Más temprano que tarde, el sol saldrá para todas
LILLIAN FONDEUR
“Quién dijo que todo está perdido, yo vengo a ofrecer mi corazón…” (Fito Páez)
Gracias a la lucha de las mujeres y de los hombres sensibles que nos han antecedido, las dominicanas gozamos hoy de derechos, antes exclusivos de los varones. A partir del 1942 las mujeres tienen derecho al sufragio, capacidad para votar y ser votadas. Basadas en la equidad las mujeres establecieron en el 2000 la cuota del 33 por ciento de las candidaturas en el área congresual y municipal. Falta camino por andar para lograr la equidad en el ejercicio.
El derecho a poseer la tierra, a través de la compra o heredada, se logró gracias a muchas demandas. A pesar de los obstáculos del sistema, las mujeres han defendido su derecho a poseer el campo que por siglos han hecho parir. Las mujeres dominicanas fecundizan la tierra, fertilizan los sueños con sangre.
Los derechos sexuales y reproductivos se convierten en una realidad con el apoyo de muchos y muchas, nuestros Estados firman acuerdos internacionales que deben cumplir. A pesar del sesgo, las mujeres con recursos económicos pueden decidir cuántos y cuándo tener sus descendientes, un derecho humano.
Gracias a las altas tasas de embarazo a temprana edad y de muertes materna, dos indicadores imprescindibles para medir el desarrollo, República Dominicana reprueba los Objetivos del Milenio,
El proyecto de Ley que Promueve la Salud Sexual y Reproductiva es un instrumento impostergable para las mujeres ejercer el derecho a la vida, a una vida digna, sin violencia.
Como un ejemplo de cómo la mujer dominicana, quiero compartir un fragmento del poema “Estación aquí en la tierra” (1955) de nuestra Aída Cartagena Portalatín:
No creo que yo esté aquí demás.
Aquí hace falta una mujer, y esa mujer soy yo.
No regreso hecha llanto.
No quiero conciliarme con los hechos extraños.
Antiguamente tuve la inútil velada de levantar las tejas para aplaudir los párrafos de la experiencia ajena.
Antiguamente no había despertado.
No era necesario despertar.
Sin embargo, he despertado de espaldas a tus discursos, definitivamente de frente a la verídica, sencilla y clara necesidad de ir a mi encuentro.
Ahora puedo negarte. Retirarte mi voto.