López Molina en la historia del MPD
Los dirigentes de izquierda Máximo Antonio López Molina y Andrés Marcelino Ramos Peguero regresaron desde Cuba el sábado 4 junio de 1960, animados por el compromiso de organizar en suelo quisqueyano un partido político de esencia revolucionaria, creado en el exilio con el nombre de Movimiento Popular Dominicano (MPD), que -a su juicio- sería el instrumento de lucha de la clase obrera para reemplazar la tiranía de Trujillo.
Ambos acapararon la atención de los periodistas que cubrían la fuente del aeropuerto de Punta Caucedo, inmediatamente supieron que eran tenaces adversarios del régimen trujillista y que se proponían desarrollar actividades políticas en el país. Sobre todo por la actitud pasiva de los miembros del Servicio de Inteligencia Militar (SIM) y el trato considerado que recibieron de los inspectores de aduanas, quienes revisaron meticulosamente sus equipajes, pero autorizaron el ingreso de una apreciable cantidad de libros entonces prohibidos por su contenido socialista.
Los recién llegados traían además, una voluminosa Biblia, con la particular característica de que muchos de sus versículos habían sido subrayados con letras rojas y azules; así como varios ejemplares de una obra maestra ambientada en la lucha obrera contra el zarismo en Rusia, llamada “La madre”, de la autoría de Máximo Gorki; y un libro sobre la naturaleza humana, titulado “El hombre mediocre”, escrito por el sociólogo argentino José Ingenieros.
Al salir de la terminal aeroportuaria, éstos abordaron el automóvil que los condujo hasta la vivienda de la señora Ángela Molina viuda López, madre de López Molina, situada en la calle Manuela Diez de la capital, donde iban a ofrecer sus primeras declaraciones públicas; en un primer contacto con los medios de comunicación acompañados de sus hermanos, Ernesto Arcadio López Molina y Francisco Elizardo Ramos Peguero, además de un joven abogado hasta ese momento desconocido, el doctor Mario Jerez Cruz, quien sería director jurídico y miembro del primer comité central del MPD asentado en el país.
Al hacer uso de la palabra, López Molina se identificó como secretario general del MPD, y en esa condición aseguró que la aparición de este partido no era fruto de un convenio con el régimen trujillista, sino una decisión tomada en La Habana luego de que se conociera a través de un diario de esa urbe, el contenido trascendente de la carta pastoral emitida el domingo 31 de enero de 1960 por los obispos católicos -leída en todos sus templos-, censurando con vigor la violencia empleada en las cárceles contra los jóvenes del movimiento clandestino 14 de Junio acusados de formar parte de un complot develado contra el régimen trujillista.
De acuerdo a la versión del periodista Radhamés Gómez Pepín, redactor del diario El Caribe, el dirigente emepedeísta informó que su ingreso al territorio nacional tenía el propósito de integrar un nuevo partido político, porque no creía que la libertad le vendría al país de Venezuela, Cuba, la OEA, ni de ninguna otra parte, aunque “reclamamos el derecho de otras naciones a través de congresos”.
También manifestó que el MPD estaba en disposición de organizar y dirigir la acción social de los trabajadores, los campesinos y los profesionales y que lucharía por “el restablecimiento de las libertades públicas, la reforma agraria, la democratización absoluta, la industrialización del país y por un gobierno democrático-revolucionario”. Y agregó que el trabajo de su partido tendría como prioridad el reclamo de la libertad de los presos políticos, incluso de los condenados por delitos conexos.
Según la apreciación de Gómez Pepín, el regreso de López Molina y Ramos Peguero estuvo asociado a la declaración de Trujillo solicitando a sus opositores que actuaran a la luz pública y que prescindieran de lo que llamaba “turbios manejos subversivos”, y al objetivo de los dirigentes emepedeístas de movilizar públicamente al pueblo dominicano, “mediante la prédica de la verdad, que -según decían- es el arma más poderosa de la revolución, en su sentido científico”.
La dirigencia del MPD había comprendido entonces que “las contradicciones internas y la situación internacional favorable a la lucha del pueblo dominicano, hacían posible la canalización de la lucha de masas por el sendero revolucionario”, y por eso decidieron venir al país a enfrentar al régimen de Trujillo con su bandera roja y negra, los ideales de la revolución cubana –que a su juicio eran los mismos en toda Latinoamérica- y la consigna “Libertad o Muerte”.
