Leonel o el maquiavelismo providencial

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Por ahí dirán que soy asalariado del ex presidente Leonel Fernández.
Un apologista furibundo del gobierno; o
un izquierdista trasnochado; más bien. Afirmarán a todo pulmón que soy un
resentido social de las calles frías de Nueva York. De alguna una manera me registran en el padrón
de ese matadero público que ha servido de plataforma a la fauna política de la
nación.

Sin embargo, absolutamente, nadie impedirá que el doctor Leonel
Fernández sea candidato en 2016. Sólo el azar sacaría de su manga esa carta mágica para que el doctor
Danilo Medina no llegase a terciarle la tricolor a Fernández. Si lo anterior acontece, como debe estar por ahí ya escrito: el presidente Medina saldará su
deuda.

El presidente Medina es un arquitecto
del silencio y dueño absoluto de una enigmática forma de hacer política que lo hace poseedor de
rayana perseverancia. Y esto en su
momento podría formar parte de esos arreglos
que podrían convertirse en serios obstáculos a las aspiraciones de
Leonel. Medina no deja de tener un As debajo de la manga. Esperemos a ver como
el sureño jugará e sus propias cartas.
Todo parece indicar que el binomio
Leonel—Danilo será la piedra angular en
que circularán los arreglos políticos de la próxima década.

Por un lado, Fernández confirma esa
oportuna definición registrada en las memorias del ex secretario estado
norteamericano Henri Kissinger: la política es una ciencia de posibilidades. Y,
Leonel más que una posibilidad, se confirma como avezado jugador de esgrima de la política criolla. Si damos un vistazo, no es difícil
convenir que Leonel sacó del sótano al ex presidente Hipólito Mejía y lo puso
en la cima; luego como globo de ensayo Mejía se desinfla y muere en la orilla
de esa playa de argucias donde
Leonel pone al naufragio a sus propios rivales. Por comenzó
deshilacharse un PRD de dirigentes hijos del grupos de la guerra de abril. De
Miguel Vargas Maldonado, Leonel ha hecho
una copia muy pálida del tolero David Ortiz: Miguel funge como una patética especie de bateador designado dentro del
Partido Revolucionario Dominicano. Ahora, Leonel ha hecho del doctor Guido
Mazara un vocero de ese desparpajo que reina en el partido opositor. Mazara es como un bailarín dentro
de ese barril de leyes mostrencas que se denomina Junta Central Electoral. Leonel ha hecho del PRD un comité de
vocinglería donde reina aquel refrán
cubano: «Caballeros, relajo, pero con orden». Pero resulta que allí
no existe más que un barco de capitanes incapaces de encontrar una simple
brújula. No habría una salida más honorable que la
desintegración de una organización que no cuenta con las más elementales reglas
de disciplina.

Todo esto nos confirma una nación
moralmente quebrada, una sociedad atrapada entre un partido que se apresta establecer una perversa hegemonía
del poder y otro partido que se ajusta
al pecaminoso esfuerzo de administrar los recursos de un Estado ya fallido; un
Estado arropado por otro Estado ya
desarticulado. Hablo de un vecino
impostor y que al mismo tiempo orquesta una campaña nefasta contra los estamentos de la nación
dominicana. Todo ante los ojos y
anuencia de una oligarquía rancia. Una nación como la nuestra no puede
aferrarse a una plataforma nacional que
impida la llegada de Leonel al poder. ¿Por qué? Leonel, ante todo, tiene los
recursos necesarios para su propósito; cuenta con la maquinaria del Estado dominicano,
administrado por su propio partido. Y
algo más: Leonel es presidente del PLD.
Creó a su manera y estilo un aparato judicial que responde a pie juntillas a su legado. Sus
opositores internos son obra de su maquiavelismo
providencial. A los opositores externos,
a unos los ha convertido en sus
voceros; otros son asalariados de aposentos. No faltan en la agenda de Leonel
un ejército de gusanos de seda que urde en la sombra el inevitable retorno del
León.

Así,
el sol de la media, el mejor de la Isla
entera, gira en torno a la figura mesiánica del hábil político que marca el
ritmo de nuestra política. Sus opositores nos vendieron que sentarían a
Leonel en el banquillo de los acusados, como si él fuese una versión de
Salvador Jorge Blanco. De tales ataques salió Leonel más fortalecido y se
confirma protagonista de primer orden de una creciente modalidad de administrar los recursos del
Estado, amparado en indudable impunidad. Pero, una impunidad totalmente fuera
del aparato judicial. Quiérase no, ahí
está la grandeza de mantenerse en el poder y lo que más escalofriante, volver
libre de pecado al Palacio Nacional.

Uno se pregunta: ¿dónde diablos están los sonados expedientes
del doctor Guillermo Moreno?

Entonces, Leonel, puede que exceda a la definición de Platón en aquello
de que el hombre es un animal político. Dentro de su partido ha creado un semillero de
candidatos que en su momento oportuno
harán como una banda de música de provincias: se integraran todos a la misma
orquesta, morada y
leonelista. En los ruedos de nuestro desparpajo, Leonel es
un certero jugador de esgrima que ha
convenido en poner a nuestra política criolla el certero precio de vaca muerta.

De ahí que la nación dominicana está en los umbrales del impostergable maquiavelismo providencial del
ex presidente Leonel Fernández Reina. sp-am

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