Las ideas, ¿adónde fueron a parar?

Juan Bosch además de fundar y de dejar dos partidos políticos (el PRD y el PLD), fue el líder político –post-dictadura trujillista- que forjó una auténtica escuela política con apego a lo doctrinario-filosófico, a una nueva pedagogía política, a la interpretación marxista de la historia (como método para analizar la realidad socio-económica y política); pero también, y ya como hombre público, a ceñir su liderazgo político a una ética pública inquebrantable.

Sin embargo, y a pesar de su liderazgo político, ético, y en cierta forma patriarcal, en la construcción de los dos partidos políticos que fundó prevaleció siempre, en su praxis política-teórica-científica, la concepción filosófica de que un partido político -ante todo- era un corpus político-ideológico para la elaboración de ideas, propuestas, el debate de una agenda nacional e internacional y, al mismo tiempo, un instrumento político-ideológico para alcanzar el poder y concretizar un programa de gobierno o, ciertas reformas  o rupturas históricas-estructurales pendientes.

No obstante, y en negación absoluta a ese referente político-filosófico-doctrinario, ¿qué es lo que estamos presenciando desde los partidos políticos –o lo que queda de ellos- y sin excepción? Sin duda alguna, la crisis irreversible de esos “aparatos” y el triunfo no de las ideas, sino del dedazo y de los caciques-gerentes –otrora entes rurales movidos por instintos y valores primarios- cuasi dueños de esas formaciones.

¿Qué se discute hoy en los partidos políticos? A lo sumo, y cuando es tiempo de elecciones externas –porque las internas pasaron a mejor vida-, la planificación de una campaña –y a ciertas alturas-, unas estrategias, unas logísticas; y por supuesto, un programa de gobierno que se elabora y se conceptualiza en un cuarto frío que luego será desparramado en spots, eslogan y discursos en plazas, mítines e intervenciones en radio, televisión e internet que como papagayos repetiremos hasta el hartazgo.

En síntesis que,  desde y dentro de los partidos políticos y sus anquilosados organismos, ya no se elabora ni se discute nada (si acaso, intereses y observancia de correlación de fuerzas –coyunturales- y de poder), pues el recorrido conceptual y de debate orgánico –de arriba hacia abajo y en democracia- fue desterrado y mandado a hacer y a diseñar a “técnicos” internos –desvinculado del día a día de los partidos- o a foráneos que luego, y si se alcanza el poder, emergerán como los directores gubernamentales decisorios, y no pocas veces, como voceros partidarios en suplantación surrealista del otrora viejo esquema clásico de partido. En otras palabras, el partido, su voz y sus actores claves, desaparecen en un acto de magia; pero, sobre todo, de negación absoluta de lo que siempre fue un partido político: ideas, propuestas y debates.

Por ello y aunque parezca utópico y fuera de tiempo, hay que hacer una brevísima parada para, por lo menos, poner en el centro del actual proceso político-electoral: algunas ideas aunque haya que sacrificar ciertas ambiciones, cierto centralismo injustificado de campaña –como el que ya se está evidenciando-repitiendo en el exterior- y corregir algunos que otros entuertos jerárquicos.

Porque por encima del déficit de democracia que prevalece -¡y que manda madre!- hacia el interior de los partidos políticos, un partido político es eso: ideas, propuestas y debates. Y si no, ¿qué lo diferencia de una empresa?Piénsenlo…

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