Nicaragua no quiere a Ortega

 La acorralada dictadura izquierdista de Daniel Ortega ha arreciado la orgía de sangre que inició el día 18 de abril cuando el pueblo indignado desde hace tiempo con la tiranía, se volcó a las calles a protestar contra el decreto que subía las cotizaciones de la seguridad social, al tiempo que rebajaba en un 5% el monto a cobrar en las pensiones de los jubilados.

 Y aunque Ortega retrocedió anulando la medida, la protesta iniciada se incrementó por la despiadada y brutal represión desatada por las fuerzas represivas acompañadas de vándalos paleros motorizados de la Juventud Sandinista, quienes asesinaron a decenas de manifestantes. 

La suma de los asesinados ha subido alarmantemente en las últimas semanas, elevando la cifra a más de 165 las victimas mortales, amen de los cientos de heridos y detenidos, reinando en las noches el terror diseminado por las turbas y motorizados al servicio del régimen sandinista.

El acorralamiento del régimen de Ortega se ha fortalecido con el llamado a paro general organizado por organizaciones empresariales, sindicatos, la iglesia católica, entre otras organizaciones, para el jueves 13 de junio, el que ha sido todo un rotundo éxito según informa la prensa al momento de escribir este artículo. 

El régimen de Ortega perdió legitimidad desde el momento que comenzó con el desmantelamiento sistemático del sistema democrático haciéndose del control de las instituciones, incluyendo El Consejo Superior Electoral, del congreso y el poder judicial. 

Se recuerda cuando faltando 3 meses para las elecciones del 2016, en las que pensaba ganar su tercera reelección, que hizo expulsar del congreso unicameral a 28 diputados de oposición, por orden del Consejo Superior Electoral (CSE), bajo su control. Esto fue catalogado por juristas constitucionales y analistas, como un acto inconstitucional que elevaba a Ortega a la deshonrosa categoría de dictador.

Con tal disposición todas las formalidades y pilares de la democracia representativa fueron eliminadas brutalmente, lo que le ha permitido a Ortega el control total del Estado. A eso suele llamársele totalitarismo.

Con este llamado a paralizar el país de manera tan consensuada, el pueblo nicaragüense con lo más representativo de la sociedad a la cabeza, demuestra que está determinado a expulsar del poder al dictador de nuevo cuño, Daniel Ortega Saavedra, para restaurar la democracia y el estado de derecho en la tierra del genio de la literatura universal, el gran Rubén Darío.

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