Manuel Azaña en la obra de Balaguer
Seguir el trazado intelectual de la pluma memorable del político y escritor santiagués, Joaquín Balaguer, es una labor escritural que llevaría a cualquier ensayista a hacer la labor de un gran gimnasta de la literatura para tratar de hacer cadencias en el escenario donde los próceres de la escritura elegante han exhibido su majestad.
Repasando la magnífica obra, “Memorias de un Cortesano de la Era de Trujillo”, como he venido haciendo últimamente, cuya edición vio la luz por primera vez escoltada admirablemente con la puesta en circulación en 1988 de una de las grandes novelas de Julio Cortázar, Divertimiento, en la cual imperan los amigos y el paisaje ineludible de la preciosa Argentina.
Me encontré nuevamente en las páginas respetables de la obra con el personaje literario y político del eminente tribuno español, Manuel Azaña Díaz, a quien el autor dominicano le dedica unas breves líneas, no obstante, merecidamente obsequiosas dado el refinamiento de su pluma y de su agudeza como escritor de perfumada evocación humanista.
Azaña Díaz, ocupa el solio de la iberia transcontinental en los precisos instantes en que campanario venerable de la catedral de la Luz de Isla de Mallorca repicaba sus campanas anunciándole a España y al mundo el nacimiento de una criatura que al correr de los años le daría esplendor a las letras españolas, escribiendo novelas tan famosas como “Cena desnuda”, “Lawrence de Arabia” (1992), “El misterioso caso del poderoso millonario vasco”, entre otras obras sobresalientes.
Don Manuel Azaña Díaz asume la presidencia de la II República española de 1936 al 1938 cuando todavía olían a pólvora los cañones de la revolución social tras el intento del golpe de estado del 17 de julio de 1936, abrazado de la ideología del anarcosindicalismo y del comunismo. Debido a que tuvo una vida política irrefrenable y muy activa. Fue perseguido por la dictadura de Primo de Rivera.
Este pasional político y escritor tiene una obra literaria sumamente importante, conocida como su primer trabajo escritural verdaderamente literario titulada: “Vida de don Juan Valera” (1926), con la cual fue galardonado con el Premio Nacional de Literatura inscribe su prestigioso nombre en las letras españolas
Sería una coincidencia gloriosa que por el hecho de haber nacido en Alcalá de Henares (Madrid) lo cubre con la fragancia de uno de los escritores y literatos más insignes de las letras españolas en el que se encuentra, Miguel de Cervantes, autor de novelas tan famosas como, “El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha” y “La Galatea”, entre otras no menos celebres.
Además, debo resaltar aquí que de Alcalá de Henares es también el poeta don Francisco de Figueroa, apodado (El Divino) y el escritor franciscano, Diego López de Cogolludo, este último escribió un libro titulado “La historia de Yucatán” que lo inmortalizo por el valor pedagógico de carácter histórico de esta obra. Este libro fue publicado en 1688 y contiene informaciones valiosas sobre Yucatán, México.
Refiere Joaquín Balaguer en la obra citada que: “La oratoria de don Manuel Azaña, jefe a la sazón del gobierno español, me impresiono poco cuando le oí por primera vez en el debate que ofreció sobre el supuesto descubrimiento de un alijo de armas en San Esteban de Pravia”.
A lo mejor esta sensación o impresión de Balaguer sea axiomática, no obstante discutible. Manuel Azaña estaba debatiendo un asunto de naturaleza judicial, por lo que su oratoria se circunscribía a influir en la toma de una decisión, no intentaba en ese momento deleitar al público.
La opinión anterior de Balaguer quedo subsanada cuando el propio escritor y político dominicano, luego advierte maravillado: “…en intervenciones sucesivas [de Azaña], aprendí a admirar a aquel orador siempre atildado cuyo razonamiento tenía el peso de una maza que caía con vigor aplastante sobre sus adversarios. ¡Que propiedad había en cuanto decía! ¡Que certeza en sus comparaciones! ¡Qué argumentos tan sólidos en sus réplicas y en sus conclusiones!”
Para el prestigioso escritor santiagués y expresidente de la Republica, la oratoria política y poética fue siempre una fuente de placer no así la judicial, aun siendo abogado debido a que en este campo no tuvo mucho ejercicio.
Debo señalar que la misma se inicia en la Roma del siglo III a.C. con un discurso pronunciado por Apio Claudio el Ciego. Sin embargo, no fue hasta después de las Guerras Púnicas con la influencia helénica cuando la facundia o arte de hablar con elocuencia se instituyo como una facultad.
Celebro, con el entusiasmo de un escritor, que el doctor Balaguer haya traído a su libro la figura eminente de un intelectual y político español con las hermosas credenciales de Manual Azaña Díaz, quien con el solo hecho de mencionar su nombre en las páginas de la obra Un cortesano en la Era de Trujillo, adquiere una significación que valida su oratoria y su personalidad de oro en las letras españolas.
jpm