Los disfraces de febrero

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EL AUTOR es abogado. Reside en Santiago de los Caballeros.

(Al músico y folklorista don Agustín Pichardo (Tin), por «Ojala que llueva café» y otros).

 

En un viaje de alucinación que hice desde Nueva York a Brasil en la línea aérea Avianca me encontré sorpresivamente con un perro de nombre Yoqui en el aeropuerto Internacional Presidente Juscelino Kubitcheck. De pronto no lo pude reconocer. Sin embargo,  al quitarse la máscara que llevaba puesta en su cara entonces fue que  pude identificarlo.

 

Mas tarde, en unas de las grandes avenidas de la histórica Salvador de Bahía observé un perro que corría horrorizado provocando un accidente de varios vehículos con lesionados con heridas leves. La policía corrió detrás de las huellas del animal para tratar de detenerlo. Para asombro de los policías, encontraron al asustado perro en la Fundación Odebrecht.

 

Tratándose de un animal doméstico en tierras extrañas, de paso en la otrora capital del Brasil Colonial, la policía desistió de hacerle cargo por lo del accidente y, además, su propietario había fallecido, por lo que tampoco podía ser culpado por el accidente ni el tutor que lo transportó en el avión, pues éste se marchó detrás de una chica de Cali.

 

Un exembajador colombiano que también estaba de visita en Salvador de Bahía en diligencias de su nueva función oficial en Obras Publicas quien en algún momento de su carrera diplomática había estado en el país de Yoqui, al ver al animal en la plaza Antonio Castro Alves en los días previos al miércoles de ceniza, lo reconoció.

 

El diplomático había visitado al amo de Yoqui en la avenida Máximo Gómez de Santo Domingo para dispensarle sus saludos al ilustre escritor santiagués que represento en el marcado periodo de la transición a Trujillo sin Trujillo.. No  obstante, el amo de Yoqui nunca había visitado Salvador de Bahía, sin embargo, algunos de los funcionarios de su gobierno habían venido al carnaval de Rio con antifaz.

 

Caminé por Batalinha en el Centro histórico de Salvador de Bahía, disfrutando de aquella locura humana observando las coloridas caretas de los participantes en el carnaval. En un momento me sorprende ver unas caretas conocidas en otro carnaval, pero no podía creer que habían viajado a Brasil. Me quedo viendo al grupo. En eso uno de los participantes del jolgorio se despoja de su máscara, quizás por el asfixiante calor, y me dije: “! Es imposible que este señor este aquí en Bahía! De pronto observé a dos más gozando en grande de aquel espectáculo.

 

En ese instante, noto que el ocurrente perro se orina sobre los lustrosos zapatos de uno de los habían venido a participar del carnaval. Y le digo a Yoqui:

 

« ¿Por qué lo hiciste?«. Y me responde:

 

«! No sé!, se me ocurrió joder a este pendejo! Tú sabes que mi antiguo amo me dio buena crianza pero la enanita que barría en la casa me enseñó el tigeraje  de los barrios para cuando tuviera que defenderme, y a  veces eso le sale a uno«, dijo

 

–«¿Yoqui, por qué te ríes de esa manera, perro burlón?  Y me contesta:

 

«¡Es que me da risas ver a estos pendejos disque serios y aquí disfrutando en Salvador de Bahía y el pueblo allá en dominicana comiendo mierdas!«

 

–«¿Pero, dime, ¿no te vi con un antifaz allá en la plaza Alves?« –  le pregunto.

 

–«Aquí todos los farsantes andan disfrazados gozando de la alegría del carnaval con boletos de vuelos gratis pagados con dineros de la Odebrecht, hospedados en lujosos hoteles de Salvador de Bahía y bebiendo vinos caros«, – Yoqui me manifiesta un tanto rebelde.

 

–«¡Me imagino que viniste con ellos con todos los gastos pagados!«, demando.

 

–«! No, mi antiguo amo nunca me hubiese permitido venir a Salvador de Bahía a cobrar en dólares por la “venta” de mi país y luego callar el despojo!«, responde.

 

En eso, una multitud se acerca vistiendo coloridos disfraces y entre ellos noto a un embajador argentino bailando abrazado de una voluptuosa  negra candombeé brasileña. Mientras lo veía bailar Bossa Nova en las calles de Bahía observé que también lo hacían unos dominicanos ampliamente conocidos que vinieron con sus antifaces y caretas a divertirse a Brasil con gastos pagos.

 

Yoqui, el perro de la Máximo Gómez, es visto bailando alegremente en medio de la multitud acompañado  de una perrita rubia alemana llamada Blondi.

 

Y, medio sorprendido por la calidad de la pareja que tiene a su lado este perro caribeño, le voceo casi desgañotado por el ruido:

 

«Yoqui, Yoqui, perro vagabundo, ¿me escucha?

 

–«Si, si, dime. ¡Pero date rápido! No ve que tengo con una rubia americana a mi lado. No moleste«, me contesta

 

–Yoqui, «!Es que esa animal que a tu lado no es americana, como tu cree!. La  vi una vez en una fotografía en la revista Caras y creo, – si no me equivoco -,  que es la perra de Eva Braun, la amante de Hitler«

 

–«! Oye!, ya ella no tiene dueño, ahora es este dominicano que está dominando. Además no ve lo bronceada que está, la llevé a la playa de Morro de Sao«, me responde mientras bailaba una samba

 

–«No me hable más pendejadas! Estoy gozando aquí en Bahía dándome filete del bueno con esta rubia y viendo a los que se arrodillaban ante mi antiguo amo envueltos en acciones sucias contra el Estado y ahora quieren joder a Danilo con lo de Punta Catalina«

 

–«¿Cómo es eso de Punta Catalina?«, le pregunto en medio del ruido del carnaval

 

–«¡Lo que tu oye! La oposición y las ONGs que no le pudieron ganar a Danilo las elecciones ahora quieren encaramarse en el palo utilizando Punta Catalina con ayudas extranjeras y grupos que se autodefinen transparentes creyendo que en Santo Domingo hay Incas.

 

–«¿Eso es así?«, pregunto sorprendido

 

–«¡Así es, como lo oye!«, manifestó Yoqui

 

Mientras tanto yo me rio, «jajajajaja.

 

Yoqui dice,  «¡Que viva la Odebrecht!«.

jpm/of-am

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