Miseria del voto

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EL AUTOR es escritor. reside en Santo Domingo.

La mentalidad de los pueblos se refleja en su actitud ante el sufragio, pueblos que a la hora de elegir a sus gobernantes no acuden al sentido común, sufren las consecuencias de los desmanes del poder.

   La selva de la comunicación conspira contra el razonamiento, las chicharras electrónicas de comunicarnos resultan más inteligentes que el aullido de la multitud.

   En el tejido de arañas de la población, son muchos los insectos que caen alucinados en las redes de la propaganda.

   Permanecemos alertas ante el llamado de la chicharra, o le acariciamos o jugamos con ella, sin observar como las sombras se apoderan de la luz, como las aves navegan sobre las montañas de basura y los ríos de automóviles.

   No sabemos distinguir a un trepador de un prócer. Mientras más nos escandalizan, más nos doblegamos ante el discurso de las falsas promesas.

   Hemos logrado un par de pasos en la conquista del multiuniverso, pero en la ciencia de la sociedad,  no hemos superado el canibalismo de la caverana.

   A la hora de dirigirnos a las urnas, no razonamos con nuestro cerebro, sino con el torbellino de la propaganda. No es raro que vayamos de compra en busca de un par de zapatos y regresemos al hogar sin los zapatos y con la más reciente maruga cibernética.

   No es raro que no se venda la calidad, sino lo que más se anuncia. No es tema de discusión que un vaso de agua sea más deseado que un vaso de oro, que la industria del tabaco figure como una de las más exitosas.

   ¿Cuántos candidatos a la presidencia de Estados Unidos abandonan la campaña por falta de recursos económicos?

   El rebaño no reacciona sino ante los grandes ladridos de los perros o cuando el pastor les trasquila la lana.

   La publicidad derrota a la razón, causa del sufrimiento de la multitud a la hora de elegir a sus gobernantes, causa de las estampidas hacia tierras del extranjero, provistas del frío de la iniquidad y la desesperación que vemos en los grandes desplazamientos migratorios, después de ejercido el derecho al voto.

   O lo peor, pueblos inmovilizados por el egoísmo de los trepadores, estigmatizados por el falso poder y relegados al olvido. Pueblos que a la hora de ejercer el derecho al sufragio, votan por los que más se anuncian o poseen el poder económico, o más posibilidades del triunfo les deparan las encuestas.

   Tal miseria del voto que caracteriza a la época de las marugas, chicharras, triquitaques electrónicos.

jpm

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