¿Memoria complaciente-antojadiza, o el Balaguer –antecedente histórico-1986- que olvidamos?

 
 
El año de 1986, no sólo marcó el retorno –por obra gracias de las luchas fratricidas entre perredeístas- al poder del Dr. Joaquín Balaguer, sino un antecedente histórico-político de nuestra historia contemporánea: un ex Presidente –Salvador Jorge Blanco– y su ex ministro de Defensa, Manuel Antonio Cuervo Gómez, fueron procesados y confinados en la cárcel preventiva del Ensanche la Fe, por delito de desfalco y sobreevaluaciones en compra de raciones alimenticias (entre ellas, ¡unas carísimas piñas!) para los comedores de las fuerzas armadas.
 
Traigo el dato histórico-político a cuento ante la desmemoria que ciertos “analista político”, “hacedores de opinión pública” y políticos-periodistas vienen exhibiendo frente al hecho de apresamiento y acusación –por el mega escándalo internacional Odebrecht- de políticos, funcionarios, un abogado y empresarios que, en sus respectivos campos de ejercicio, han alcanzado relevancia, notoriedad y jerarquía pública. Y ha sido tanta la sorpresa que, más bien, parecería que los sorprendidos, además de Temistocles Montas (a quien, prueba en contrario, considero un hombre chapado a la antigua, en cierta forma, e incapaz de imaginármelo apropiándose de bienes públicos) han sido ellos y no los imputados.
 
Tal fenómeno podría darnos una idea de hasta donde el síndrome “de que nunca pasará nada” se había entronizado incluso en algunos sectores –de la llamada opinión pública nacional- donde debería primar un deber cívico-ciudadano por alentar un  clima de justicia de igualdad para todos, pues, son escasas las voces que, ante la consumación de la coerción en el caso referido, han expresado su desacuerdo con privilegios y facilidades –a favor de algunos imputados- de las que no gozan los presos comunes.
 
Por supuesto, en nuestro caso, abogamos por un sistema carcelario moderno y de reinserción educativo-laboral del presidiario –y detenido por medida de coerción u otras-. Y por demás, entendemos que hay reclusorio –como el de la Victoria y otros- que no están aptos, siquiera, para el más abominable y repudiable de los criminales. Amén, de que tampoco nos oponemos a la ejecución de cualquier medida, emanadas de las autoridades competentes (no de familiares y allegados, pues evidencia, por un lado, burla-privilegio y, por el otro, denuncia algo mas sintomático), para preservar y garantizar la integridad física, la seguridad o la salud de cualquiera de los imputados (como debería ser para todos los presidiarios, aunque, lamentablemente, no lo es). Esto que quede claro.
 
No obstante –y para el mega escándalo Odebrecht-, hay una pregunta que se cae de la mata: ¿Es que acaso, se llegó a creer o pensar que el único país donde no iba haber imputados era en el nuestro? Ello, muy a pesar de que trascendió que nuestro país fue convertido –por los ejecutivos de Odebrecht- en centro operativo del entramado de soborno, evasión de impuesto y tráfico de influencia internacional a beneficio del consorcio brasileño.
 
No hay duda de que, de haber sucedió así, el nuestro –el país-, hubiese alcanzado la insólita categoría universal de ser el único país en donde Odebrecht ofreció soborno (llámese ¡dinero!) y nadie quiso. Por favor, ¡ni que fuéramos monjes!
 
Finalmente, sería de mucha utilidad que nuestros acuciosos “analistas políticos”, “hacedores de opinión pública”, periodistas-políticos y bocinas oposicionistas, se den una lecturita –online– de cómo el escándalo internacional Odebrecht está configurando un mapa –de corrupción y soborno- que ya trasciende Latinoamérica.
 
Como vemos, el flagelo-fenómeno corrupción pública-privada hizo eclosión en el hemisferio y habrá que hablarse, quiérase o no, de un antes y un después gracias –y por desgracia- a Odebrecht y, tal vez, al conjuro de la frase lapidaria que acuñara el ex Presidente José –Pepe- Mujica cuando dijo: “A los que les gusta mucho la plata hay que correrlos de la política”.
JPM
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