Murió Eduardo Ruiz

Mis lectores recordarán aquel artículo de mi autoría de fecha 15/04/16 titulado: ”Guillermo Moreno & Eduardo Ruiz”, el cual publiqué al regreso de un periplo que hiciera por mi patria.  En ese artículo relaté: “Fueron 28 días desplazándome por todo el territorio nacional, informándome sobre el terreno, de los actuales asuntos políticos, sociales y económicos que me interesan.  Nada de “resources”, ni lujos.  Lo mío fue, un hablar de cara a cara con la gente que habita en las aldeas más remotas y pobres de nuestro país.

En ese recorrido-continué exponiendo- llegué a los Ranchitos de Ocoa, una comunidad rural paupérrima, asentada en ambos lados de la carretera, a una distancia de diez kilómetros del conocido Cruce de Ocoa.  En ese lugar pobrísimo, el sol es candente, dando lugar a un calor infernal desde temprana horas de la mañana.  El caserío de destartaladas casuchas es pintoresco.  Su plasmación en un fresco, evocaría una aldea del tiempo de la colonia; y su gente, desnutridos, famélicos, desdentados, a la vez, también evocarían en un lienzo, a los olvidados de la tierra.

 

En una de esas casuchas- continué narrando- sobrevive muy enfermo, Eduardo Ruiz, bajo el amoroso cuidado de su hermana Dilcia y la dispensa de afectos de su comunidad.  Su cuerpo ya es un esqueleto, que yace sobre una destartalada “cama sándwich”.  Este desdichado ser humano, desde meses atrás, sufre de cáncer en la próstata.  El dolor lo masacra.  La sonda, en ese calor infernal lo tortura y el hambre lo consume.  El médico le recetó 90 pastillas, una diaria, pero debido al precio de las mismas, 65 pesos por unidad, solo pudo o pudieron abastecerlo por más de una semana.   Los dolores hacen que Eduardo puje y grite constantemente. Su hermana (Dilcia), está con él todo momento, no lo abandona, no lo descuida.  Ella, no puede descansar a ninguna hora, ni de día ni de noche. Su paciente demanda sus cuidados en todo tiempo.  Ella está agotada y estresada.  La pobreza, las carencias, la falta de comida y medicamentos no le dan tregua para un sosiego.

 

Posiblemente Eduardo muera uno de estos días.  Su muerte será la liberación de sus grandes sufrimientos, en una tierra con abundancia de todo, pero, donde unos pocos indolentes, desaprensivamente disfrutan y derrochan, ese todo.

 Muere Eduardo Ruiz

 

Pues bien…tal como lo había vaticinado, Eduardo Ruiz murió el pasado miércoles 22 de junio, es decir, en menos de dos mes después de haber informado al país su padecimiento.  La tragedia no es que haya muerto, porque todos vamos a morir; sino, cómo, y porque murió.  Su muerte se pudo evitar, si se hubiese podido operar, pero en los hospitales donde iba, solo le daban recetas que no podía comprar.

 

Su hermana me informó de su muerte con dolores atroces, ni siquiera – me dice ella- ya le hacía gran efecto la morfina ni ningún otro medicamente que con la cooperación de varios amigos le habíamos proveído.  El dolor intenso lo desgarró hasta causarle la muerte.

 

Informé al país, de la terrible situación de este hombre, pero nadie acudió en su ayuda.  Ni un político, ni nadie del Estado, ni de la sociedad dominicana. Es que son tantos los casos viviendo esa tragedia, que el de Eduardo es solo una más.  De todos concernidos, implícitamente, solo Guillermo Moreno le había dicho a este hombre: “no te apures porque la vida no termina el 15 de mayo”.  Pero Guillermo se equivocó, puesto que, para este hombre y miles más, la vida si terminó poco antes o poco después del 15 de mayo.

 Algunas reflexiones

 

Coincidencialmente, en medio del pesar que me embarga por la manera atroz en que murió Eduardo, Negro Veras en su más reciente artículo nos dice que: “como sociedad, la dominicanano sirve,  está averiada, deteriorada desde arriba hasta abajo, y como personas civilizadas no debemos continuar viviendo en la forma que lo estamos haciendo.  No es la felicidad de un puñado de personas, la gran cantidad de hermosos edificios y los muchos lujosos vehículos de motor, los que hablan del progreso de una sociedad, sino la sanidad de sus habitantes, esperanza de vida, el alto porcentaje que sabe leer y escribir, buena instrucción educativa, media y superior, y tener a su alcance centros educativos y maestros calificados para impartir enseñanza de calidad.

 

Para saber si la sociedad dominicana sirve o no- continua Veras- se debe examinar objetivamente lo que estamos viviendo, chequear el modelo económico vigente, observar el desempeño de las instituciones y órganos del Estado; con sentido crítico y libre de prejuicios pasarle revista a los servicios públicos de educación, salud, transporte y seguridad ciudadana; la forma de comportamiento de ciudadanos y ciudadanas, en fin, mirar de arriba abajo el medio social dominicano.

