Mujeres dominicanas en el febrero de la Independencia (y 2)
El papel estelar que tuvieron valientes mujeres dominicanas en el glorioso febrero de 1844, y más allá, debe siempre resaltarse. Ellas, con su ejemplo heróico, contribuyeron a la siembra de la semilla de la libertad.
Necesariamente debo decir que las breves biografías que forman esta serie de dos entregas son limitativas. Muchas otras damas también adquirieron en aquella época la categoría de heroínas.
Josefa Antonia Pérez de la Paz
Doña Josefa Pérez de la Paz Valerio, más conocida como doña Chepita, nació en la ciudad de Santo Domingo el día 2 de marzo del 1788. Murió el 20 de julio de 1855.
Ella apoyaba las actividades patrióticas de Duarte, de su hijo Juan Isidro y de todos los trinitarios. No era pasiva ante los actos represivos de extranjeros que mancillaban la dignidad del pueblo dominicano.
Hay que pensar que esa actitud de ella la pudo haber puesto en peligro primero ante los espías de los generales haitianos Jean Pierre Boyer y Jéróme Maximilien Borgella y luego ante los soplones de Charles Riviére-Hérard y Henri Etienne Desgrotte, usurpadores que actuaron sobre el pueblo dominicano como reminiscencias de aquellos gobernantes del Bajo Imperio romano que dejando de lado cualquier control institucional ejercían de “auctoritas patrum.” Es decir que eran “ley” aunque fuera en contra de la ley.
Fue en la casa de doña Chepita (situada en la calle entonces llamada del Arquillo, con vista a la iglesia Nuestra Señora del Carmen) que Duarte y 8 de sus amigos fundaron la Sociedad Patriótica La Trinitaria.
En una carta fechada el 14 de diciembre de 1887, enviada desde Venezuela al prominente ciudadano Alejandro Bonilla, las hermanas Rosa y Francisca Duarte señalan textualmente lo siguiente: “La sociedad Trinitaria fue instalada el 16 de julio de 1838, en una casa de Doña Chepita Pérez de la Paz, a las once de la mañana.”
Por sus hechos de raigambre patriótica ella se convirtió en uno de los personajes principales del movimiento revolucionario que alcanzó su más alto nivel el 27 de febrero de 1844, al proclamarse la Independencia Nacional.
Sin embargo, su nombre no aparece resaltado como corresponde. Sus méritos han sido sisados, en una prueba más de la creciente mezquindad que arrastra el cronológico de la historia dominicana.
María Baltasara de los Reyes Bustamante
María Baltasara de los Reyes Bustamante nació en la ciudad de Santo Domingo el 6 de enero de 1798, hija de doña Micaela Bustamente y de difusa paternidad.
Vivió los últimos años de su vida en Santa Cruz de Gato, un área rural de la ciudad de Higüey. En esa campiña higüeyana falleció un día impreciso de 1867.
Han sido infructuosos los rastreos realizados en diversos fondos archivísticos para dar con su acta de defunción.
Formó parte de la sociedad patriótica La Trinitaria. Su compromiso con la causa independentista era de tal envergadura que cobijó en su casa, en el año 1843, salvándole así la vida, al patricio Juan Pablo Duarte, cuando el gobierno de ocupación haitiano ordenó su captura.
Ella fue la madre del prócer trinitario y héroe de varios combates navales Juan Alejandro Acosta Bustamante; el mismo que el 15 de marzo de 1844 trajo en la goleta Leonor, desde Curazao, al desterrado Juan Pablo Duarte.
Ese hijo de doña Baltasara fue uno de los tres Juanes fundadores de la Marina de Guerra Dominicana.
María Baltasara de los Reyes Bustamante fue una de las heroínas más aguerridas en los hechos históricos de febrero de 1844 y en las luchas posteriores.
Mucha gente en la ciudad de Santo Domingo no se atrevía a desafiar la sombra del terror impuesto por un régimen de ocupación militar que se extendía por más de dos décadas.
No era fácil romper el letargo de una sociedad acostumbrada a soportar el yugo del boyero que provocaba pánico y aplicaba maniobras de manipulación para prolongar su dominio sobre el pueblo dominicano.
La realidad referida hace más interesante la figura histórica de María Baltasara de los Reyes Bustamante, puesto que en la fulgurante noche de la proclamación de la independencia dominicana ella jugó un papel estelar en la movilización de personas para que rompieran el miedo y acudieran a las puertas de La Misericordia y del Conde.
La historia registra que esa gloriosa noche, y en la madrugada del día siguiente, María Baltasara de los Reyes, apertrechada de un fusil y utilizando como casamata el Fuerte del Angulo, situado en la calle La Atarazana, realizó varias rondas de vigilancia para neutralizar a militares y funcionarios haitianos que se movían por los alrededores.