En este propósito se advertía la influencia cubana en el MPD, por haber surgido en La Habana el 20 de febrero de 1956 y porque sus primeros dirigentes -en su mayoría- se vincularon al proceso de cambios que vivía Cuba. Estos eran, Pablo Antonio Martínez Rodríguez, Ramón Emilio Mejía del Castillo, Esperanza Font de Alfau, Julio César Martínez Sobá, José Tiberio Castellanos Vargas, José Moscoso, Víctor Orzatellis Matos, Juan Alfonso Espinal, Oscar Tavárez Matos, Radhamés Núñez, Ramón Emilio Feliu, Leovigildo Piña, Máximo Antonio López Molina y los hermanos Andrés Marcelino, Francisco Elizardo y Francisco Eleuterio Ramos Peguero.
Por ejemplo, el secretario general del MPD, Pablo Martínez, periodista vegano y exdirigente del Partido Socialista Popular, muy conocido por su lucha antitrullista y su relación con los combatientes que enfrentaron al régimen dictatorial de Fulgencio Batista, fue secuestrado y desaparecido el 13 de marzo de 1957. Ramón Emilio Mejía del Castillo, el comandante Pichirilo, fue timonel del yate Granma que transportó desde México hasta la costa oriental cubana a los expedicionarios que acompañaron a Fidel Castro en la actividad guerrillera de la Sierra Maestra el 2 de diciembre de 1956, y Ramos Peguero sobresalió en el campo de batalla obteniendo el grado de capitán en el ejército revolucionario que entró triunfante a La Habana el 1 de enero de 1959.
Debido a la agudización de la guerra en Cuba y por su participación en ella, los dirigentes del MPD no pudieron regresar al país sino hasta el 4 de junio de 1960, lo que resultó conveniente para su plan de organización; puesto que 20 días más tarde ocurrió el atentado contra la vida del presidente venezolano Rómulo Betancourt, consumado por agentes del SIM el 24 de junio en una calle de Caracas.
Este suceso criminal debilitó la tiranía de Trujillo, que tuvo que flexibilizar su postura frente a sus adversarios, para contrarrestar las sanciones diplomáticas y económicas impuestas al país el 20 de agosto de ese año por la Sexta Conferencia de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA), reunida en San José de Costa Rica.
A juicio de la dirigencia del MPD esta coyuntura internacional era apropiada para iniciar una labor de concientización en el país, contribuyendo de esa manera a que la población perdiese el temor y se armara de valor; lo que iba a ser muy necesario debido a que Trujillo tenía pleno control sobre las Fuerzas Armadas y éstas estaban dispuestas a sostenerlo indefinidamente en el poder, usando su maquinaria represiva para silenciar a sus enemigos.
Aun así, el MPD no se notaba intimidado porque sus dirigentes regresaron del exilio con la decisión de emprender una jornada nacional de organización, amparada en sus consignas: “Siempre hay que atreverse”, “Lucha interna o Trujillo siempre”, aunque su primera labor consistiría en definir su domicilio en la ciudad de Santo Domingo.
Instalación del MPD
El 12 de junio de 1960 el MPD se instaló en la casa número 12 de la avenida José Trujillo Valdez, conocida actualmente como Duarte, en el tramo comprendido entre la avenida Mella y la calle Benito González; en una segunda planta, en cuyo frente fue colocado un letrero de identidad que decía: “MOVIMIENTO POPULAR DOMINICANO”; y una bandera negra y roja, con la inscripción: “Libertad o Muerte”, colgando del borde de su galería.
El alquiler de este local resultó ser un episodio complicado, ya que en la Era de Trujillo los propietarios de viviendas se cuidaban de arrendarlas a los enemigos del gobierno, para no tener que lidiar con inquilinos que pusieran en riesgo sus intereses económicos o la integridad de su familia. Esta tarea recayó en el doctor Mario Jerez Cruz, que se había convertido en un hombre de la entera confianza de Máximo López Molina, por su condición de antiguo amigo de su hermano Ernesto Arcadio; sin que el líder político tuviese la más ligera sospecha de que este joven abogado, de tan solo 26 años de edad, fuera en realidad un peligroso infiltrado del Servicio de Inteligencia Militar.
