La soledad que arropa: necesitamos gente
La gente necesita gente, es decir, usted y yo, y todos los demás nos necesitamos. Y no es un sentir de locura ni una necesidad «crucial», es solo un complejo dispositivo insertado en cada uno de nosotros «habilitado» para poder «funcionar», correctamente, en esta dimensión que habitamos.
La soledad es buena y hasta nutre y nos hace «alcanzar» a «esa alma» que permanece en secreto en nuestros adentros y que, incluso, ni ella ni nosotros sabemos quienes somos, es decir, ella desconoce de nuestra existencia y nosotros… «Asumimos» que ella existe…
-De todas formas y para no enredar mucho este latido, debemos seguir fluyendo sin hacernos tantas preguntas y que «quizás» serán contestadas en el más allá o tal vez no será necesario preguntar nada por qué todo «aparentemente» luce muy claro en «ese mundo» al que retornamos una vez se desgaste el disfraz que ocupamos.
Mientras ese último día llega, es importante pasarla lo mejor que podamos y para eso, entiendo, los demás son importantes, ya que la compañía suele ser paños de consuelo. Una especie de colchón que nos hace menos dolorosa las caídas que sufriremos en este hermoso valle de ilusiones y de irrealidades reales en donde uno piensa que tiene algo y ese último día se da cuenta de que nunca tuvo nada.
La gente necesita gente. Necesita escuchar un sí, un, de acuerdo. Necesita que alguien lo toque y le diga que le aprecia. Necesitamos sentirnos queridos y hasta admirados porque «eso» forma parte de un bienestar terrenal. Son «esas» condiciones adaptadas a esta dimensión las que luego veremos, en aquella otra, lo infantiles que éramos ante las alabanzas…
Sin embargo, como este traje humano, por no decir «robótico», que tenemos, necesita «encasquetarse» estruendosamente a otra osamenta, ya que es el lenguaje o código que funciona en esta dimensión. Uno necesita tocar, oír, lamer, oler y todas esas formas de comunicación y placer que se nos han brindado para existir…
Si nos encerramos en «esa soledad que arropa» conviviremos en un limbo existencial en donde no estaremos ni aquí ni allá, es decir, en ninguna parte. El silencio forma parte de esa «masa oscura» que solemos llamar «espacio». Allí donde la física cuántica juega a las escondidas y donde navegan códigos fractales en infinitas y perfectas formas.
No es necesario abrigar la soledad ni pensar que «aquel compañero», que se nos fue antes, forma parte imprescindible de nuestra existencia. Lo fue, como siguen siendo los recuerdos de infancia y toda esa gente que ha pasado por nuestra vida en momentos fugaces o largos brindándonos momentos entrañables y adorados.
Seguimos aquí, navegando encima de un misterio que se perderá en infinitos misterios que se mostraran una y otra vez para volverse a enrarecer y de la luz la oscuridad y un viaje que perdió su principio entre tantos finales que nunca terminan.
Necesitamos escuchar las tonterías de los otros, y sus sonrisas, como también sus penas y consolar o llorar con ellos. Necesitamos vivir de la única forma que podemos sin intentar alcanzar las estrellas a riesgo de alcanzar el silencio de la soledad. Cuando la soledad arropa, también se desvanece el alma.
Un alma muerta en un cuerpo vivo es un desatino al perfecto movimiento del universo. Caer en el desarme de sí mismo es acrecentar el peso del espíritu. Un mundo radiante y llenos de colores no merece ser menospreciado por «esos grises» que vamos creando desde nuestra mente confundida en lo que nunca nos dará razón de ser, ya que todo forma parte de un entramado complejo e inequívoco.
Tanta inmensidad, tanto misterio, tanta limitada información, amerita la compañía y el diálogo y todas esas descargas de mierdas que no concluyen en nada, pero que entretienen y nos ayuda a abrigarnos del misterio de la vida, aunque sea con una fina sabana de compañías inciertas, breves o duraderas.
En conclusión, «atarzanar y adjudicar», mientras sea posible, es la mejor forma de acercarse a «esa unión con el todo» que se manifiesta cuando se libera el alma. Aquí hace falta la gente, mucha gente aunque sean idiotas o mezquinos. Gente que cante y que salte. Payasos, generales, locos o poetas.
En fin, todo este desmadre siempre se acaba y al final está uno añorando, todo el tiempo que perdió intentando encontrar la paz en una soledad mental de una mente que nunca fue suya y que ni siquiera existió… Un lío que nadie entiende… ¡Salud! Mínimo Solero
Posdata: También necesito gente que vote por mí como diputado del exterior en la circunscripción número 2. Por Alianza país en las elecciones dominicanas a celebrarse en mayo. Además de todo lo mencionado antes, también necesitamos gente para esto. ¡Salud dos veces!
jpm-am
magistral…
lo que esta desapareciendo es la solidaridad entre los miembros de las familias todo el mundo anda de prisa no hay tiempo para nadie ,mucho menos para nuestro mayores o los niños todo se limita a metas egoistas de autorealizacion y produccion que luego nos pasan factura con enfermedades como depresion,enf degenerativas ect.
capitalismo salvaje…deshumanizacion…