OPINION: Las deficiencias en salud alimentan el pesimismo nacional 

No cabe dudas de que la pésima valoración de la medicina pública tiene un peso  importante en el pesimismo generalizado sobre la situación económica y el rumbo que lleva el país

La Encuesta Gallup-Hoy reveló algo que todos sabíamos, pero que hacía falta que proviniera de una fuente totalmente independiente. El 50.1% de los entrevistados calificó de muy malo y malo los servicios de los hospitales públicos.

La encuesta se realizó a nivel nacional del 14 al 20 de octubre, mediante una muestra estratificada de 1,200 personas, en zonas urbanas y rurales de todas las edades, sexo, región, condición socioeconómica y nivel educativo.

Sólo el 43.1% calificó la atención médica pública como buena y muy buena, mientras un restante 6.8% no sabe o no quiso responder. Son resultados representativos del sentimiento nacional, con un margen de error bajo y un nivel de confianza del 95%.

Llama poderosamente la atención que dentro de una amplia gama de servicios públicos, la atención médica sea la única que recibió una desaprobación mayoritaria, lo cual confirma que se trata de una expresión sincera y sentida a nivel nacional.

Por ejemplo, el servicio de asistencia vial en las principales carreteras fue muy bien valorado con sólo un 16.0% negativo. Iguales resultados obtuvieron la educación pública (16.4%) y los comedores económicos (17.9%).

La crisis de la salud pública es tal que supera con creces las críticas al caótico transporte público (33.8%), al servicio de agua potable (35.0%), a la electricidad (39.9%), y a la recogida de la basura (28.7%), que es mucho decir.

Huelga señalar que de todos estos servicios públicos, la atención médica es el único que pone en riesgo la vida de las personas y el presupuesto familiar, obligando a la población a demandarla, sí o sí, aun empeñando lo poco que tiene.

Aunque las deficiencias son viejas y se notan a la luz del día, hace mucho tiempo que la salud pública no recibía una calificación tan negativa en términos absolutos (51.0%), y en relación a los otros servicios públicos, tradicionalmente malos.

 Necesidad y urgencia de un cambio de rumbo

Mientras tanto, las autoridades nacionales guardan silencio ante la insólita decisión de intervenir simultánea e indefinidamente a 56 hospitales públicos, y de cruzarse de brazos ante la discontinuidad de la atención a cientos de miles de pacientes pobres.

Resulta inconcebible que mientras los gremios profesionales y las organizaciones de la sociedad civil demandan el 5% del PIB para salud, el proyecto de presupuesto del 2018 consigne menos del 1.6% del PIB para el cuidado de la salud  de las personas.

Queda claro que la crisis de la salud pública tiene una gravitación importante en la percepción del 74% de los dominicanos que califican la situación económica como muy mala, y en el 78.8% que opina que el país va por mal camino.

No hay que ser un experto para comprender que esta valoración negativa, sin precedentes, es el resultado de las tradicionales carencias, de la secuela de las interrupciones y del elevado gasto de bolsillo que asfixia a la población.

La alta calificación negativa de la salud pública debe llevar a las autoridades a cambiar de rumbo. Todavía estamos a tiempo, aumentando el presupuesto y reorientado a la salud pública, recursos millonarios identificados por legisladores e instituciones de reconocida solvencia, como gastos superfluos a través de centenares de programas y oficinas redundantes, y de nóminas y nominillas. ADS/212/09/11/2017

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