OPINION: Lo del imperio frente a Venezuela y Haití, viene de lejos

 

No matarás; no mentirás, son dos mandamientos básicos establecidos en todas las religiones que han existido hasta hoy en día.  Son normas a cumplir para los fines de la convivencia social y para ganar el cielo prometido.  En el cristianismo, estos dos mandamientos se refuerzan con tres preceptos más: No levantarás falsos testimonios, no harás a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti mismo y amaras a tu prójimo como a ti mismo.

 

También, para los mismos fines, la iglesia católica ha añadido otros siete preceptos que cataloga como los siete pecados capitales: el orgullo, la avaricia, la lujuria, la envidia, la gula, la ira y la pereza.  Para mas, el Dios de los hebreos (Jehová), posteriormente adoptado por una gran mayoría occidental como su Dios, establece en el libro de los Proverbios la sentencia siguiente: seis cosas aborrece Jehová y aun siete abomina su alma: Los ojos altivos, la lengua mentirosa, las manos derramadoras de sangre inocente, el corazón que maquina pensamientos inicuos, los pies presurosos para correr al mal, el testigo falso que habla mentiras, y el que siembra discordia.

 

En este filosofar, para los mismos fines de convivencia social y ganar el cielo, (para lo que ineludiblemente hay que buscar el reino de Dios y su justicia), yo añadiría los preceptos siguientes: no ser hipócrita ni demagogo, a las naciones no hacer la guerra, ni establecer imperialismos, muchos menos fomentar el hambre y las injusticias en ninguna parte de la faz de la tierra.

 

El comportamiento del hombre de nuestros días

 

Generación de víboras, decía Jesús del hombre de su tiempo.  Y el Jehová de los hebreos (según ellos, creador de los cielos, tierra, el hombre y todo lo creado, etc.), al ver la maldad del hombre, se arrepintió de haberlo creado y al efecto dispuso su exterminio con un gran diluvio universal, dejando solo al bueno de Noé, sus familiares y algunos otros más.

 

¡Pero qué va!  Tampoco esa descendencia a la postre resultó buena.  Esta vez, este mismo Dios, al ver de nuevo tanta maldad, le dio con destruir ciudades que habían llegado a extremos pecaminosos como Sodoma y Gomorra.  Tampoco esta destrucción llamó a rectificación y arrepentimiento, puesto que entre ellos mismos (las doce tribus de Israel) siguieron una existencia pecaminosa de un masacrarse entre sí, en lo que llegaron a matar al mismo Dios hecho hombre.

 

Este comportamiento macabro del hombre a seguido por siempre en espacio y tiempo, a tal punto, que el filosofo Diógenes por los años 400 a.C, no encontró cinco hombres justos en toda la población, como tampoco los encontró Abraham en Sodoma y Gomorra para evitar la destrucción de aquellas dos ciudades.

 

Toda esa maldad (que parece innata en el hombre), hoy en día sigue manifestándose con las violaciones e inobservancia de todos los preceptos para convivencia social y ganancia del cielo anteriormente señalados.  Los malos sistemas políticos (feudalismo, capitalismo, falso comunismo, imperialismo, etc.) con sus respectivos lastres (esclavitud, tiranías, explotación del hombre por el hombre, guerras, etc.), han dominado el escenario mundial por siglos, en lo que, las ignominias mas grotescamente inverosímiles han sido el pan universal de cada día.

 

Cuentan en esta historia, las guerras de saqueo con genocidios y holocaustos que se han dado en todos los tiempos sobre la faz de la tierra, incluyendo los dados en los tiempos bíblicos por pueblos supuestamente elegidos de Dios.  En este capítulo también incumben, las guerras del antiguo imperio romano y de todo imperio existente en aquella época, y posteriormente, las guerras de las cruzadas, la inquisición, la colonización de América con sus más de ochenta millones de muertos, las guerras napoleónicas, la primera y segunda guerra mundial, para repartición del mundo, las guerras de independencias (guerras anticolonialistas) y otras tantas guerras mas llevadas a cabo en los siglos XIX, XX y XXI por los imperios europeos y estadounidense, surgidos con el correr del tiempo para apropiarse de los territorios de otras naciones mas débiles y consiguientemente de los recursos naturales de estas, y hasta de sus habitantes a quienes hacían sus esclavos.

