Los Burguesitos Rojos
“No es la conciencia de los hombres lo que determina su ser, sino, por el contrario, es su existencia social lo que determina su conciencia.”
Karl Marx
Hace ya un buen tiempo Juan Isidro Jiménez Grullón publicó una monografía que tituló La falsa izquierda dominicana. Su tesis es bastante simple: la explotación capitalista, según la economía política marxista, se fundamenta en la propiedad privada de los medios de producción, defendida, por supuesto, por el Estado capitalista, un Estado clasista (como todos los anteriores). Entonces, el objetivo de la izquierda revolucionaria no puede ser otro que tomar el poder (por la vía armada, no hay alternativa) justamente para socializar los medios productivos. En el objetivo no podía haber duda ni pérdida de foco: todas las acciones revolucionarias debían dirigirse a la toma del poder para socializar los medios de producción. Sin embargo, resulta que, según Jiménez Grullón, los izquierdistas dominicanos hacían de todo –particularmente jugar el juego de la democracia burguesa- menos perseguir el objetivo central de la izquierda revolucionaria.
Amarro esto con un audiovisual reciente de la Guía Política (https://www.youtube.com/
Pero más lo es que, para establecer el eje de posicionamiento político, la presentadora se refiere al “nivel de preocupación” de cada quien. Es decir, si yo tengo un “nivel de preocupación” alto por el orden, puedo ser clasificado de derecha. A la inversa, si uno de nuestros rutilantes y novísimos marxistas culturales tiene un “nivel de preocupación” elevado por la desigualdad, con la mayor confianza lo clasificamos “de izquierda”. ¡Albricias, el posicionamiento político de cada quien depende de su “nivel de preocupación”, algo así como la íntima convicción de los jueces. A los “izquierdistas”, por supuesto, les fascina esta metodología… fascinante.
Dice, sin embargo, el inventor del socialismo científico (como vemos en el epígrafe) que no es así la cosa, que no puede ser así: la acción de clase –la práctica concreta, económica y política- es la que define la posición de clase. De hecho, es la que determina el pensamiento político (y, con éste, todas estas truchimanerías). Las actitudes políticas no son independientes de la posición de clase, se encuentran atadas a ésta como un pájaro a una estaca. Sin embargo, la fantasía no descansa. Todos nuestros izquierdistas de derecha se la creen. De seguro sienten en su fuero más interno, en sus vísceras más ardientes, la más cercana y fraterna solidaridad con los desposeídos. Es un poema de amor, épico, liberador, redentor. Se exaltan, se emocionan al borde de las lágrimas. Se les eriza la piel. Seguido lo cual regresan al documento que redactan para cualquiera ong. Esta es la forma de su compromiso con “el pueblo”. Si su reporte sirve para algo socialmente útil o sólo es burocracia corporativa, pues no importa mucho. Él vive intensamente su sentimiento, a lo que tiene total derecho.
Esto me recuerda una anécdota personal. Andaba un día, hace un buen tiempo ya, con un amigo así como lo he dibujado, un burgués gordo y colorado pero “de izquierda”. En esa época tenía yo un taller textil en el que empleaba como diez o doce operarios. Este es un giro en el que hay mucha rotación de personal. El trabajo es de poca calificación, de baja remuneración y de alta intensidad. También de márgenes muy estrechos, pero esto es otro asunto. La cosa es que diariamente recibía muchas llamadas al celular de operarios buscando trabajo. Hablaba con ellos, les tomaba los datos, les informaba el salario, que era el mínimo (había quienes ganaban más del mínimo, recibían bonos por producción y otros beneficios). Mi amigo, que oye la conversación, una vez cuelgo me increpa sobre cómo es posible que yo pague apenas el mínimo legal. Y me hace todo un análisis sobre lo poco que se puede comprar con esa cantidad de dinero. En lo que estuve de acuerdo, pero le dije que ése era el mercado… Y empezó una leve discusión hasta que le dije: – No, tranquilo, que ahora te llamo uno para que tú lo contrates a un mejor salario-. A lo que me contestó: – No, yo pago bien pero no contrato a nadie-. Esta frase me enseñó más que todos los libros de Rebel. El vivo pensamiento de la izquierda (dominicana y del mundo). El autodenominado izquierdista es un oportunista político que, mediante un discurso ampuloso y encendido, persigue que sea otro quien pague –con dinero, con trabajo, con talento y esfuerzo- lo que él ofrece a un tercero (“al pueblo”). Ofrece sin tener y sin tener ningún plan para conseguir. Siempre que lo pague otro. Y sin sonrojo (esto es también muy característico). Todos conocemos a más de uno. Están en todas partes: son baratos.