonistas, les oyeron decir: «Preparémonos, que el maestro Ñico Lora estará presente con su acordeón en el desafío de Jaibón. Bajarán a caballo las más bellas mujeres de Juán Gómez  y los mejores bailadores de merengue del Mamey y  la Isabela».

 

Lupe Valerio, sabiendo que Ñico iba a estar presente en la fiesta de la Línea Noroeste, bajó de Dajabón al duelo de merengue con su acordeón terciado dispuesto a vencer la noche, si fuere necesario, con tragos  de clerén o ron Palo Viejo de Bermúdez.

 

Se dice que llegaron a la fiesta muchachitas como la Vieja Fefa y la India Canela, dos mujeres que con el acordeón en una velada de merengue habría que apretarse la correa y alijar los zapatos hasta que suelten las suelas bailando carabiné.

 

El tiempo pasa y de aquella famosa contienda del merengue típico quedó la historia llena de maravillosas anécdotas en las cuales la tambora, la güira y los acordeones tocaron y el público bailó hasta el amanecer al compás de San Antonio, el Telefonema, la Invasión del 16 y Los Suarez, entre oras coplas en la gloriosa voz  de Ñico Lora..

 

La reseña anterior es importante por la figura que representó el maestro del acordeón Ñico Lora en el desarrollo del merengue y la feliz permanencia de este cadencioso ritmo en el gusto y preferencia de los dominicanos en toda la historia. El merengue es Ñico y  los demás, Ñico es su más elevada expresión, por eso y mucho más la escuela que lleva su nombre en Santiago es y debe ser conservada y apreciada para que no muera esta hermosa tradición musical.

 

El ministro de Cultura, Pedro Vergés, parece que al haber examinado el uso o la falta de uso adecuado que se le estaba dando a la escuela Ñico Lora ha determinado rescatarla y al mismo tiempo aprovechar la notoriedad del más eminente representante de nuestra música tradicional para que a través de esta especie de conservatorio el merengue con sabor a pueblo no muera fusilado bajo el impacto del llamado merengue moderno.

JPM

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