 

En un recuento de esta naturaleza, no se puede obviar los destrozos causados por las tantas guerras colonialistas, principalmente las que se dieron en América, África, Asia y Oceanía, primero, por parte de los imperios europeos y después por el imperio estadounidense.   Rememorar las atrocidades que implicaron las guerras imperiales en África de los franceses, belgas y alemanes, o las barbaries estadounidenses cometidas en Viet Nam, Laos, Cambodia, Filipinas y otras naciones, nos arrojan datos históricos suficientes para comprender la tanta maldad que ha venido imperando en nuestro mundo.  Maldad que se ha reafirmado en América Latina, con más de 60 intervenciones militares y decenas de cruentos golpes de Estado a gobiernos progresistas que solo defendían sus respectivos recursos naturales y autodeterminación.  También, una reafirmación de las maldades aludidas, son las guerras recientes para robar recursos naturales, especialmente petróleo y oro, y por hegemonía geopolítica, como las guerras de los Balcanes, la guerra de Irak, que le ha costado al pueblo Iraquí dos millones y pico de muertos; la guerra en Libia y la muerte de Muammar Gaddafi que le ha ocasionado a ese país 800,000 mil muertos; la guerra de Siria que tiene un saldo de más de 400.000 muertos y provocado la huida de más de 4,8 millones de personas.  Iguales sufrimientos han ocasionado las guerras contra Afganistán y ucrania. En todas estas guerras ciudades enteras han sido destruidas, provocando millones de desplazados, millones de emigrantes forzados y millones de muertos por hambrunas y enfermedades colaterales.

 

En esta historia del hombre de destrucción de sí mismo y sus semejantes, cuentan los holocaustos y genocidios.  En este capítulo, hemos visto, que solo se resalta el holocausto judío en Alemania (1939-1945) con seis millones de muertos, obviando siempre los demás holocaustos y genocidios que han ocurrido en este convulso mundo. «La colonización y cristianización de América», en lo que fueron muertos unos ochenta millones de nativos, fue un genocidio.  Diez millones de negros congoleses aniquilados cruelmente entre 1885 y 1908 por disposición del rey Leopoldo II, fue un genocidio.   La esclavitud y encomiendas, en lo que indios y negros morían antes de cumplir los 7 años de trabajo forzado, fue un genocidio.  ¿Y qué podemos decir del Apartheid de Sudáfrica y ahora de la política segregacionista que aplican los israelitas a palestinos?

 

La hambruna provocada en Bengala (India) en 1943 bajo la administración británica (por disposiciones de Winston Churchill), de la que murieron alrededor de 3 millones de personas por desnutrición, fue un genocidio, sino, un holocausto.  La muerte en Ucrania de unos diez millones de persona (1932 – 1933), provocada por hambre a propósito de Stalin, fue un genocidio.   La ejecución en Camboya de cerca de 2 millones de personas entre 1975 y 1979 dirigida por Pol Pot, fue un genocidio.  La muerte de casi un millón de Tutsis en 1995 al filo de los machetes de los Hutus, fue un genocidio.  La masacre de más de ocho mil musulmanes en 1995 (que incluyó el asesinato de niños, adolescentes, mujeres y ancianos) en Srebrenica (Bosnia), fue un genocidio.

 

También, la primera y segunda guerra mundial hubieron holocaustos y genocidios.  Más de sesenta millones de personas murieron por causa de hambre, frio, bombardeos indiscriminados, asfixia por gas venenoso, por disparos, por ahorcamiento, por golpes, por torturas, por trabajos forzados y por los efectos colaterales que engendra la diablura de la guerra.   Tan solo en los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki (en Japón), efectuados el 6 y 9 de agosto de 1945 por orden del presidente de Estados Unidos Harry S. Truman, murieron instantáneamente 225 mil personas, 130 mi resultaron heridas y millones fueron víctimas de las radiaciones.

 

Napoleón, cuando invadió a Egipto hizo pasar por cuchillo a diez mil solados de aquel país que tenía presos, tan solo para no gastar alimentos en ellos y para no tener que disponer de soldados de su ejército para vigilarlos.  En la masacre de San Bartolomé (la noche del 23 al 24 de agosto de 1572 en París), se pasaron por espada y cuchillos entre diez a veinte mil personas (según la fuente).  En el sitio a Jerusalén (1099) los cruzados masacraron a unos setenta mil musulmanes y judíos, e incluso en la confusión mataron a miles de cristianos. Uno de los participantes en aquella barbarie dejó escrito: La carnicería fue tan grande, que nuestros hombres andaban con la sangre a la altura de sus tobillos.  Durante horas se procedió a degollar y decapitar a miles de personas sistematicaticamente.   Maravillosos espectáculos alegraban nuestra vista. Algunos de nosotros, los más piadosos, cortaron las cabezas de los musulmanes; otros los hicieron blancos de sus flechas; otros fueron más lejos y los arrastraron a las hogueras. En las calles y plazas de Jerusalén no se veían más que montones de cabezas, manos y pies. Se derramó tanta sangre en la mezquita edificada sobre el templo de Salomón, que los cadáveres flotaban en ella y en muchos lugares; la sangre nos llegaba hasta las rodillas. Cuando no hubo más musulmanes que matar, los jefes del ejército se dirigieron en procesión a la Iglesia del Santo Sepulcro para la ceremonia de acción de gracias.

