Memorias, empatía y displicencia con el PRD
Con apenas 13 años de edad, por pura curiosidad sobre el tema del antitrujillismo o travesura de muchacho, junto a dos o tres amiguitos contemporáneos, me inserté en un mitin político que se celebraba en exteriores, frente al parque de la iglesia; con tribuna construida para la ocasión y uso de antoparlantes.
Ocurrió en Monte Plata, el lugar de mayor expresión anti trujillista entre los pueblos limítrofes; y se trataba de una concentración del Partido Revolucionario Dominicano, con buena asistencia, dentro de las circunstancias y peligros del momento. Casi seguro que fue un 13 de agosto de 1961, apenas 73 días del magnicidio que terminó con la vida de Trujillo y a 38 días de la llegada al país desde el exterior, de la comisión del PRD que inició sus jornadas libertarias y democratizadoras; aún con los remanentes de la dictadura en el gobierno.
Era la segunda reunión política de masa de la organización, fuera de la ciudad capital (la primera fue en San José de Ocoa y la tercera, el mismo día que Monte Plata, en Bayaguana).
Por ser la memoria de elefante un rasgo de mi personalidad, recuerdo meridianamente claro, que los dirigentes nacionales que allí hicieron uso de la palabra fueron: Ramón A. Castillo, Thelma Frías de Rodríguez y un joven delgado de la raza negra, tocado con sombrero de fieltro gris y que llamaba la atención por su voz de trueno, llamado José Francisco Peña Gómez; y hasta tengo claro su reacción , cuando con toda intención, la CDE, interrumpió el servicio de energía en el pueblo; expresando él: “ no necesitamos esa luz, necesitamos la luz espiritual del pueblo”; mientras continuaba aquella voz resonando potente y surcando el espacio, a pesar del silencio de los micrófonos. Pero en breves minutos, alguien conectó los antoparlantes a la corriente de un automóvil, para continuar con el desfile de oradores.
Nuestra presencia en esos eventos a tan temprana edad, puede comprobarse en una fotografía que aparece en el libro “El Perredeismo Histórico” de la autoría de Don Angel Miolán.
Aquel día, nació mi empatía por el PRD; agregando que cumplido los 14 años de edad, fui asiduo radioescucha de las charlas profesorales, que llevaba al aire casi todos los días el Prof. Juan Bosch ; siendo las mismas mi primera escuela de formación política. En esa linea de adhesión, en las elecciones de 1966, cumplida ese año mi edad para votar, lo hice por Juan Bosch, candidado del PRD.
Mi displicencia surge al ver en esa organización más carencias que lealtades y coherencia; lo cual resultó intolerable para mi carácter, temperamento, natural inclinación por el orden y las creencias de que gobernar es gerencia pública. En el panorama perredeísta, aparecieron las granadas de la vida, convenciones a ritmo de metralletas, Senado con dos presidentes, tiroteos en la Cámara de Diputados, presidente de la república con perfil de fiesta merenguera y otras lindezas. En ese conglomerado todo tenía forma manifiesta de pipián con descaro y osadía, en constante pachanga cósmica bipolar, entre ideología y populismo impresentable.
Para completar, los altos dirigentes tenían presunción de permanencia metafísica, siendo el relevo algo impensable. La unidad fue depravada por la falsedad; creando la mayor de las confusiones, en un envoltorio de penurias; y entonces el desorden hizo crisis y ya los opositores no apostaban a la captación de votantes; sino a la incapacidad del PRD para ganar elecciones y hasta su confusión entre ganar y gobernar. Ese escenario me llevó a otras parcelas políticas.
Sería de buena suerte, que todo haya sido un gran parto, conducente al nacimiento de la recuperación y que realmente la esquizofrenia haya dado paso a la sensatez; con una nueva dirigencia que entiende que la paz llega por vía del intelecto al servicio del ser humano y que hay que salir de la oscuridad para posarse en la luz.
Mi re encuentro con el PRD, se dió en ocasión en que el Ayuntamiento de la Ciudad de Caguas, Puerto Rico, otorgaba un reconocimiento al Sr. Miguel Vargas Maldonado. Me pareció que aunque por mucha malquerencia, a este caballero, se ha querido presentar como el malo de la película o la bruja de Blanca Nieves. Pero he observado detenidamente y entiendo que es un hombre pragmático, un pacifico con carácter, que administra la palabra y no un predicador comprometido con el discurso marca “pluma de burro”.