Más que vencedores

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La República Dominicana necesita más que vencedores que se esfuercen con vehemencia en evitar que un grupito empañe la paz y la alegría de un pueblo que ama su libertad y agradece a Dios cada día, en sus oraciones, que nos ubicara en el espacio más bello de la geografía mundial. Más que vencedores son todos aquellos que cada día se levantan temprano para ir a su trabajo y cumplir las responsabilidades a su cargo, así como quienes se dedican por cuenta propia a pequeños negocios que ayudan al sustento propio y de su familia. En ese grupo están además los hombres y mujeres que cultivan la tierra para alimentación propia y para la venta que le genera recursos para otros bienes, buena parte de ellos con financiaciones administradas con eficiencia. Más que vencedoras son esas mujeres que madrugan para vender café y té a los transeúntes que se desplazan a distintos lugares por razones que no vienen al caso, así como las vendedoras de flores. También todas aquellas madres que levantan a sus hijos para que vayan a las escuelas, quienes tienen igual compromiso a nivel universitario en procura de una formación más elevada y la legión que sin importar su edad está despertando su conocimiento aprendiendo a leer. Sin embargo, ahora más que nunca se precisa ser más que vencedores para sacudir la delincuencia que no ha disminuído. Reza el refrán que del dicho al hecho hay un gran trecho. Unos pocos malsanos tienen en zozobra a la población y abundan quienes no hacen las denuncias por la ausencia de retorno a una captura o investigación veraz. Los casos se registran en los distintos estratos sociales. A veces se hace ruido cuando se trata de personas «importantes» y los infelices van al saco del olvido. Éstos últimos recurren al escaso chance de hacer las denuncias por el medio de comunicación que los acoja para llamar la atención de la autoridad que corresponda actuar. A pesar de la vigilancia rodante, los bandoleros aprovechan la ausencia de éstos para asaltar a personas de a pie o en vehículos. Si usted está frente a su casa, lo pueden asaltar para quitarle dinero, prendas o celular. Y si usted no tiene nada, también le pueden dar un porrazo. Nadie, absolutamente nadie, tiene derecho de hacer justicia por sus propias manos. Sin embargo prevalece el socorrido dicho de que «para que la cruz vaya a mi casa, que vaya a la ajena». Hoy más que nunca se precisan más que vencedores contra ese grupito de vándalos con caretas disímiles que tiene en zozobra a la población de día y de noche. Estar ocultos en viviendas enrejadas no es la solución, no salir a un sitio de sana diversión por temor al atraco tampoco lo es, ni dejar de visitar las plazas con letreros «no somos responsables de sus vehículos.» En algunos países de abundante población las medidas drásticas de las autoridades contra la delincuencia han dado sus frutos, al aplicar la Ley del Talión sin importar condición social o rango. Sin embargo, aplicar una pena idéntica a la que comete el malhechor no es lo que procede como en el caso de la Ley antes citada. Si se roba a quien le robó, ambos están en faltas. Para eso existen otras leyes, conforme al derecho que se sigue en cada país, que necesariamente no es la de ojo por ojo, diente por diente”. Todos debemos convertirnos en más que vencedores para afrontar esta problemática que lacera al país en diferentes facetas, sin esconderse y negar esta realidad, a fin de que la nación siga creciendo en bondad.

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