Los falsos demócratas contra Duarte
Si en 31 años el alma de Duarte fue sacada de la nación, a partir del 30 de mayo de 1961 al 2015 el Duarte histórico ha sido un instrumento de falsos demócratas que utilizan su nombre como pieza decorativa con gran exaltación discursiva que no tiene otra verdad que no fuere la más burda retórica; aún así me atrevo a dedicarle este artículo al patricio que nació el 26 de enero de 1813 y murió mucho después en el destierro hijo de la ingratitud de los hombres.
El natalicio del Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, ha debido devenir en acontecimiento de imperecedera recordación y de incesante veneración en el corazón de todos los buenos dominicanos por cuya libertad llenó de afanes su espíritu y ofrendó su vida y su fortuna. Esa fue la sagrada misión que se impuso este hombre de pensamiento preclaro cuya estatura de prócer de nuestra independencia quedó lacrada sobre el sólido mármol en el que fue escrita la siguiente consigna: “Trabajemos por y para la patria, que es trabajar para nuestros hijos y nosotros mismos”.
Varias veces sintió el prócer que subía los angustiosos peldaños del cadalso y otras tantas sufrió el obligado y odioso destierro de aquel suelo de sus desvelos cuya independencia buscó con irresistible arrebato sin imaginar ni ponerle asunto al incomparable martirio que debió padecer a lo largo de los pesarosos caminos políticos por él recorridos. Vale la pena consignar aquí aquella hermosa frase expresada por el Patricio y dejada impresa como legado sobre los muros sacrosantos de la historia: “Vivir sin la Patria es lo mismo que vivir sin honor”.
No hubo pues momentos durante ese calvario, un vía crucis lleno de aflicciones que sobrevino en suplicio amargo, similar a aquel camino de la cruz que tuvo que padecer Jesús hasta su crucifixión, en el cual aquel hombre insigne acosado por los apremios de que estaba siendo victima por quienes conspiraban contra la patria, pudo haber decidido interrumpir su labor emancipadora y dedicarse, en cambio, a los negocios de la familia. Empero, Duarte soportó como Jesús la dureza del látigo de sus hostigadores; aun bajo el estado de fatiga que lo abatía y el dolor que parecía despedazar su ánimo se le oyó expresar un tanto quejumbroso: “Nunca me fue tan necesario como hoy el tener salud, corazón y juicio; hoy que hombres sin juicios y sin corazón conspiran contra la salud de la Patria”.
Aquella vía dolorosa elegida por Duarte por la independencia no fue diferente a las estaciones que tuvo que andar Jesús por la salvación de la humanidad; se le vio al patricio caer una y otra vez cargando la pesada cruz de aquella obra maravillosa de la libertad y de la nobleza nacional. No obstante, se le oyó expresar nuevamente con inigualable decisión nacionalista: “Por la Cruz, por la Patria y su gloria denodados al campo marchemos: si nos niega el laurel la victoria, del martirio la palma alcanzaremos”.
Aun sabiendo el joven Duarte que por su actividad independentista podía en algún momento su nombre ser martirizado por la ira venenosa del olvido y de la traición, no hubo en él signo ninguno de duda en la tarea egregia de sacrificarlo todo, hasta su propio honor si hubiese sido necesario, por entregarles a los dominicanos una patria soberana, sin ataduras extranjeras y sin la amenaza de gobiernos absolutistas. Sigamos sus pasos, imitemos su fortaleza y elogiemos su espíritu libertario reducido en la siguiente declaración: “Dios ha de concederme bastante fortaleza para no descender a la tumba sin dejar a mi patria libre, independiente y triunfante”.
Sin embargo, malos gobernantes a lo largo de la historia han pretendido olvidar la proeza y la abnegación casi sacerdotal del padre de la patria tratando en vano de sepultar su heroico nombre y su generosidad sin límites. Pero estos intentos de tiranos y tiranuelos sucumbirán siempre bajo el peso de los dominicanos, quienes unidos como si fuera un solo haz de acciones salvadoras evitaran tan perverso designio entonando al viento este verso del patricio: «Los blancos, morenos, cobrizos, cruzados, marchando seremos, unidos y osados, la Patria salvemos de viles tiranos, y al mundo mostremos que somos hermanos».
En el momento en que se pretende hacer de la patria una fusión con el vecino pueblo de Haití, un hecho que si Duarte estuviera vivo en estos precisos y vergonzosos instantes lo declararía ignominioso para los dominicanos; este hecho me obliga a regresar a las palabras del Patricio quien nos advierte con mucha autoridad moral que: “Los enemigos de la Patria, por consiguiente nuestros, están todos muy acordes con estas ideas; destruir la nacionalidad aunque para ello sea preciso aniquilar la nación entera”.
Conmemoremos con orgullo el día del natalicio del padre de la patria, Juan Pablo Duarte y Diez, haciendo de este bicentenario una fiesta memorable del corazón y del espíritu y recordemos en solemnidad fervorosa sus patrióticas y aleccionadoras palabras: «En Santo Domingo no hay más que un pueblo que desea y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra este querer del pueblo dominicano».
Como al parecer no hay espacio moral ni hombres fieles a aquel ideal sublime promovido y sustentado por Duarte en aquella sociedad patriótica La trinitaria, es deber de todo buen dominicano constituirse en una roca sólida, en vigilante entusiasta de la patria para sortear las dificultades que han de sobrevenirle a la democracia.
No olvidemos en este día glorioso la frase que nos legó Duarte la cual representa un pacto firme con el liberalismo y con la institucionalidad democrática: «La Nación esta obligada a conservar y proteger por medio de leyes sabias y justas la libertad personal, civil e individual así como la propiedad y demás derechos legítimos de todos los individuos que la componen».