Efectivamente, el doctor Jerez Cruz sería causante de la persecución y muerte de muchos de los primeros afiliados del partido de la bandera negra y roja, empezando por Ramón Emilio Feliu, asesinado en la ergástula de La 40 la noche del 22 de junio de 1960, luego de que pronunciara un discurso contra la dictadura en el recién inaugurado local, y siguiendo con Florisel Erickson, un dirigente de Santiago denunciado ante el SIM como integrante de un grupo de jóvenes que ese mismo año preparaba un complot para asesinar a Trujillo, cuando éste iniciara su acostumbrada caminata en la avenida George Washington con Máximo Gómez, próximo al malecón.
Aunque la historia del doctor Mario Jerez Cruz deberá ser recordada y ampliada en un enfoque posterior con una recreación objetiva de su censurada conducta, me permito ofrecer un avance del perfil de este profesional del derecho que poseía una personalidad distante de las características del lumpen proletario que minó tiempo después las filas del MPD generando la aniquilación de una parte de su dirigencia y su división interna.
Se debe saber ahora que el bautizo del doctor Jerez Cruz en la dirección del MPD se inició con el alquiler de su local, una tarea en la que fue asistido por el señor Francisco Ramos Rojas, padre de Andrés Ramos Peguero, quien se encargó de localizar el sitio más adecuado para la instalación de esta entidad política; aunque la tarea de concretizar el arriendo, con sagacidad y malicia la hizo el propio abogado, quien conversó con el propietario, Luis E. Lavandier, asegurándole que sus inquilinos serían comerciantes exportadores (López Molina y Ramos Peguero) que pondrían allí una tienda de variedades.
Imaginando que realizaba un inmejorable negocio de inquilinato, Lavandier arrendó la edificación y aceptó complacido el depósito monetario de cuatro meses de alquiler que le entregó el doctor Jerez Cruz; siendo poco más tarde que se percató sorprendido de la transformación de su inmueble en el local de un partido político cuyos dirigentes atacaban sin temor a la dictadura.
Ante esa situación es que este propietario reacciona veloz enviando un telegrama al dictador, con el texto siguiente: “Un grupo de media docena encabezado por Andrés Ramos Peguero, hijo de Francisco Ramos Rojas, del movimiento que alardea de opositores, se han metido violentamente en mi casa de la avenida José Trujillo Valdez número 12 con fines de actividades y prédicas antitrujillistas”.
Arengas del MPD en la capital y Santiago
Desde la apertura del local emepedeista, las personas que transitaban por esa área comercial en la antigua ciudad Trujillo, escuchaban las insistentes y emocionales peroratas de López Molina y Ramos Peguero invitando a los dominicanos a cerrar filas en su partido para combatir la tiranía y establecer un régimen revolucionario que resolviera los viejos males sociales y económicos del país.
Eran breves arengas que de modo reiterado improvisaban ambos líderes opositores, auxiliados por un potente amplificador de sonido que estaba situado sobre la galería de la segunda planta del edificio.
Estos dos dirigentes eran los primeros que de manera pública se atrevían a desafiar el poder trujillista, lanzando incesantes ataques políticos contra el totalitarismo y la opresión, en un esfuerzo dirigido a ganar simpatizantes y organizar a los jóvenes que se acercaban al local atraídos por las novedosas noticias que ellos divulgaban y que nunca se publicaban en los diarios, sobre la desastrosa imagen de la dictadura de Trujillo en el extranjero, a consecuencia del atentado contra Betancourt.
Las denuncias de López Molina y Ramos Peguero sobre violaciones a los derechos humanos y crímenes del régimen despótico prevaleciente en el país, sirvieron para crear conciencia en la población sobre la crueldad de la dictadura y estimuló la participación de los jóvenes en una arriesgada operación propagandística, como fue la repartición del primer volante del MPD en las calles de Santo Domingo, el 13 de junio de 1960, que contenía un dramático llamado al pueblo a la accion conjunta y la movilización contra la tiranía. Ese mismo día López Molina declaró que se acercaba el fin del dictador, ya que el 1961 sería el “año de la libertad o de la muerte”.
