Los sombreros, las cabezas y los otros

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La autora es periodista. Reside en Santo Domingo.

Los presidentes que ha tenido la República Dominicana, sobre todo en los últimos 50 años, tras la era trujillista, han dejado a la historia frases, casi lapidarias, con las que son distinguidos o mejor conocidos que muchas de sus ejecutorias. Buscaron el momento y las circunstancias para plasmarlas y dejarlas a la eternidad. Los ejemplos están a mano, no hay que ser ratón de bibliotecas ni mucho menos para conocer, aunque sea un poco, la vida y obras de cada uno de ellos.
El presidente Danilo Medina, por ejemplo, dijo que: “Hay muchas cabezas y pocos sombreros”. Estas palabras, cuando aún faltaba un mes para tomar posesión, eclipsaron de forma inmediata a quienes en la República Dominicana se amparan en el clientelismo político en sus diversas ramificaciones, cada vez que un mandatario se estrena en el Palacio Nacional y continúan vigente durante el período gubernamental.
Sin dudas que esa frase del representante del Poder Ejecutivo, llegó a cuentas para quitarse y quitarle a la vez, un tanto de presión, por los aprestos de “procurar empleos” de miles y miles de personas que le habían acompañado en el proceso electoral; sean dirigentes altos y medios del Partido de la Liberación Dominicana- PLD-; sean quienes aportaron recursos o de quienes crearon y formaron movimientos de apoyo y que fueron anexados a lo que erróneamente se conoce con el banderín de Sector Externo.
Pudo ser, interpreto, que la frase fue dirigida a algunos individuos que no escatiman ningún término de la ética para alzarse con un pedacito del pastel, aunque el mandatario de turno no sea de sus simpatías políticas, ni mucho menos se hayan esforzados para que hoy el presidente Medina dirija los destinos de la República Dominicana.
“No hay sombreros para tantas cabezas”, frase que hace un año y 8 meses se hizo muy popular; y aunque estoy plenamente de acuerdo con el presidente Medina, he de comprobar que la frase ha sido mal interpretada o mal llevada por quienes sí hoy lucen los pocos sombreros que el mandatario otorgó el mismo 16 de agosto cuando fueron juramentados en el Palacio Nacional.
Quizás y sin el quizás, el deseo de muchos hombres y mujeres que formaron movimientos y grupos de apoyo para contribuir con el triunfo electoral del presidente Medina y llevarlo al Palacio Nacional, no tenían la intención de ostentar hoy uno de los pocos sombreros de los que dispone casi siempre el mandatario de turno. Aunque hoy sus cabezas luzcan al viento, la realidad es que no han sido tomados en cuenta, ni siquiera para recibir la sombra que ofrecen estos adornos casi siempre masculinos. Así, no han percibido el olor al pastel por el que trabajaron día y noche, noche y día, sin descanso y sin recursos.
La realidad más crítica es la que muchos de esos hombres y mujeres presidentes de movimientos hoy estén padeciendo hambre y miseria, lo que no se corresponde con el esfuerzo y la energía positiva que los impulsó a trabajar con antelación a la campaña electoral del 2012. Esos “dejados fuera” no tenían la intención de que se les colocara un sombrero, sí que se les tomara en cuenta.
Muchos de los “dejados fuera”, hasta de la sombra de los sombreros, han agotado su paciencia entre oficinas dirigidas por quienes estuvieron y están llamados a buscarle una salida a sus casos; en vano, vienen y van, días tras días; hacen citas y no son recibidos luego; esperan en recepciones y no son recibidos, gastan los pocos recursos que encuentran, casi siempre prestados, para transportes y pasajes, y al final, nada, nada de nada.
Los funcionarios de su gobierno que hoy portan sombreros, señor presidente, y que les han cerrado las puertas a hombres y mujeres que bien merecen tener resueltas sus necesidades básicas de alimentación, salud, educación y pagos de rentas que sólo pueden llenar si se les coloca en un empleo ó facilidades para la obtención de recursos; no se han ajustado al toque de su sensibilidad y humildad.
Esos, señor presidente, bailan los tonos de sus orquestas, casi siempre formadas por sus familiares y amistades íntimas, y no la suya. En tanto, mientras eso ocurre, los otros, los “dejados fuera”, pasan necesidades de toda índole y lo lamentan, señor presidente; se lamentan.

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