 

Estos ejemplos de genocidios y holocaustos, solo son una pequeña muestra de estos bárbaros acontecimientos que se han dado en nuestro mundo, puesto que hablar del total de ellos conllevaría decenas de libros de cientos de páginas en los que no se podría dejar de incluir los genocidios de la guerra de la Triple Alianza (Argentina, Uruguay, Brasil), contra Paraguay (1865-1870) que conllevó un desastre demográfico extremo.   Paraguay perdió entre el 50 % y el 85 % de su población y quizá más del 90 % de su población masculina adulta, que de 300 mil hombres se redujo a 28 mil (este dato según la fuente, varia en poco más, o en poco menos).  Otros genocidios que en detalle no podrían dejar de compendiarse en una enciclopedia, son los que fueron causados por los reyes israelitas, por los césares romanos, por Atila, Genghis Khan, Hitler, Stalin, Pinoché, Trujillo, Dessalines, y otros tantos barbaros que gozaban degollando violando y sometiendo a poblaciones enteras.

 

Hoy en día, además de la guerras con todas su variantes, sus genocidios y holocaustos, mas el hambre y las enfermedades que azotan a mas de tres mil millones de personas, la explotación del hombre por el hombre en lo que imperan salarios de subsistencia, injusticias y desigualdades sociales a granel, como también la codicia y especulación de espanto, sustentados por la indolencia, la corrupción y la impunidad más extremas, conforman los hechos de un holocausto universal lento, pero seguro, que evidentemente está destruyendo al mismo hombre y a su habitad ecológico, lo que indefectiblemente conllevará (de no enmendarse a tiempo) a la desaparición de la especie humana sobre la faz de la tierra.

 

Algo del pensamiento imperialista de Winston Churchill

 

Winston Churchill, siendo el primer ministro ingles (1951-1955) expresó sobre las pretensiones de desarrollo de Argentina lo siguiente, cito:

«No dejemos que Argentina sea una potencia, pues si llega a serlo, arrastrará tras de sí a toda Americalatina…La estrategia es debilitar y corromper por dentro a la Argentina, destruir sus industrias, sus fuerzas armadas, fomentar divisiones internas apoyando a bandos de la derecha e izquierda, atacar su cultura, en todos los medios, imponer dirigentes políticos que respondan a nuestro imperio.  Esto logrará la apatía del pueblo y una democracia controlable donde sus representantes levantarán sus manos en masa en servil sumisión.  Hay que humillar a la Argentina».  Expresó Churchill, siendo primer ministro británico.

 

¿Qué relación tienen los párrafos anteriores con el título de este artículo? («Lo del imperio frente a Venezuela y Haití, viene de lejos)                                    

 

Muy sencillo, si analizamos el preámbulo de este trabajo conjuntamente con el texto aludido de Churchill, se puede ver claramente el comportamiento malsano del hombre sobre la faz de la tierra; y que los imperialismos con sus guerras convencionales y no convencionales, con sus saqueos, genocidios y holocaustos, vienen de lejos.  Si tomamos el texto de Winston Churchill referente a como impedir que Argentina se desarrolle y le cambiamos en ese párrafo el patronímico Argentina por uno cualquiera de los que corresponda a las naciones de Centro o Suramérica, las Antillas o cualquiera país del África Negra, de Asia o de Oceanía, veremos como la política imperialista estadounidense hacia Venezuela encaja perfectamente con los criterios imperialistas de Churchill y con los objetivos de las guerras que hacían los césares y cuanto tirano cabeza de un imperio haya existido en la tierra.  Para fines de ilustración hagamos ese ejercicio cambiando el patronímico Argentina por Venezuela.

 

«No dejemos que Venezuela sea una potencia, pues si llega a serlo, arrastrará tras de sí a toda Americalatina…La estrategia es debilitar y corromper por dentro a Venezuela, destruir sus industrias, sus fuerzas armadas, fomentar divisiones internas apoyando a bandos de la derecha e izquierda, atacar su cultura, en todos los medios, imponer dirigentes políticos que respondan a nuestro imperio.  Esto logrará la apatía del pueblo y una democracia controlable donde sus representantes levantarán sus manos en masa en servil sumisión.  Hay que humillar a Venezuela»; terminaría diciendo Churchill.

