Mi “tío Francis” Caamaño

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Por JESUS MENDEZ JIMINIAN

En la vida de cada ser humano se producen acontecimientos que resultan imborrables. Sólo el paso del tiempo es capaz de darles la dimensión justa y colocarlos en su verdadero sitial. En mi caso particular, voy a referirme, por ahora, sólo a uno que ha marcado mi rumbo: haber sabido a temprana edad de Francis Caamaño.

El autor reside en North Bergen, Nueva Jersey, USA
El autor reside en North Bergen, Nueva Jersey, USA

A menudo, siendo yo niño, mis padres, pero específicamente mi madre, me enviaba a Santo Domingo donde mis tíos Jacobo Moquete y Marcia Jiminián a pasar mis vacaciones escolares. Para mí aquello era como un bálsamo; llegar desde Santiago, mi ciudad natal, con aire de pueblo y vecindario familiar, a la cosmopolita ciudad de Santo Domingo, la “Atenas del Nuevo Mundo”, y hacer un recorrido por sus hermosos sitios históricos de más de 350 años de existencia entonces, y escuchar atentamente a mi tía Marcia hablarme de su historia, era como aprender de una verdadera cátedra después de yo haber pasado nueve largos meses en el mundo de la escolaridad.

La ubicación de la residencia de mis tíos por aquellos tiempos, era en la Santo Tomás de Aquino esquina Ramón Santana de la Ciudad Universitaria, exactamente donde en uno de sus apartamentos viviera en su época de estudiante universitario el gran líder revolucionario Manolo Tavárez Justo.

Aquel apartamento de mis tíos, fue siempre hogar agradable de tertulias y encuentros de dirigentes políticos de izquierda, maestros, líderes estudiantiles, comunitarios y sindicales, y hasta refugio clandestino para algunos en la época de la funesta dictadura balaguerista (1966-1978). Contando yo entonces con nueve o diez años de edad, fui testigo de que mi tío Jacobo iba para Londres a realizar estudios especializados y estaba perfeccionando el inglés con clases particulares que una profesora iba a darle al apartamento.

Escuchaba yo también entre mis tíos, en sus conversaciones a solas, que Francis Caamaño, el Coronel de Abril, estaba en funciones diplomáticas en la capital inglesa tras la Guerra de 1965, y que allá, además de ir a estudiar, mi tío Jacobo se encontraría con él. Recuerdo, como si fuera hoy, todo aquello, tan vivo y emocionante en mí. ¡Y todo fue así! Mi tía Marcia luego marchó a Londres a encontrarse con ellos.

Pero, no volví a escuchar más de Francis Caamaño hasta cuando vino al país, en la gloriosa expedición  que lideró desde Cuba, y entró por Caracoles en las costas de Azua junto a un pequeño grupo de revolucionarios, que venían a liberarnos de las injusticias del régimen dictatorial de Joaquín Balaguer, en 1973.

Mayor fue en mi la desagradable sorpresa cuando en febrero de ese mismo año, contando yo con trece años de edad, me enteré por fuentes diversas, de que Francis Caamaño y casi todos sus camaradas de lucha revolucionaria habían caído en combate, o habían sido fusilados, después de ser algunos capturados vivos como fue su caso en particular. ¡Qué dolor tan grande fue todo aquello para mi, pues, él que tanto era mencionado en el hogar de mis tíos, se había convertido también en mi “Tío Francis”.

Pasaron los años, pocos por cierto, y en mi época de estudiante en la UASD, volví entonces al apartamento de mis tíos, encontrando yo allí, en su espaciosa sala-comedor, una litografía gigante del “Tío Francis” que adornaba sus paredes como un recuerdo eterno a su memoria, y la fe de que siempre él estará presente entre nosotros, y en nuestros corazones aún después de ser brutalmente fusilado en las montañas del sur por pusilánimes, que hoy se pasean como si nada por las calles de nuestro país.

Recordaría al “Tío Francis” luego, cuando solía conversar largamente de forma amena y familiar con su pariente y acompañante fiel de sus luchas patrióticas Alejandro Deñó, el “Tío Chibú”. Aquellas agradables peroratas con “Tío Chibú”, en mi cuarto de estudiante, casi siempre giraban en torno a la figura procerade “Tío Francis”, de quien puedo decir que por él me convertí en dirigente estudiantil universitario y que hoy sigo sus huellas imborrables.

A cuarenta y un años de la muerte gloriosa de mi “Tío Francis”, y a 49 años de la epopeya de Abril en la que él emergió como un gigante, hoy, vienen a mi memoria aquellos entrañables recuerdos, que comparto con ustedes para que no queden en el olvido eterno de un pueblo con poca memoria histórica.

El ejemplo de “Tío Francis” de seguro, hoy más que nunca, habrá de señalar para siempre un mejor mañana  en la Patria de Duarte, aún ultrajada y saqueada por una “fábrica de ladrones” que no termina, y en donde no pocos han querido menoscabar la inmensa grandeza de aquel valeroso soldado de Abril, que se hizo más gigante aún al llegar por Caracoles, y subir por “las escarpadas montañas de Quisqueya”, para liberarnos de todas las miserias…

¡Loor siempre a “Tío Francis”, y con él a todos aquellos que han dado lo mejor de sí hasta ofrendar sus vidas, para un destino mejor de nuestro pueblo! Pues, como bien lo dijo José Martí: “Quien tenga Patria que la defienda. Y quien no la tenga, que la conquiste”.

 

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