Locura y borrachera del gobierno

La comunidad  internacional suele fijar sus ojos  en República Dominicana  a propósito de su política  migratoria. Hace falta que observen lo que pasa aquí en otros aspectos, sobre todo el político, pero sólo ven el  presunto maltrato a los haitianos.  No ven que aquí la democracia está en peligro, después de tantos años de lucha y de tanta sangre derramada.

 

La locura se ha apoderado del gobierno dominicano y del partido que lo sustenta.  Desde hace mucho  se habla de borrachera de poder, pues siempre aparecen funcionarios que se embriagan con ese ejercicio.  Y andan llevándose el mundo por delante: golpean, insultan, abusan y erigen su propia estatua sobre el individualismo.

 

La ebriedad es una condición transitoria en la que el individuo extravía la conciencia y adopta actitudes desencajadas.  Bajo los efectos de esa perturbación,  es fácil que  un sujeto  asuma comportamientos anormales, capaces de dañar a otras personas  y a quien padece la embriaguez. No pocas tragedias se han debido a una borrachera.

La locura  es un disturbio  de larga permanencia. En este caso, el sujeto rompe con la realidad, se sale del camino, y puede incurrir en atrocidades creyendo que hace lo correcto.  El trastorno de la razón como tal no es causa de muerte, pero  resulta tremenda desgracia para el paciente y para la familia, pues vulnera  la armonía en el entorno.

 

El gobierno dominicano  padece hace tiempo de conciencia escindida  y se comporta como un demente que conduce un autobús lleno de niños en una ciudad tan caótica como Santo Domingo. El delirio del grupo gobernante consiste en dominarlo todo, poseerlo todo y apabullar a todos. Por eso han corrompido todo. De ahí tantos desatinos.

 

No conforme con los sucesivos escándalos de corrupción que brota por cada poro del Estado, el gobierno del PLD   acomete una acción  que perjudica una industria de cemento que desarrolla la familia  Abinader junto a inversionistas españoles. Todo, porque Luis Abinader es el candidato presidencial de la oposición.

 

La paranoia se  origina en el descalabro de la candidatura del presidente Danilo Medina, quien busca la reelección. La  derrota  del candidato oficial en Argentina ha  desmedrado el ánimo de los reeleccionistas dominicanos. Tal vez  infieran  que así como se hartaron los argentinos del   kirchnerismo, se han empachado los dominicanos del peledeísmo.

 

Cuando un individuo  enloquece, debe ser sometido a tratamiento.  Si se trata del gobierno de  una nación que sufre tal quebranto, el caso es más complejo, pero tiene solución: cambiar  el gobierno. El exceso de riquezas y de poder tiene fuera de sus cabales a los dirigentes del PLD.  El que  no  está  loco, anda ebrio. Y así no  podemos seguir.

rafaelperaltar@gmail.com

 

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