 

Vista así la intervención del imperio norteamericano en Venezuela, se comprende claramente sus intenciones para dominar a ese país, y de querer para el, un presidente distinto a como lo fue Chávez y ahora Maduro, que les permita a ellos hacer de Venezuela su colonia nueva vez.  Lo mismo quiere para las naciones hoy gobernadas por Rafael Correa, Evo Morales y Daniel Ortega y para cualquier otra que se le haya salido del redil.  Ya lo han logrado con Honduras, Argentina, Paraguay, Brasil, Panamá y otras.   Ahora van por las demás, en lo que Venezuela es el objetivo primero, para cuando esta caiga, por el efecto dominó (según ellos), caerán los otros.

 

Las intenciones son tan claras, que frente a un Haití hambreado, no hacen nada para ayudar a ese paupérrimo país lleno de oro.  En esas condiciones a ellos les resulta más fácil explotar ese metal precioso, que si estuviera en una nación desarrollada con todas las de la ley.

 

Conclusión

 

La tormentosa situación en que está inmersa Venezuela, se inscribe dentro de los avatares que han venido sufriendo tradicionalmente los países pobres y pocos desarrollados cuando los imperios le caen encima (tal como sucedió en Chile para el derrocamiento de Salvador Allende y con gobernantes de otros países), para dominarlos y apropiarse de sus recursos naturales; cosa que han venido haciendo en maridaje con los lacayos del patio, con el apoyo de ciudadanos ignorantes, adoctrinados por partidos y religiones atrasadas que desde tiempos inmemoriales han estado al servicio de las clases dominantes que explotan a los trabajadores,

 

Estas perversidades se han estado sucediendo desde la aparición de los imperios; pero ahora, la dominación y el saqueo son más sofisticados y ruines con la aplicación de la ciencia, la tecnología y las políticas globalizadas de las élites que se han adueñado de este mundo para su solo beneficio, y lo hacen sin descartar prácticas y métodos por macabros que estos sean, para dominar a otras naciones en pos de apropiarse de sus recursos naturales.  Es algo que viene haciéndose de lejos y que ha sido el origen de las guerras, genocidios y holocaustos, como los narrados en el preámbulo.   Nadie que se manifieste imperialistas puede honrar los mandamientos no robarás y no mataras, ni hace caso de los siete pecados capitales ni de las siete cosas que aborrece Jehová; y lo peor, contradictoriamente dicen, que son cristianos, e incluso, hacen hacen sus guerras, genocidios y holocaustos en nombre de Dios, la democracia, la libertad y en defensa de los derechos humanos.

 

Del imperio seguir los instintos primitivos de los césares, de manejar el mundo antojadizamente a sangre y fuego para beneficio solo de unas elites, la confrontación en Venezuela y en otros países que son sus víctimas, es seguro que empeorará, y sabrá Dios hasta dónde pueden llevarnos la ambición desmedida y el egoísmo de unos pocos, que se creen dueños y señores absolutos de este mundo, cuyas metas, son dinero y poder, olvidando crear tesoros en el cielo.

 

En definitiva, lo que en Venezuela se viene dando es una reproducción de una práctica imperial ya añeja, que escenifica una lucha entre el bien y el mal, la misma de la cuál hablan tanto los verdaderos cristianos.  Con esto no quiero significar que los motivos del imperio sean el bien y los de Venezuela el mal, lo que sí puedo asegurar es, que en justicia, las causas de Venezuela llevan las de ganar.  Pero como parece que en este mundo el mal se impone sobre el bien, puesto que al parecer el mal le está ganando la batalla al bien, entonces tendremos que esperar a ver, que Dios se trae entre manos, para dejar que los imperios cometan tantas horrendidades a su vista, sin que haga nada para ponerle fin a tantas barbaries y a tantas injusticias.

 

Posdata:

1- A los que no entiende este tema, pero que opinan del mismo creyéndose doctos, les recuerdo la sentencia de Simón Bolívar: nos dominan más por la ignorancia, que por las armas.

2- Espero que esta reflexión resulte pertinente para esta Semana Santa, donde en comunión con Dios, la verdad y el amor se hacen accesibles al espíritu, para que podamos hacer de nosotros el nuevo hombre que puede llevar a la tierra por senderos de amor, justicia, paz y progreso.

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