 

A lo largo de su artículo, Veras, desmenuza a grosso modo, los grandes fallos de nuestra sociedad, para llegar a la funesta conclusión, que la sociedad dominicana actual, no sirve, puesto que es un medio social inútil, cruel, desagradable, donde impera la desigualdad de oportunidades, incapaz de garantizar una existencia digna. La sociedad dominicana actual- reafirma Veras- resulta inservible para generar felicidad; inútil para crear solidaridad; imposible de motivar el decoro, la honradez y las virtudes cívicas y ciudadanas.  Ella es una calamidad porque es incompetente para satisfacer las necesidades materiales y espirituales más apremiantes de nuestro pueblo.  Es inoperante porque no valida al ser humano por sus méritos, sino por su patrimonio económico.

 

Nos encontramos- continua Veras- en una sociedad desprovista de personas modestas, que practiquen la sencillez.  La mercancía dinero ha hecho sobresalir la vanidad, el engreimiento y la arrogancia descarada.  La pedantería es exhibida como un trofeo por el presumido más desvergonzado.  Lo que padecemos hoy es un ordenamiento económico y social en el cual poco importa que una gran parte de la población pase hambre, mientras una minoría saciada, llena de alimentos los zafacones (termina la cita).

 

Al calor de las anteriores declaraciones de Veras y de la pesadumbre causada por la muerte de Eduardo, mi mente fue invadida por montones de pensamientos contrapuestos.  ¡Ah patria mía, que crueles e inicuos son tus políticos y muchos de tus hijos hoy hombres poderosos! ¡Cuánto daño te han hecho y siguen haciéndote!, exclamo para mis adentros.

 

Entonces… pienso en esos hombres y mujeres, que sin serlo, se tienen por grandes dominicanos, y por ello, al morir se le rinde honores de próceres, o que en vida, disfrutan de irritantes privilegios.  En ese tenor, entre unos y otros vienen a mi mente, el difunto Carlos Morales Troncoso, aquel que siendo administrador de la Gulf and Western, favoreció a esa empresa foránea, perjudicando al efecto los intereses dominicanos y que después fue un desastre dirigiendo el CEA y la Cancillería de la República, sin embargo, al morir, se le rindieron honores de prócer.

 

Por igual, recuerdo al “perínclito” Mario Read Vittini, aquel “honorable abogadazo”, que quiso, para ganarse unos millones, entregar a extranjeros y nacionales inescrupulosos mediante maniobras fraudulentas el patrimonio nacional de Bahía de las Águilas.  De los “próceres” idos, también recuerdo a Juancito Sport y a otros tantos.  Y de los vivos, a Leonardo Matos Berrido, con su pensión de casi un millón de pesos, superior a la asignación mensual del hospital de Bani.

 

En este privilegiado apartado de los vivos, cuentan, Felix Bautista, Euclides Gutiérrez Felix, Victor Díaz Rúa, Diandino Peña, Reinaldo Pared Pérez, Leonel Fernández, Margarita Cedeño, Temistocles Montas, ‎Héctor Valdez Albizu‎, Mariano Germán, Roberto Rosario y centenares de los actuales danilistas y cientos más de otras parcelas políticas, empresarios y oligarcas , que en el ayer eran unos pobres diablos y que hoy son dueños de grandes fortunas mal habidas, que al morir, por poderosos señores, estoy seguro, le dispensarán homenajes de patricios.   Falta resaltar, que para más, muchas veces, si alguno de ellos se enferma, sus facturas médicas en el extranjero son pagadas por el Estado, sin embargo, individuos pobres como Eduardo Ruiz, se mueren torturados por espantosos dolores, porque para los dirigentes del Estado, los recursos del país,  son para ellos, no para el pueblo.

 

¿Podrá este desastre de sociedad seguir así? ¿O nos decidiremos a cambiarla a las buenas o las malas?

 

Al amigo lector, dejo la palabra.

 

Posdata

 

Deseo descanso eterno a los restos de Eduardo Ruiz y a los muchos que como él vivieron en una miseria degradante de la condición humana, y que murieron a destiempo por causa de ella, la cual no se daría, si fuéramos la sociedad justa a la que aspiró Duarte y tantos dominicanos que han ofrendado sus vidas en pos de la meta suprema, de una patria libre y soberana para todos, en la que además, fuéramos felices.

Paz a Eduardo en esa otra dimensión de la vida y a los muchos que como él, también sufrieron en vida lo indecible por causa del egoísmo de unos pocos que se han adueñado del país.   Espero para él mucha luz en el momento del encuentro espiritual con los responsables de la desgraciada situación existencial que generaron esos padecimientos en vida y muerte atroz de tantos de nuestros congéneres, para escuchar de esos verdugos, motivos y explicaciones a esa conducta tan aberrantemente inhumana.

 

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