La poetisa Josefa A. Perdomo Bona, en su poema titulado 27 de Febrero, la describe así:“…Pero entre todas brilla/Por su valor la heroica Baltasara; /Baltasara, la grande, al par sencilla;/Y a la lucha con denuedo se prepara.”
Joaquina Filomena Gómez Grateró
Joaquina Filomena Gómez Grateró nació en la ciudad de Santo Domingo en el 1800. Allí también murió ya nonagenaria, el 9 de mayo de 1893.
En las fototecas y pinacotecas que guardan las fotografías y dibujos de personajes sobresalientes del pasado dominicano no hay ningún rastro de ella. Pertenecía a una familia de elevada posición económica, cuyo fundador en el país fue un capitán de artillería del ejército colonial español.
Los registros históricos revelan que tres de sus hermanos tuvieron una destacada partición en las actividades independentistas, los cuales al ser menores que ella muy probablemente estuvieron influenciados por su espíritu de lucha en favor de la liberación del pueblo dominicano.
Ha pasado a la posteridad con el nombre de Filomena Gómez de Cova. Contribuyó económicamente con la causa febrerina del 1844, desde que surgió La Trinitaria, cuna de la misma.
Trajo al país desde Venezuela, donde residía, un jazmín de malabar, que se convirtió en uno de los más llamativos signos distintivos de hombres y mujeres que lucharon por la independencia nacional. En su honor esa hermosa flor blanca fue llamada filoria.
Algunos enemigos de los ideales de Duarte utilizaron luego la palabra filorios en términos de desprecio hacia sus seguidores, tal y como así lo consignaron en sus crónicas de antaño el trinitario José María Serra y el historiador Cayetano Armando Rodríguez, entre otros.
Emilio Rodríguez Demorizi, en la biografía sobre Juan Isidro Pérez, refiere el testimonio de que cuando un furibundo santanista dijo “¡Abajo los filorios!” recibió un réplica contundente de los seguidores de Duarte: “los trinitarios como jamás se ha respondido en una infamia: desde ese día las jóvenes duartistas llevan en sus cabellos una flor blanca: ¡la filoria!”
Doña Filomena Gómez de Cova desarrolló su intelecto en un medio donde no había ágoras culturales y la enseñanza para las mujeres era tan difícil como esos cursos de tela marinera.
Micaela de Rivera
Nació en el poblado de Hincha el 5 de julio de 1785 y falleció en la ciudad de El Seibo el 12 de diciembre de 1854. Fue una rica mujer que enviudó del hacendado Miguel Febles Vallenilla, dueño de enormes predios agrícolas y ganaderos en la región oriental. Había sido uno de los ayudantes militares más cercanos de Juan Sánchez Ramírez, el héroe de la batalla del cerro de Palo Hincado, con la cual culminó la era de Francia en el país.
Doña Micaela de Rivera destinó parte de sus bienes para dotar al país de algunos de los primeros barcos de guerra.
Los registros históricos contienen su participación en la fabricación de cartuchos para abastecer a los que una vez proclamada la Independencia Nacional el 27 de febrero de 1844 se batieron en los diferentes escenarios de guerra en que se convirtió el territorio dominicano.
En esas importantes actividades patrióticas siempre la acompañó con gran entusiasmo su hija Froilana Febles, quien por causas política sufrió exilio.
Doña Micaela de Rivera enviudó el 12 de diciembre de 1824. Casi 4 años después se casó con Pedro Santana, quien para entonces se dedicaba a la crianza de ganado en la zona rural de El Seibo.
Fue un poco extraña esa relación, no porque ella fuera 16 años mayor que el hombre que al montarse en su famoso caballo llamado Neibano causaba espanto al enemigo y cuando estaba asido a su poltrona dictatorial se transformaba en una suerte de Nerón caribeño. Dicho eso para recordar al emperador romano bajo cuyo reinado fueron decapitado Pablo y crucificado Pedro, los dos famosos apóstoles del cristianismo.
En su obra El Cristo de la libertad Balaguer señala, al referirse al citado Febles, que Santana “… aguardó con fría indiferencia la desaparición de este terrateniente para desposar a su viuda doña Micaela Rivera.”
A su vez, el historiador Vetilio Alfau Durán divulgó para la posteridad el testimonio que en favor del papel patriótico de doña Micaela y su hija Froilana hicieron los diputados José María Beras y Julián Zorrilla. Esas declaraciones están contenidas en la Gaceta Oficial 797, en su edición del 30 de noviembre de 1889.
jpm-am