OPINION: Luis Abinader en La Barquita

imagen
EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

En vez de un candidato tener miedo a la cercanía con los de abajo debe, sino se atreve a bajar, buscar aproximaciones y pensar multiplicar respuestas para disminuir la iniquidad social. No importa que un dominicano tenga seis o siete pies de estatura, si desea ver debe de usar cristales para enanos, entonces no le pasará como le sucedió a aquel cacique de la novela del escritor mexicano Mariano Azuela, que tratando de montar una pelea con el revolucionario Demetrio Macías utilizó federales y Demetrio, ni tonto ni perezoso, conquistó simpatizantes y derrotó al ejército federal.

Viendo ciertas acciones de algunos hombres que aspiran a dirigir el país éstos no llegan a entender que los habitantes de La Barquita, hoy remodelada con recursos del Estado y por presiones e insistencias de los pobladores de esa comunidad empobrecida de la Capital, no son prosélitos del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) ni están obligados con ningún otro de los partidos que se disputan el poder, esto incluye al propio presidente Danilo Medina.

Si se entiende bien la realidad social y económica, el alto índice de desempleo de muchas familias de esa colectividad se podría llegar a comprender desde una lógica humana, lo que acabo de decir en el párrafo anterior, o sea, que la gente de La Barquita con quien tiene compromiso es con su propia situación social y existencial, cuyo estado deplorable está llamado a superar y este objetivo social se podría conquistar solamente si ellos logran conducir estratégicamente sus propósitos de desarrollo y de supervivencia.

Los habitantes organizados de La Barquita comprenden mejor que nadie, sobretodo, de quien no haya sufrido ni padecido años tras años, gobierno tras gobiernos, lo que significa estar siempre abajo aguantando coscorrones y pescozones cada vez que uno de ellos asomaba la cabeza o abría la boca para tratar de hacer valer sus derechos como seres humanos y como sujetos sociales.

La Barquita, para sus habitantes históricos, no ven ese nuevo complejo habitacional como un regalo del presidente Medina sino como una conquista suya que les costó sangre, sudor, encarcelamientos, patadas, nerviosismos y cientos de miles de contratiempos y hasta tuvieron que fingir afinidad político-partidaria con todos los partidos que han gobernado esta infortunada nación.

Como La Barquita es parte de la deuda social no debe producirle irritación a ningún candidato a presidente de la República que se crea por razones de clase social o de riqueza material heredada que su piel es de una lozanía tal que podría ajarse con una simple visita a La Barquita o a cualquier otra comunidad de una pobreza similar.

Hipólito Mejía visito el proyecto de La Barquita no porque éste sea sensible a la pobreza de sus moradores, sino por pragmatismo político y para que estos habitantes entiendan que él no pudo estar en las malas de esa colectividad humana por razones de sus compromisos con los sectores de poder económico, pero, no obstante a ello, los visita en su aparente solidaridad. Esa actitud de Hipólito tiene un enorme significado político y dice mucho de su audacia, que debe ser imitada.

No es verdad que el colectivo de La Barquita le dirá después de la visita reciente del expresidente Mejía lo que le dijo Camila a Luis Cervantes, en el cuento de Azuela, que se vaya donde Luis Abinader que ahora ellos están con Danilo Medina.

El pobre no suele guardar rencor, como el rico engreído y, sobre todo, como el que nunca ha sudado la gota gorda para hacerse de dinero y gozar de un estilo de vida holgado,  porque el de abajo cree que haciendo «amigos» resuelve mejor sus problemas que almacenando un montón de odios que lo que ocasiona es destrucción de sí mismo y de todo su entorno.

Muchas personas que conocieron mi relación de amistad no política con Hipólito Mejía se me acercaron requiriendo mi opinión sobre la visita de éste a La Barquita y algunos hasta llegaron a insinuar que el expresidente y miembro del Partido Revolucionario Moderno (PRM) estaba vendido a Medina.

Naturalmente, el expresidente Mejía podría ser todo lo extrovertido e incontrolable que usted piense que es, sin embargo, habría que aceptar que tanto Hipólito como Leonel Fernández son verdaderos líderes que conocen el carácter o la idiosincrasia del pueblo dominicano mejor que nadie y su accionar político sincroniza con ese saber o norma de comportamiento.

Vuelvo a referirme a la obra «Los de abajo» de la cual he extraído algunas experiencias valiosas para este trabajo. Hipólito, así como Leonel, cada cual en su parcela política, no están enamorados de otro que no sea de sus respectivos partidos políticos como la Pintada estaba apegada a Demetrio Macías, el de este cuento de marras.

En el caso de estos dos líderes políticos criollos no se podría hacer una irreflexión y creer ni que Hipólito sea un loco políticamente inculto o que Leonel no conoce cuál es su papel en la política de su país ni pensar ni remotamente que este último no podría ser presidente otra vez en un futuro mediato.

Ante estas reflexiones Luis Abinader ganaría yendo mañana a La Barquita, sin miedo a las encuestas de la reelección.

jpm

Compártelo en tus redes:
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
1 Comment
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios
Gerundio
Gerundio
8 Años hace

Rafael amigo, lo que pasa es que Luis Abinader no conoce los barrios ni los campos de este Pais, Luis el unico campo que conoce bien es Casa de Campo en la Romana, donde tiene una hermosa villa y se dedica a jugar golf con su congeneres millonarios, Luis Abinader no sabe lo que es acostarse con hambre y levantarse sin saber donde esta el pan de los niños de los pobres de este pais, asi que amigo Rafael no lo obligue hacer lo que Luis no esta acostumbrado, porque nacio en cuna de oro y morira en cuna de… Leer mas »