Los haitianos viven la igualdad casi perfecta en RD

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

Estas reflexiones son fruto de una larga experiencia vivida. No surgen de la emotividad ni del tan traído y llevado nacionalismo. Son vivencias del quehacer cotidiano. Ello nos lleva a asegurar que no hay ninguna diferencia entre un dominicano pobre y un haitiano pobre. Los dos reciben el mismo trato de los demás nacidos de este lado de la isla.

Lo puede comprobar, por ejemplo, si usted transita por la avenida John F. Kennedy en horas tempranas de la mañana, donde  se encontrará con dominicanos que duermen debajo de los elevados, arropados con cartón y sobre periódicos y otros papeles. Esos no tienen nada, ni  trabajo, ni techo, cama o familia y pronto iniciarán el día pidiendo para comer.

En cambio, los haitianos que trabajan en este lado tienen una que otra casucha, producen para comer y viven su vida sin que nadie se meta con ellos. Igual pasa con los dominicanos pobres que trabajan, a diferencia de que estos tienen familiares casi siempre que les ayudan de una u otra manera.

Un dominicano que corta caña recibe el  mismo trato que el haitiano que realiza esa labor, pero nadie se mete con ellos, salvo que pueden ser víctimas iguales del que maneja la balanza o peso para determinar la caña cortada.

Los dominicanos que han podido hacer una profesión y trabajan tienen otra suerte. Los haitianos que son profesionales y trabajan de este lado tienen otra suerte. Son profesores de universidades, de colegios enseñan francés, inglés, matemáticas, trabajan en obras importantes, son contratistas, tienen familias estables…como si fueran dominicanos.

Entonces nadie, sin conocimiento de causa, puede venir a decir que los haitianos son discriminados y, menos, maltratados. Es más, hay haitianos que realizan muy buenos pañetes, pegan bloques mejor que muchos dominicanos y son buscados y preferidos por los maestros constructores.

También por personas particulares que levantan edificaciones  y ganan 900 y más pesos por día, que no ganan muchos albañiles dominicanos.

Sólo hay un problema con los haitianos. Que son  muchos, que deambulan por nuestras calles, que piden y algunos roban, que no observan reglas culturales que observan los dominicanos, que sus mujeres vienen a parir de este lado, en hospitales dominicanos para quedarse aquí en busca de una mejor vida, y que el gobierno tiene que invertir mucho dinero en la salud y alimentación de los vecinos. Eso es.

Casos aislados los hay de dominicanos que se irritan ante estas personas pidiendo, poco aseadas, hablando alto en su idioma nativo, por sus mismos rasgos físicos o por lo que sea; pero esos son contados casos de gente intolerante. Como pasa en Estados Unidos, en España, y otros países, en contra de los dominicanos. La famosa xenofobia.

Lo cierto es que la diferencia en el trato, a dominicanos, a haitianos, a rusos, húngaros, checoslovacos, estadounidenses, está centrada en la pobreza. El que es pobre, indigente, recibe el mismo trato de los inconsecuentes, donde sea.

Y es que algunos consideran que no tienen que mantener a quien no es ariente ni pariente. Eso pasa con los haitianos. No son ni lo uno ni lo otro. Entonces el choque es inevitable y no se pueden quejar de la mayoría de los dominicanos, que atienden sus necesidades, no les agreden ni ofenden,  aunque sí, puede ser, que haya una gran indiferencia a la suerte de esos desdichados.

Ahí puede radicar el asunto, a nivel de pueblo, pero ese caso no se da con el gobierno dominicano. Dígalo quien lo diga. El terremoto en Haití fue un buen ejemplo de cómo actúa el gobierno dominicano ante sus vecinos. Entonces, qué es lo que quieren?.

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