Luego, en los meses de julio y agosto de 1960, el local del MPD comenzó a llenarse de jóvenes que deseaban pertenecer a la organización y participar en sus actividades políticas, pese a la represión que vivían los barrios del Distrito Nacional por la gran cantidad de informantes del SIM que estaban delatando a los enemigos del gobierno y conduciéndolos hasta las cárceles de torturas.
Los días 19 y 24 de junio de 1960 se produjeron ataques de militares vestidos de civiles y de bandoleros trujillistas contra el local del MPD y la militancia de ese partido, lo que reflejaba el temor de los oficialistas por su crecimiento acelerado teniendo menos de un mes de asentarse en el país. Una situación mucho más violenta se verificaría durante la tarde del 2 de agosto en Santiago, en un mitin efectuado en el parque central, organizado por Andrés Ramos Peguero. De acuerdo a la versión ofrecida en un escrito de factura reciente porel doctor Ramón Antonio Veras, uno de los participantes, en este evento hablaron Floricel Erickson, Máximo López Molina y Ramos Peguero, quienes repudiaron con energía la dictadura de Trujillo, para luego marchar por la calle El Sol portando la bandera roja y negra.
Refirió el distinguido jurista que al llegar a la calla San Luis, frente al edificio de correos, la marcha del MPD fue interceptada por miembros del SIM. Sus dirigentes fueron detenidos y conducidos a la Fortaleza San Luis, donde el general César Oliva García, en compañía de los oficiales Alicinio Peña Rivera y Ursino Guzmán Liranzo, realizó un largo interrogatorio. Más tarde los puso en libertad, aunque esa noche vivieron momentos de terror, debido al ataque perpetrado contra la casa de la familia Erickson, cuyos ajuares fueron destruidos, y por el intento de quemar las viviendas de Nelson Beato y del propio doctor Veras.
El ingeniero Cayetano Armando Rodríguez del Prado, tercer secretario general del MPD, ilustra en su libro “Notas autobiográficas”, que circula desde julio de 2008, que el primer manifiesto del MPD hecho en territorio dominicano, contenía las principales líneas programáticas de este partido, que eran esencialmente democráticas y de liberación nacional. Estaba firmado por López Molina y su hermano Tico (Ernesto), Ramos Peguero y su hermano Chichí (Francisco Elizardo), Jerez Cruz, Ciprián Polanco, Francisco Ramos Rojas, Ramón Padilla Jáquez y Fausto Ortiz.
La represión contra el MPD continuaría con motivo del surgimiento de su periódico “Libertad”, un medio de orientación política e instrumento de organización, impreso en un anticuado mimeógrafo, que fue obstaculizado por el régimen en el mes de septiembre, al ordenar la prisión de López Molina, bajo la acusación de haber violado la Ley No. 517, que obligaba a declarar toda publicación antes de que viera la luz pública, y por hacerla circular antes de que recibiese el permiso legal.
Por último, queremos decir que entre los primeros jóvenes que se unieron al MPD estuvieron Florisel, Joaquín y Parmenio Erickson, Cayetano Rodríguez del Prado, Jorge Puello Soriano (El Men), Ramón Pinedo Mejía (Monchín), Leonte Antonio Brea González, Ernesto Villanueva, Delio Rafael Rivera (Riverita), Henry Segarra, Ramón Emilio Feliú, Oscar Tavárez Matos, Francisco Eleuterio Ramos Peguero (El Chino), Juan Alfonso Espinal, José A. Figueroa (comandante Juan Robles), Cabell Bello, Hugo Cabrera, Sinerio Castellanos, Los hermanos René y Mario Emilio Sánchez Córdova, Frediberto Bravo Santana (Picho), Salvador Augusto Fortunato (Payiyo), Rafael Ramón Cruz Peralta, Caonabo Elpidio Jorge Tavárez (Juanito), Maximiliano Gómez (El Moreno), Gustavo Ricart, Andrés Curiel (El Santo), Leopoldo Grullón y su esposa Clarissa Guzmán.